Una visita misteriosa y muchos viajes a Chile

Una endeble cortina de tela se mecía en la puerta de acceso a la casa donde vivía Juan Cabeza con su pareja.

DOBLE CRIMEN EN CHICHINALES

La sangre en el piso evidenciaba la masacre que había sucedido horas antes allí. Afuera, a pleno sol, la media botella de cerveza y los vasos seguían servidos. Juan había llegado al barrio hace tres o cuatro años, relata un vecino. Era un albañil que había construido algunas casas en Regina, y en Chichinales era conocido por «las changas» que realizaba.

Llegó a la casa un tiempo después de la muerte del esposo de la señora, porque en realidad era su sobrino. Con el tiempo se afincó allí y ya convivían como pareja, relató uno de los testigos que ayer no salía de su asombro. «Un día dejó de trabajar», cuenta el hombre que supo compartir una breve amistad con él. «Siempre con un «caño» (cigarrillo de marihuana) en la boca recibía a sus vecinos. Nunca lo ocultó», contó.

En el barrio coinciden en que su situación salía de lo normal. Al menos una vez al mes viajaba a Chile y en algún tiempo supo tener «cuatro o cinco autos», que desaparecieron rápidamente del barrio. «Todos sabíamos que andaba en algo raro pero jamás pensamos que iba a terminar así», dijo otra vecina.

La gente de la cuadra recuerda una «extraña» visita a la casa de Cabeza a mediados de febrero. Un auto último modelo -con patente de Chile- llegó al barrio con cuatro o cinco sujetos. «Uno era grandote y gordo y tenía tatuada una hoja de marihuana en el pecho. Se notaba que eran pesos pesados», contó uno de los vecinos.


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