Ale y Nacho, de Cipolletti a Alaska: así financian su viaje soñado

Renunciaron a sus trabajos como contadores y partieron en el furgón que adaptaron para vivir a bordo. La pandemia interrumpió el viaje en Colombia, pero lo retomaron y están en Costa Rica. ¿Cómo pagan los gastos? ¿Cómo es la convivencia 24/7? Acá cuentan toda la aventura.

¿Cómo sería vivir de viaje, cumplir el sueño de atravesar el continente, ver en vivo la aurora boreal en Alaska que los deslumbraba en las fotos? Para averiguarlo, renunciaron dos veces a sus trabajos como contadores en Cipolletti, al norte de la Patagonia. La primera vez, en mayo del 2018, Nacho Ruffa dejó su puesto en un banco y Ale Morello el suyo en una empresa para subirse al noble furgón al que llaman con cariño La chancha y que los llevó hasta Colombia tras recorrer media América durante 26850 km, a una velocidad crucero de 70 km/h para disfrutar más de los paisajes y bajar el gasto en combustible. Pero cuando volvieron a Río Negro en avión a fines del 2019 para las Fiestas la pandemia les impidió retomar la aventura.

En Jaco, Costa Rica, donde están ahora. Foto: El patio de casa por América.

Y entonces, justo cuando habían comprobado que podían vivir a bordo de la Kangoo que convirtieron en su hogar sobre ruedas, que se podían financiar con la venta de artesanías y trabajos al paso, que sabían llevar la convivencia 24/7, debieron quedarse en el Alto Valle y La chancha les quedó varada en la casa de una pareja que conocieron en el camino, porque también comprobaron que lo de la solidaridad viajera va en serio.

Huacachina, Perú, 2019.

Otra vez en Cipo, los días y las semanas pasaban. Y no les quedó otra que volver a alquilar un departamento y equiparlo, volver a conseguir trabajo, readaptarse. Cedió la furia del virus, las fronteras reabrieron. Y un día se dijeron que La chancha estaba ahí, esperando. Y se preguntaron qué hacer. ¿Seguir viaje? ¿O recuperarla y volver? ¿Cómo sería el mundo para los viajeros después del Covid? ¿Se acercarían a comprarles artesanías en Centroamérica? ¿Encontrarían con quien compartir los gastos de los containers en los que los vehículos llegan en barco a Panamá? Decidieron volver a renunciar a sus empleos, volver a vender o regalar lo que no llevaban y volar a buscar las respuestas.

Ale Morello en plena venta de artesanías. Es de Picún Leufú, Neuquén.

No fue fácil recuperar el vuelo de Santiago de Chile a Cali, debieron recurrir a amigos del otro lado de la cordillera para que fueran a las oficinas de Latam e hicieran los trámites en forma presencial. Después de tanto esfuerzo para conseguirlo, todo estuvo a punto de fracasar cuando el avión de Aerolíneas que los llevaría a la capital chilena presentó problemas técnicos y no despegaría a tiempo. Cuando ya estaban resignados porque perdían el vuelo a Colombia, recibieron un mensaje milagroso: aparecido dos lugares para volar a Santiago en otro avión y se los asignaban a ellos. “Una señal”, recuerdan.


De cara al Pacífico


Alejandra cuenta la historia desde una ruta a orillas del Pacífico en Costa Rica. El escenario ya no tiene las chacras peras y manzanas de Río Negro, ni las 4×4 y camiones petroleros en rotondas colapsadas, ni toda esa vida de apuros y consumos que ya no querían.

Que los caminos nos vuelvan a juntar. El deseo en la despedida con @lossesentonesviajeros en Pipa’s Beach, Panamá.

Ahora hay una playa, palmeras, un mar azul, el verde profundo Tico del que tanto les habían hablado. Una mesita en la que ofrecen las artesanías a base de piedras, una guitarra, la laptop que usa ella para sus estudios contables virtuales. Es de Picún Leufú, el pueblo neuquino al que conocen tantos pescadores que van a buscar las truchas del Limay. Su voz suena clara, entusiasmada, mientras La chancha avanza con Nacho al volante. Él es fana de Boca y se las ingenió para ver la final contra Tigre y festejar el campeonato en Boquete, Panamá, donde trabajaron dos semanas en la panadería del amigo que los alojó.

Postales del paso por Perú. Aquí, en Macchu Pichu.


Por estos días, en el Ebook, Nacho devora las páginas de Padre rico, padre pobre. “Leer también te abre la cabeza”, cuenta. Además de aprender inglés con una aplicación, atiende a muchos clientes en ese idioma y de paso se entrena para cuando lleguen a Estados Unidos. “Is very difficult” bromea a lo Carlitos Tévez. Escribe un libro sobre el viaje y también practica con la guitarra y ya rompió el hielo en más de un fogón con Pepe Lui, de Divididos, una que no falla.

Lo de leer también te abre la cabeza tiene que ver con su declaración de principios, porque la principal apertura mental es la que genera el propio viaje.

Postal de Bolivia. Lago Titicaca.

«La vida que elegimos es diferente a la que teníamos antes. Ya no me gastaría la plata en una cartera, ropa o unos zapatos ni pensaría siempre en el auto nuevo. Hoy pienso en tener para comer y una casita ecológica, autosustentable, con huerta. Obvio que no critico a nadie de ese sistema del que nosotros éramos parte, esto es nada más cómo vemos las cosas ahora”, dice Alejandra. “Conocimos otra forma de vivir, de trabajar, de autosostenernos, de construir, conseguir nuestro propio alimento”, dice Nacho.


De Colombia a Panamá


Recuperar la Kangoo en Colombia tampoco fue sencillo. “Nos querían cobrar una multa, pero al final entendieron que estuvo tanto tiempo ahí por la pandemia y zafamos”, dice Ale, pero aún recuerda los nervios por tanta demora.


En enero del 2022, lo que siguió fue el momento clave de la segunda etapa del viaje: una vez que recuperaron la Kangoo, para que el vehículo cruzara en barco de Colombia a Panamá había que pagar un container.

9 de abril del 2022, Panamá. «Después de casi 2 años, volvimos a producir y a vender. Tuvimos que pensar en los precios, si a la gente le iba a gustar lo que hacemos. Nos dio un poco de miedo… Y también el pensar que quizás por todo esto de la pandemia, nadie se iba a acercar a hablar con nosotros. Y si bien antes de la pandemia se podía vender mejor o rendía más el dinero, estamos muy contentos de saber que nuestros miedos no eran reales, que seguimos pudiendo avanzar en este viaje con lo que producimos y podemos seguir conectando con la gente».

“Es muy caro si lo bancás solo, lo que se estila es compartir con otros viajeros, pero no aparecía nadie. Contratamos a una gestora y dijimos que si en siete días no cruzábamos, nos volvíamos. Al sexto apareció un italiano con una moto. Y al séptimo otros dos vehículos. Dividimos 3.000 dólares entre los cuatro y cruzamos”, cuenta Nacho.


“Esa plata ya la teníamos ahorrada y dispuesta para eso desde el comienzo, lo sabíamos porque es algo que se habla mucho en los grupos de viajeros. Menos mal, salimos con un dólar a $18 y ahora está 200”, dice Ale. A eso le sumaron 100 u$s cada uno del avión desde Cartagena de Indias a Colón: no hay vía terrestre.

El movimiento de viajeros que notan no se parece al de antes de la pandemia. «Argentinos yendo hacia el norte como nosotros se ven muy pocos todavía. Incluso la gestora nos comento que éramos los primeros que veía cruzar a Panamá», relata Nacho.

20 de mayo del 2022. Pavones, Panamá.
En Jaco, Costa Rica. Aquí están ahora.


Ahora están felices en Jaco, en el Pacífico, cerca de la capital San José y con la idea de llegar al Atlántico en los próximos días, en medio de la temporada de lluvias en Costa Rica. Estacionaron frente a un hotel, se hicieron amigos del guarda y de los huéspedes, les pasaron la contraseña de Wifi, prepararon choripanes, les convidaron empanadas, vendieron artesanías, se sintieron bien.

Con esos ingresos más el trabajo remoto de Ale la llevan para pagar los gastos. «Es lo que más nos preguntan, cómo nos financiamos. Eso y la convivencia», cuenta Ale.

Si ahora elaboran artesanías con piedras, el debut fue en Villa Carlos Paz (Córdoba), en otro rubro: ajos en conserva, licor y pan casero. “Ahí supimos que podíamos solventar el viaje vendiendo lo que hacíamos. Pensábamos que cuando se nos acabara la plata íbamos a trabajar de mozos o pintores, pero encontramos otra forma de generar ingresos. Y nos encanta”, cuenta Alejandra.

Fue en Andalgalá (Catamarca) donde descubrieron la belleza de la piedra nacional de la Argentina, la rodocrosita. Y fue en Cafayate (Salta) donde Damián, orfebre amigo, les compartió sus secretos para trabajarlas.

A partir de ahí, combinaron las piedras que encontraban a medida que avanzaban con otros materiales como alpaca y bronce y se dedicaron a producir pulseras, aros, brazaletes, collares y llaveros. “Y todo lo que hacemos con metal, también lo armamos con hilo encerado brasileño, con la técnica macramé”, explica Nacho.

Entre todas las enseñanzas en el camino, una de las que más valoran es que se puede vivir muy bien con mucho menos de lo que uno cree que necesita, como lo describe Alejandra. “Es así. De viaje aprendés también a cuidar lo que tenés. Por ejemplo, con el tanque de agua de 15 litros nos podemos duchar los dos y lavar los platos. Nosotros volvimos a Cipolletti con otra cabeza. Y retomamos el viaje con esa mentalidad».

