San Martín de los Andes se viste de otoño y brilla en estas fotos

Entrado abril, y hasta fines de junio, los ocres, los anaranjados, los rojos, los fucsias, todos los follajes comienzan a pintar un paisaje diferente en la cordillera. Es tiempo de mates, tranquilidad y contemplación.

Caen las hojas del calendario, y los tiempos de calma, de suaves luces rasantes, de caminatas apacibles que invitan a la reflexión, de amarillos, de ocres, de rojos. El otoño se presenta tibiamente en San Martín de los Andes, como el calor del sol en cada atardecer.

Cuando pasa mediados de marzo, en la Patagonia es un tiempo muy especial, delicado. Puede gustarte más, o menos, o nada, pero jamás pasará sin hacerte detener un momento a contemplar algunos de sus colores y aromas, de sus reflejos en los cristales de los lagos, de sus atardeceres mansos.

Otoño,una calle, un barrio, los follajes, las plantas, el cielo y la lejana montaña, hacen de este San Martín de los Andes un lugar mágico en otoño. Foto: Patricio Rodriguez

Apenas los álamos “amarillean”, y los cerezos “rojean” es el tiempo de cosechas de moras, manzanas, tal vez membrillos, y cuando ya sus hojas pierden algo de vigor, es tiempo de estar atentos a los hongos de pino, que, con las llegadas de las lloviznas y heladas matinales, tiñen al bosque de misterios y magia.

Son el complemento ideal para los paseos y cosechas naturales, por estos lares… También, para paladear los gustosos frutos: el sauco y la rosa mosqueta, de gran presencia, colorean los caminos y senderos.

Una tarde de cosechas de hongos de pino, entre abrojos, conejos, «pinochas» y atmósferas de cuento, nos preparan para el deleite de recetas otoñales en la mesa. Foto: Patricio Rodriguez

Ya muy entrado abril, y hasta fines de junio, los ocres, los anaranjados, los rojos, los fucsias, todos los follajes comienzan su pavoneo otoñal, primero las lengas y raulíes, luego los ñires, y así hasta los robles pellín, cada uno en su punto justo.

Cada uno en su altura natural, en su hábitat de montaña y bosque, pero siempre con la generosidad y grandiosidad que la naturaleza nos suele regalar en su amabilidad.

En el bosque, cuando ya las lluvias hacen su trabajo de «barrido», las hojas del roble pellin comienzan a agruparse en enormes alfombras naturales, para deleite de los paseantes. Foto: Patricio Rodriguez

Para esta parte, ya los días son siempre amables en colores y calores, los ritmos de presente parsimonia, invitan a los tiempos de mates, de charlas, de caminatas y lecturas, músicas, observación e introspección.

Un poblador de la zona de Pil Pil, camino a cerro Chapelco, son «sus» bosque el fondo del Lago Lacar como marco natural en 8k.
Foto: Patricio Rodriguez

La Patagonia otoñal, con su espíritu lluvioso y de frio carácter, se prepara para el blanco, para los fríos que invitan a quedarse en casa, para las estufas a leña, para disfrutar los dulces ya macerados, las salsas de hongos y panes caseros. También jugar en la montaña y en el bosque, con sus nieves y sus azules, pero para eso aún falta.


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios