Desafiaron los mitos del norte neuquino para hacer cumbre en el volcán Domuyo y ahora todos quieren ir

En los últimos años, cada vez son más quienes intentan conquistar los 4709 metros del Techo de la Patagonia. Pero para vivir esa experiencia asombrosa, primero  hubo que animarse a desafiar la leyenda del tronco de oro y la niña encantada que reina en Varvarco y que aquí relata el historiador y docente Isidro Belver en este texto apasionante.

A la conquista del Techo de la Patagonia el último verano. Fotos: Martín Muñoz.

Un chilenito pastor quiso averiguar la verdad de la historia del cacique que subió a buscar el tronco de oro. Para no exponerse personalmente, llevó sus ganados a las faldas del Domuyo, por si bajaba el toro colorado y el potro oscuro. Allí estuvo observando, hasta que no viendo aparecer a los cancerberos trató de sacar sus ganados; ¡Mejor que no lo hubiera intentado nunca!. No bien quiso hacerlos dar vuelta, empezaron las piedras a levantarse del suelo y a hundirse bajo sus pies con un ruido infernal de cascabeles, y en medio de ese ruido apareció el toro colorado y el potro oscuro que, sin más trámites, arrearon los animales asustados hacia la cima, donde desaparecieron en la oscuridad de una tormenta, dejando al pobre pastor, que había podido esconderse cerca de una laguna, burlado y aterrorizado.

Amanecer en el volcán Domuyo, un espectáculo natural impresionante. Fotos: Martín Muñoz.


En medio del susto y temor, se armó de todo el valor que pudo y siguiendo siempre hacia arriba, en busca del tronco de oro, no tardó en llegar a una cumbre donde con inmenso placer vio un gran tronco de oro que era imposible mirarse de frente por el brillo y las reverberancias del sol.

Se acercó tembloroso para observarle y arrancarle algún pedazo; pero todo fue inútil. El tronco de oro era macizo e inamovible. Su alto le llegaba a la cintura y su grueso apenas podía abarcarlo. Como llevaba un sable, desenvainó este y empezó a darle hachazos para ver si podía desprender algún trozo; pero a los tres o cuatro golpes el sable saltó en pedazos.

A pesar del contraste no se desanimó, pues con el mango del sable empezó a excavar la base. Este trabajo no fue en vano, porque pudo sacar algunos grandes pedazos que estaban allí como cuñas. Cuando tuvo un buen número de ellos, que guardó en el seno, trató de descender. El sol se había entrado y la noche avanzaba, cubriendo el espacio de tinieblas y a la montaña de sombras y extrañas figuras que se movían y lo amenazaban.

Acercándose a la cumbre el último verano con luz de amanecer. Fotos: Martín Muñoz.

Tuvo miedo y echó a correr cuesta abajo. Y entonces sintió que de atrás le arrojaban piedras y le llamaban por su nombre, le gritaban y le maldecían. Una de las piedras le alcanzó a la espalda y le tumbó al suelo. A su golpe se levantó una carcajada de frenética alegría y un golpeteo de manos como aplaudiendo el acierto. Reían y maldecían mientras continuaban apedreándolo. Pensando entonces que tal vez las piedras le fueran arrojadas por los trozos de oro que llevaba encima, comenzó a deshacerse de ellos guardándose tan solo un pequeño fragmento. No bien lo hizo, cesaron las piedras y las risas y se alzó un silbido general en todas las rocas a pesar de no haber viento.

Con los oídos aturdidos, no obstante, echó a andar camino abajo, donde pudo distinguir en las orillas de la laguna, al toro colorado y al caballo renegrido que bebían en las tinajas de oro. Pero la laguna esta vez, se había convertido en un edén oriental.

Totoras de oro proyectaban sobre las aguas una luz plácida que iluminaba perfectamente a una joven encantada que en compañía de otras se bañaba en las perfumadas aguas. Sus coloquios secretos y sus bulliciosas risas le estremecieron blandamente. Quiso pararse a gozar de aquel ambiente de soledad y belleza, pero el toro colorado pateó el suelo, sacudió la cabeza y dio un bufido tan grande que le hizo comprender su imprudente indiscreción. En vista de lo cual, sin esperar a ver si el toro le seguía, echó a correr desesperadamente por los despeñaderos hasta llegar al pié de la montaña donde se tiró a descansar.


Durmió al principio pesadamente, pero después sintió que alguien le llamaba. Se despertó y vio un anciano que severamente le decía: “Has sido demasiado audaz y si aún vives lo debes a Tá Dios; como tú puedes enseñar a otros ese camino por el cual subirían a perderse seguramente, ahora vas a ser transportado a otra parte”; e inmediatamente sintió que lo llevaban por los aires a través de las montañas.

Quienes repitieron la experiencia de hacer cumbre el último verano notaron con tristeza el retroceso de los glaciares. Fotos: Martín Muñoz.

Luego, no sintió mas nada. Durmió y cuando abrió los ojos al calor de los rayos solares que se reflejaban en sus pupilas, se encontró en un sitio desconocido, a la parte opuesta de donde había subido. Levantado, tentó ascender para ver si encontraba sus huellas, pero todo fue inútil; no había ningún rastro.

En consecuencias se decidió a seguir otra vía para llegar a Varvarco donde relató lo que le había acontecido. Las grandes impresiones, los sustos y las pedradas a la espalda arruinaron su salud y a los tres días cabales murió, aconsejando a todos que no se expusieran a subir a la encantada cima del Domuyo. Y desde entonces, ni los indios ni los rotos chilenos han querido correr tal riesgo por los grandes peligros que esperan a quien quiera desafiar sus espíritus protectores.


Lo que hay que saber para ir la próxima temporada


El finde largo de Semana Santa terminó la temporada. Se reabrirá en primavera, cuando las condiciones metereológicas lo permitan.

Hay dos empresas que operan en la base del volcán. Ambas ofrecen domos, guiadas y alquiler de equipos. También ofrecen sus servicios a guías que llegan con sus grupos desde todo el país. Más información sobre salidas y tarifas:

https://www.turismorumbonorte.com/ +54 9 2942 62-6810

Geo Tracker / +549 2995767318


Cómo llegar al volcán Domuyo


Si tomamos como referencia Neuquén capital, hay que ir por la ruta nacional 22 hasta Zapala, empalmar con la mítica ruta nacional 40 hasta Chos Malal (podés cargar combustible) y ahí tomar la espectacular ruta provincial 43, pasar por Andacollo (también podés cargar combustible), Villa Nahueve y Las Ovejas, donde termina el asfalto.

Seguís por el ripio y unos 18 km más adelante, la 43 dobla a la derecha hacia Varvarco y cruza el puente sobre el río Neuquén. Desde ahí son 45 km hasta Punta de Camino, en la base del volcán. Se puede, con muchas precauciones por el estado del camino, llegar con auto hasta la base. Siempre hay que consultar el pronóstico metereológico y el estado de los caminos.

Otra razón para circular con cuidado es la presencia en los caminos de los arrieros y sus animales hacia las tierras de veranada y el regreso a las de invernada.

Si se viene desde provincia de Mendoza, es por la ruta 40 hasta Chos Malal y desde ahí a Andacollo y Varvarco.


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Nuestras directrices editoriales

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios