Entre dinosaurios y playas, El Chocón invita a frenar y se prepara para el verano 2026

La directora de Turismo, Adriana Galarza, cuenta cómo la villa se prepara para una nueva temporada.

Desde la ruta, Villa El Chocón parece un espejismo detenido entre agua y roca. Los autos suelen pasar despacio, asombrados por los dinosaurios, que, en los bordes de la ruta, invitan a pasar. Los que se animan a doblar y entrar descubren otra Patagonia, una donde el silencio tiene textura y el tiempo y el paisaje enseñan a frenar.

“Estamos esperando una muy buena temporada de verano, mucha gente está planificando viajar a la cordillera y hace una parada en Chocón”, dice Adriana Galarza, directora de Turismo, con el entusiasmo medido de quien conoce el pulso del lugar.

“Muchos ven el lago desde la ruta, saben del museo por los carteles, pero no entran. En la Feria Internacional del Turismo, en Buenos Aires, invitamos a que lo hagan, a que conozcan y después vuelven, y se quedan unos días”, le contaba a la gente que pasaba por su stand, en medio de la feria más grande de turismo.

Los que llegan por primera vez lo hacen como quien tantea un secreto. Se quedan una noche, para descansar antes de seguir camino. Pero algo pasa. “Se relajan tanto que después vuelven. Algunos ya no van a la cordillera: vienen solo a Chocón, a desconectarse. Te aislás, te reencontrás con vos, con tu familia, y después, si querés, seguís viaje”, cuenta Galarza.

En esa quietud, el lago se vuelve una frontera entre el vértigo y la calma. Las playas, extendidas bajo el sol de la meseta, invitan a perder el reloj. Las más elegidas son La Huella, en el barrio Llequén, donde el agua es menos profunda, y La Boca del Sapo, rodeada de acantilados y farallones rojizos. “Ahí hay que tener cuidado porque es honda y hay lanchas. Pero el paisaje, con el faro y el parque náutico enfrente, te deja sin palabras. Es de esos lugares donde no te querés ir”.


El pasado que emerge


En El Chocón, el pasado no está bajo tierra: está al alcance de la vista. Cada año, el Museo Paleontológico Ernesto Bachmann suma nuevos fósiles hallados en campañas recientes. “Hay piezas originales encontradas en 2024 y 2025”, dice Galarza. “El museo está en campaña permanente, y eso lo mantiene vivo, cambiante”.

Los visitantes se detienen frente al Giganotosaurus Carolini, ese gigante que alguna vez caminó por las mismas piedras donde hoy juegan los chicos. En el silencio del museo, el eco de la historia se mezcla con la respiración del viento.

Pero no todo es pasado remoto. Hay una búsqueda viva por reconstruir la identidad gastronómica del destino. “Estamos poniendo en valor los productos locales, generando una nueva forma de presentar la gastronomía”, explica.

Habla con entusiasmo de un productor de higos, que cultiva unas 400 plantas en el valle. “Hace tiempo nadie sabía que había higos en Chocón. Ahora se venden en los restaurantes, en el paseo de artesanos. Es parte de esa sinergia que beneficia al turista y al destino”.

Los sabores del desierto se vuelven un hilo invisible que une a cocineros, productores y visitantes. En marzo de 2025, esa trama tendrá un punto de encuentro: el Encuentro Bioceanico Hispano Latino de Gastronomía (ENBHIGA), que reunirá a chefs de Perú, Chile, España y distintas provincias argentinas. “Nosotros fuimos al que se hizo en Perú, y logramos traerlo a Chocón. Es una oportunidad enorme para nuestros estudiantes de la tecnicatura en gastronomía, dice Galarza. Son 39 alumnos que se reciben en septiembre del año que viene, y este intercambio los nutre, los inspira”.

El camping municipal, antes conocido como “La Huella”, hoy se complementa con el camping Las Flores, a solo 70 metros del lago, en la zona de la Boca del Sapo. Ambos habilitados por el Ministerio de Turismo. “Hay espacios agrestes donde la gente acampa, pero no están habilitados . Nosotros ofrecemos lugares seguros, con servicios garantizados y reserva previa. La idea es que el visitante se sienta protegido”.

En verano, las playas se llenan de vida. Los kayaks cruzan las bahías, las familias se refugian bajo los gacebos, y los atardeceres tiñen de cobre las bardas. “El lago es lo que más te vincula al paisaje, dice Adriana, mirando hacia el horizonte. Te invita a quedarte”.

El turismo, para Galarza, no es solo movimiento: es vínculo. “Después de la pandemia, el turista argentino volvió con fuerza. Muchos vienen del norte y hacen escala acá. Otros llegan desde Chile o el Alto Valle. Lo que más valoran es la tranquilidad, la naturaleza y la posibilidad de reconectarse”.

En esa escena, Villa El Chocón se reinventa. Ya no es solo el pueblo de los dinosaurios, ni la represa que domó el río. Es un lugar que aprende a contar su historia desde la gente que la habita: productores, cocineros, estudiantes, pescadores, familias que eligieron quedarse.


Un verano para quedarse


Si querés ir a vivir un día hermoso agendá este evento, porquer la villa celebra su 50° aniversario con la segunda edición del Cruce de los Gigantes, un evento de natación y recreación que conecta historia, naturaleza y deporte. La travesía será el sábado 1 de noviembre, con salida desde el Mirador de los Gigantes (Río Negro) y llegada a la Playa de Las Huellas en Chocón. Durante el recorrido habrá un puesto de hidratación en la isla.


Cronograma de actividades:


09:00 hs: Acreditación de participantes.
09:30 hs: Acto de inicio, charla técnica y traslado de nadadores al Mirador de los Gigantes.
10:00 hs: Largada de la travesía.
13:30 hs: Almuerzo en el SUM de la villa.
15:30 hs: Despedida, tiempo de paseo por la villa y nado libre en Bahía Boca del Sapo.

Información adicional:

  • Consultas e inscripciones: 2994653333.
  • Como todo evento de aguas abiertas, el clima define la realización. En caso de suspensión, la actividad se trasladará al domingo 2 de noviembre.
  • Temperatura estimada del agua es de 13°C.
  • El evento es organizado por la Municipalidad de Villa El Chocón y Neuquén Nada Aguas Frías y Abiertas, y forma parte de las actividades de aniversario de la villa.

Desde la ruta, Villa El Chocón parece un espejismo detenido entre agua y roca. Los autos suelen pasar despacio, asombrados por los dinosaurios, que, en los bordes de la ruta, invitan a pasar. Los que se animan a doblar y entrar descubren otra Patagonia, una donde el silencio tiene textura y el tiempo y el paisaje enseñan a frenar.

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