Querían atravesar la Patagonia, por Ruta 40, en un Renault 6 del 73 y no imaginaban lo que pasó
Luiyi Urli y Cristian Miralles decidieron ir hacia el sur desde Rosario. Sabían que su Renault 6, era el auto perfecto para hacerlo, sospechaban que sería difícil, pero cargado de historias, los sorprendió.
Por trabajo Luis Urli, o Luiyi, como le dicen muchos, había ido alguna vez a la Patagonia y las ganas de volver latían cada vez más fuerte. Se lo contó a un amigo Cristian Miralles y sin dudarlo le dijo “vamos a hacerlo”. Acondicionaron el auto y salieron sin rumbo, desde Rosario hacia Mendoza para agarrar la ruta 40 hacia el sur. Tenían la ilusión de llegar lo más lejos posible, pero no la certeza de hasta dónde podía responder el Renaut 6, modelo 73.
“Sin desmerecerlo es un vehículo viejo”, dice Luiyi y agrega que eso pensaban al salir, pero en el viaje los sorprendió.
El 20 de agosto, llegaron a Tupungato, conocieron Potrerillos, Cacheuta. El clima no era bueno, así que avanzaron y una de las primeras excursiones fue al Hotel Sosneado. El camino era realmente malo, con pozos y ripio grueso.
Hicieron 60 kilómetros subiendo la montaña, hasta el hotel. Estaban ahí y veían el movimiento de camionetas de la filmación de una película sobre le tragedia de los Andes. Pero entre tantos atractivos se les fue el sol y no les quedó otra que hacer noche ahí.
“Esa fue la primera muestra que el auto estaba bien. Hicimos otro tramo grande de la ruta 40. Pasamos parte de ripio en el norte neuquino”, dice Luiyi y acelera. Durmieron en Chos Malal, llegaron hasta Zapala y a Junín de los Andes.
En el Cerro Chapelco hicieron noche, disfrutaron de San Martín de los Andes y salieron para Bariloche, El Bolsón, Esquel. Los pueblos, de repente se sumaban y quedaban atrás, después de regalarles belleza, ellos seguían disfrutando. Por momentos el camino redoblaba la apuesta. Después de Esquel llegaron a Gregores.
“Planeamos no viajar de noche, porque los pozos te sorprenden. En Greghores nos encontramos con un chico que habíamos conocido en Rosario y que estaba construyendo. Nos hicimos albañiles por un día, ayudamos y ellos nos recibieron muy bien. Mucha generosidad… aunque nos hicieron laburar”, dice y se ríe.
Volvieron a la ruta para llegar al El Chaltén. Los lugares cada vez impactaban más. El fin del mundo parecía estar más cerca y la ilusión de llegar se hacía grande. “Llegar hasta ahí ya era muchísimo para nosotros. Visitamos Laguna del Desierto, algo muy lindo. Fuimos El Calafate, fuimos al Perito Moreno, conocimos los Glaciares y dijimos tenemos que llegar al kilómetro cero de la 40”, dice el rosarino.
Explica que hasta el año 2004, el extremo sur de la Ruta 40 estaba ubicado en el embarcadero de Punta Loyola, en Río Gallegos, pero a partir del 24 de noviembre de 2004, por fines turísticos se trasladó 124 km más hacia el sur, hasta el Cabo Vírgenes el kilómetro cero, se puso en la ruta 1.
«Llegamos a Punta Loyola que tiene avistajes de pingüinos y demás. Pero el camino estaba muy feo, así que dijimos ‘hasta acá’”, dice Luiyi.
Decidieron volver por ruta 3 para conocer los destinos de cota como Puerto San Julián, Puerto Madryn, Comodoro Rivadavia, y en Bahía Blanca cortaron para Rosario por otra ruta.
Desde casa hoy piensa: “Lo que se siente es difícil de explicar porque ves tantas cosas lindas, de tanta hermosura, que los lugares que te parecieron lindos toda tu vida ahora parece que ‘no vale nada’. Todo te perece cerca, en la fantasía de descubrir lugares extraordinarios, todo se hace más fácil. Ves una laguna, otra, montañas cada cosa, cada vez más extraordinaria”, relata.
No encuentra palabras para explicar lo que se vive, los que quieren hacerlo le preguntan, y lo dejan mudo. Muchas personas lo tienen como un sueño y cree que todos deberían cumplirlo.
En una Renoleta
Cristian siempre fue fanático de los autos, participaba del club de los Renault 6. Para ellos era un auto pionero y el más rústico de aquella época, pensado para gente de trabajo. Por eso los baúles.
“Lo usaban los lecheros, los panaderos y tenían autonomía, son resistentes. Por eso sabíamos que era el auto ideal. Es liviano, más alto, estábamos tranquilos y no nos falló en nada. Hasta en El Chaltén hicimos un tramo de nieve, como si nada pasara”, cuenta.
No falló en todo el viaje. Agarraban un pozo, se miraban y no pasaba nada. Luiyi cree además en la energía de la gente. Compartía fotos en el grupo de Facebook Descubriendo la 40 y recibía cientos de mensajes, comentarios de gente tirando buena onda.
“Denle para adelante, dan la vuelta al mundo, ténganle fe. Era el auto de mi abuelo, de mi padre. La gente se acordó lo fiel que es el auto y tiró buena energía. Se sentía, se me pone la piel de gallina. Había más que la respuesta del auto, estuvo esa energía que da la gente cuando te empuja a cumplir tu sueño”, juran.
Cruzaban camiones o gente en la ruta que los aplaudía, o hacía gestos de fuerza o le levantan el pulgar, fue inesperado. ”Es un auto que estuvo en el 70 por ciento de las familias. Un playero un día se emocionó, porque el papá lo llevaba a la escuela en una Renault 6. No pensamos hacer eso, pero se generó”.
El sueño no termina
Luiyi tiene una guardería de caballos, a la salida de la ciudad de Rosario. Ahorró un tiempo porque quería hacer este viaje. Cristian hace un reparto de productos químicos. Los que lo rodean, saben lo trabajador que es, lo fanático que es del auto y lo ayudaron.
Cargaron carpas y hasta Bariloche pudieron dormir afuera, pero después el frío los llevó a hostels, cabañas. En cada lugar tenía un plus por ser viajeros. “Nos sorprendió la solidaridad de la gente en la ruta, la buena onda de los gendármenes que nos paraban”, juran.
Dieron la vuelta en 16 días. Lo hicieron rápido, porque había que volver al trabajo, pero piensan volver. “Nos gustaría completar la ruta 40 hacia al norte, y volver al sur. Nos quedan muchísimos lugares, más historias y cosas de los pueblos, no terminaría nunca de explorarlo. Es un viaje para que dure meses”, concluyen y apagan el motor solo por un tiempo.
Por trabajo Luis Urli, o Luiyi, como le dicen muchos, había ido alguna vez a la Patagonia y las ganas de volver latían cada vez más fuerte. Se lo contó a un amigo Cristian Miralles y sin dudarlo le dijo “vamos a hacerlo”. Acondicionaron el auto y salieron sin rumbo, desde Rosario hacia Mendoza para agarrar la ruta 40 hacia el sur. Tenían la ilusión de llegar lo más lejos posible, pero no la certeza de hasta dónde podía responder el Renaut 6, modelo 73.
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