San Martín de los Andes se viste de otoño y brilla en estas fotos
Entrado abril, y hasta fines de junio, los ocres, los anaranjados, los rojos, los fucsias, todos los follajes comienzan a pintar un paisaje diferente en la cordillera. Es tiempo de mates, tranquilidad y contemplación.
Caen las hojas del calendario, y los tiempos de calma, de suaves luces rasantes, de caminatas apacibles que invitan a la reflexión, de amarillos, de ocres, de rojos. El otoño se presenta tibiamente en San Martín de los Andes, como el calor del sol en cada atardecer.
Cuando pasa mediados de marzo, en la Patagonia es un tiempo muy especial, delicado. Puede gustarte más, o menos, o nada, pero jamás pasará sin hacerte detener un momento a contemplar algunos de sus colores y aromas, de sus reflejos en los cristales de los lagos, de sus atardeceres mansos.
Apenas los álamos “amarillean”, y los cerezos “rojean” es el tiempo de cosechas de moras, manzanas, tal vez membrillos, y cuando ya sus hojas pierden algo de vigor, es tiempo de estar atentos a los hongos de pino, que, con las llegadas de las lloviznas y heladas matinales, tiñen al bosque de misterios y magia.
Son el complemento ideal para los paseos y cosechas naturales, por estos lares… También, para paladear los gustosos frutos: el sauco y la rosa mosqueta, de gran presencia, colorean los caminos y senderos.
Ya muy entrado abril, y hasta fines de junio, los ocres, los anaranjados, los rojos, los fucsias, todos los follajes comienzan su pavoneo otoñal, primero las lengas y raulíes, luego los ñires, y así hasta los robles pellín, cada uno en su punto justo.
Cada uno en su altura natural, en su hábitat de montaña y bosque, pero siempre con la generosidad y grandiosidad que la naturaleza nos suele regalar en su amabilidad.
Para esta parte, ya los días son siempre amables en colores y calores, los ritmos de presente parsimonia, invitan a los tiempos de mates, de charlas, de caminatas y lecturas, músicas, observación e introspección.
La Patagonia otoñal, con su espíritu lluvioso y de frio carácter, se prepara para el blanco, para los fríos que invitan a quedarse en casa, para las estufas a leña, para disfrutar los dulces ya macerados, las salsas de hongos y panes caseros. También jugar en la montaña y en el bosque, con sus nieves y sus azules, pero para eso aún falta.
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