Viaje a la increíble ruta del jaguar en el paraíso del ecoturismo de Brasil

Cada vez más turistas se asoman a los tesoros ocultos de Mato Grosso para vivir aventuras como ver de cerca al mayor felino de América en el Pantanal. Lo que hay que saber para vivir esta experiencia inolvidable.

El jaguar en su mundo. Miles de turistas europeos y norteamericanos llegan para verlo en su hábitat natural, una experiencia que los argentinos empiezan a descubrir en Mato Grosso. Foto: Embratur Divulgación.

Bienvenidos al Brasil de los tesoros ocultos en la selva. El país desmesurado que convoca a millones de turistas con sus 7.000 kilómetros de costa y sus playas inolvidables de arenas blancas, morros y aguas cálidas, sorprende también con su otra cara, maravillosa como la icónica. Y por eso, ya no es secreta: atrae a miles de norteamericanos y europeos seducidos por el ecoturismo y los argentinos ya empezaron a descubrirla. El punto de partida es Cuiabá, la capital de Mato Grosso, el estado ubicado al centro oeste. Y la primera aventura es abordar la ruta Transpantaneira para recorrer sus 147 km de ripio y cruzar 126 puentes rumbo a Porto Jofre a lo largo de un épico camino elevado: de diciembre a mayo los ríos y la lluvia inundan la llanura. Entre vacas que pastan cerca de la orilla salen las lanchas hacia el reino del jaguar, el Pantanal. Es tiempo de navegar al encuentro del felino más grande de América.

Cuiabá: más de 900 mil habitantes rodeados de naturaleza en la capital de Mato Grosso, al centro oeste de Brasil Foto: Embratur Divulgación.

La mítica ruta Transpantaneira lleva a Porto Jofre, desde donde parten las lanchas rumbo al encuentro del jaguar. Foto: Embratur Divulgación

Bienvenidos a Pantanal


Bijú, experto piloto de lanchas, lleva a los visitantes al encuentro del jaguar.

Es una mañana con nubes en el horizonte y menos de 20 grados, fría si estás acostumbrado a más de 30 en invierno, como todos por aquí. Protegido con una campera, con un pañuelo al cuello, Bijú lleva la lancha con mano experta y mirada concentrada mientras avanza por el río con sus nueve pasajeros a bordo. El Cuiabá es ancho, profundo y marrón, con caimanes perezosos para cazar y bravos dorados con ese porte que desvela a los pescadores desde aquí hasta la Mesopotamia. En las márgenes, el sol se filtra de a ratos y pega sobre la copa de los árboles y los matorrales, de ese verde profundo tan brasileño. Allí, en las orillas, los yacarés son los dueños del territorio hasta que aparece el predador que puede con ellos incluso en el agua: se acerca sigiloso, los ataca, se sumerge, los arrastra a tierra, trepa barrancos con su presa. Aquí, en el Pantanal, el humedal más grande del mundo, el jaguar es el rey y la ruta que conduce a su hábitat para verlo a un puñado de metros atrae a viajeros de todo el planeta.

Las hembras protegen a los cachorros hasta que se independizan y van a ganarse su territorio. Foto: Embratur Divulgación

Detective de la selva


Bijú siente sobre sus hombros la responsabilidad de encontrar al jaguar, que para eso ha llegado tanto gringo al corazón de Mato Grosso, con sus pantalones y chalecos camuflados y teleobjetivos. El piloto tiene 58 años, la piel curtida y va atento a cada indicio como un detective de la selva: con un golpe de vista puede detectar una pareja de monos escondida en las ramas, una garza a punto de elevar vuelo a lo lejos o el brillo de los ojos del caimán detrás de un camalote. Marca cada hallazgo, pero tiene un objetivo entre ceja y ceja: encontrar al felino de la mandíbula implacable. No entra en sus planes fallar; no quiere ver turistas cabizbajos ni quedarse triste por eso.


Nacido en un pueblo de pescadores, no le teme ni al jaguar, ni al yacaré, ni a la anaconda, pero sí al búfalo, el gigante exótico introducido hace unos 10 años en este territorio donde reinan los hacendados, la soja genera fortunas y los buscadores de oro levantan morros grises de piedras apiladas. “El búfalo es traicionero”, explica Bijú, fiel a su estilo: habla poco, dice mucho. Y mira, escanea cada detalle de ese mundo salvaje que se abre ante sus ojos cada día, el que le ha permitido encontrar su lugar, una casa para vivir, alimentar a su familia, el sueño de tantos y tantas aquí y allá.

Veinte años atrás, encontró su oportunidad al comando de esta lancha. Pronto traerá a su nieto a conocer al jaguar y ya sabe que le dirá: “Cuidalo, ahí está tu futuro”. También lo ha dejado claro a sus viejos amigos al volver al pueblo: “Somos gente sin estudios, el turismo trae trabajo. No matemos animales, debemos protegerlos”.

80

especies de mamíferos, más de 650 de aves y 280 de peces hay en el Pantanal, Patrimonio Natural de la Humanidad.