En esta segunda etapa viajera, Ale suma los ingresos de sus trabajos contables en forma remota.


¿Cuanto gastan para vivir viajando en Centroamérica?


«Pasar de Colombia a Panamá no fue solo cambio de país, sino también de economía. Sudamérica nos había sido bastante accesible, tanto para movernos como para generar dinero, las artesanías se vendían bien y hasta podíamos ahorrar un poquito», cuentan.

En Centroamérica encontraron que el costo de vida es más alto. Por ejemplo, el combustible es más caro (en Costa Rica la gasolina común sale u$s 1,40 el litro). «En Panamá City trabajamos un mes para recuperar un poco lo que fue el gasto del cruce y por suerte nos fue muy bien. Pero después, aunnque siempre se vende algo, no tan bien como la ciudad de Panamá», continúan.

La moneda de Costa Rica.

¿Cuánto gasta por mes ahora? Contadores al fin, todo esta desglosado y prolijo. «Ya con tres meses de viaje por Centroamérica podemos decir que el gasto mensual es de unos u$s 450, que incluye comida, combustible, seguro, patente de la camioneta y nuestro plan de teléfono: usamos el plan america de @claroar para mantener el número y tener datos en todos lados», describen.

En Sudamérica el gasto promedio mensual era de u$s 300, es decir u$s 150 menos que ahora. «El 50% de nuestro presupuesto de Sudamérica, un montón. Por suerte entre el trabajo virtual de Ale y lo que generamos con las artesanías, vamos rebien, solventamos nuestros gastos y podemos seguimos avanzando en este viaje... No sobra, pero no falta», completa Nacho.


Convivir 24/7


¿Y cuál es la respuesta a la otra gran pregunta que les hacen? Hay una pista en una de las últimas fotos que postearon en ese delicioso diario de viaje que comparten en las redes de El patio de casa por América, los dos entre palmeras y con el mar atrás: «Lo importante no es ser iguales, sino formar un gran equipo… Y que gran equipo somos!», escribieron.

Mirador de Indichuris, Ecuador. Fotos: El patio de casa por América.
Silvia Cauca, Colombia, noviembre 2019.

«La clave es la comunicación», agregan. Y enumeran las decisiones que hay que tomar todo el tiempo cuando se vive de viaje: dónde dormir, qué comer, hasta cuándo se quedan en el lugar en el que están y cuándo salen hacia el próximo destino, hacia dónde irán, en qué gastar la plata. «Convivir 24/7 pone al límite la relación. Hay que hablar, ceder un poco cada uno, ser flexibles», explican. «También tener cada uno su espacio, aunque en La chancha es difícil… Siempre nos tomamos nuestro momento para hacer cosas solos y para nosotros… Un libro, una caminata, la llamada a un amiga o amigo o la familia en privado, la charla con otros viajeros», agregan.


"Costa Rica nos está atrapando"


“Como siempre, llegamos a un lugar por un día y pasan cosas. En este caso, más que lindas, así que tenemos para unos días más acá. Disfrutando de este patio y de la gente que nos recibió de maravilla. Costa Rica nos está atrapando… ¿Podremos salir de acá?”, se preguntan. Si eso ocurre, el objetivo es Alaska, para después volver a Cipolletti. Pero van abiertos a las opciones y nunca se sabe qué puede traer de bueno el camino.


Así adaptaron la Kangoo para viajar


«Tiene una estructura en forma de «U» con cajones para ropa, calzado, baño, cocina y comida. Con almohadones de goma espuma de alta densidad de 12 cm armamos una cama de 1.90 x 1.30 mts cómoda e ideal para nosotros que somos grandotes. Armamos un toldo que se extiende hasta 3 mts que se sujeta con unos estructurales que nos tapan el sol y la lluvia y sumamos otro», describen.

«Con un tubo de PVC, tenemos un tanque de agua de 15 LTS que, con carpa autoarmable entre las dos puertas traseras, es la ducha. Instalamos un ventilador, un baño químico de 10 LTS y un panel solar nos da electricidad», agrega Nacho.

Al recuperar a La Chancha en Colombia tras un año y medio, cambiaron todos los filtros, el aceite, la batería, líquido de frenos, forraron el interior con un alfombra, sumaron bolsillos en los laterales y las puertas traseras, cortinas, nuevas luces led. «Y teníamos una caja arriba de acero galvanizado que pesaba como 60 kilos pero el portaequipajes no se la bancaba así que hicimos una caja en estructura de aluminio con pvc, que no pesa más de 15 kilos».

Podés seguir las aventuras de Ale y Nacho en El patio de casa por América


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