¡Onca pintada!


«Cuando el jaguar no encuentra ciervos o carpinchos, va en busca del yacaré para alimentarse», explica María Neide, guía de turismo. Foto: Embratur Divulgación

Un colega le avisa por handy la zona dónde donde han visto al felino, pasando un barco de pescadores. Bijú pide que a nadie se le ocurra pararse y acelera. Cuando divisa a un grupo de lanchas en un recodo del río, como tres kilómetros más adelante, sabe que es el lugar indicado. “¡Onca pintada!”, exclama y sonríe por primera vez: así le dicen aquí al jaguar que merodea en la orilla, por esas manchas inconfundibles con las que se camufla en la selva amazónica. Pone la lancha en punto muerto, se acerca con el envión, sin ruidos, al punto de observación. Ahí va el rey de esta selva: camina lento, se intuyen sus líneas perfectas detrás del follaje, vuelve a aparecer unos metros más adelante. En este parque nacional deambula en libertad y se ha acostumbrado a la presencia humana de la que antes huía para no morir, explica María Neide, la guía de turismo con 20 años de recorridos aquí y todas las respuestas, a un grupo de cinco periodistas chilenos y argentinos. Unas cien personas lo observan desde diez embarcaciones.

Todos expectantes en las lanchas a la espera del jaguar y sus movimientos.

Bijú lo ha visto nadar para cruzar el Cuiabá, lo ha visto combatir con yacarés sin salir nunca derrotado, pero sabe que con tanta gente no es el momento para una de esas épicas escenas. Ahora, en cambio, el jaguar hipnotiza: se sienta a unos diez metros de las embarcaciones y nadie se mueve. La respiración se agita pero se contiene: son minutos de contemplar en silencio un extraordinario espectáculo natural, aunque por un instante no se sepa quién avista a quién.

Imponente. El jaguar en su territorio. Su expectativa de vida en libertad es de entre 12 y 15 años. Foto: Embratur Divulgación

Turismo de experiencias


Satisfecho, Bijú propone seguir viaje, buscar otra onca o un tuiuiú, el ave símbolo del Pantanal de porte sorprendente: metro 60 de altura, tres metros de envergadura y pico tan de Jurasic Park a la brasileña como los camiones adaptados con butacas para que los turistas avisten animales en la ruta Transpantaneira. A bordo de la lancha, Tania Neres asiente: hay mucho más para ver en la inmensa llanura inundada. De 52 años, paulista radicada en Salvador de Bahía y licenciada en Administración de empresas, se mudó a Brasilia: lleva dos meses como coordinadora de Afroturismo, Diversidad y Pueblos Indígenas, flamante cargo creado por el Embratur, la Agencia Brasileña de Promoción Internacional del Turismo.

Tania Neres, coordinadora de Afroturismo, Diversidad y Pueblos Indígenas de Embratur, en el nacimiento del río Claro en Mato Grosso. Foto: @pschwarzkopf

Tania lleva el apellido del hacendado que compró a su bisabuelo esclavo y aún quiere averiguar de qué parte de África fue arrancada su familia. Perdió a su padre de pequeña, cuando cayó de las obras para construir una estación del metro de San Pablo y por eso le escapa a los miradores de altura. Como Bijú, sabe lo que es esforzarse cada día para ganarse su lugar en el mundo y va por la vida con una sonrisa, las trenzas que se mueven a su paso, el orgullo de su piel y la convicción de que el turismo debe ser de experiencias, debe generar más empleos, más movimiento y que para eso debe incluir. Y la certeza de que cuánto más incluya, más grande será el negocio: le asombra que tantos aún no lo hayan considerado. Pero no está aquí para lamentarse, está aquí para impulsar cambios. Para que su gente, además de trabajar con el turismo, viaje cada vez más. Para que los visitantes lleguen a donde viven los pueblos originarios, a las pequeñas comunidades, como la ribereña de Bijú. Como él, piensa aprovechar la oportunidad.

-Vamos a buscar otra onca, Dijú -dice. Él le devuelve la sonrisa. La lancha avanza por el delta rumbo a nuevas aventuras. Asoma el sol en el Pantanal.

En la próxima nota: Aventuras en Mato Grosso

Más información: embratur.com.br / descubramatogrosso


Los precios de vuelos, hospedajes y la excursión en lancha


* La mejor época para viajar a Pantanal en busca del jaguar y otros mamíferos, aves y peces del mayor ecosistema del mundo es entre julio y noviembre, cuando ya pasó la época de lluvias y el nivel del agua es más bajo. La pesca es una buena opción en marzo y abril, con mayores caudales.

* Como destino emergente de ecoturismo, Mato Grosso y sus tres biomas (Pantanal, Cerrado y Amazonia) ofrecen grandes alternativas para combinar con la Ruta del Jaguar: entre ellas, cañones, cascadas, parques de aventuras, safaris fotográficos en vehículos adaptados, trekking, mountain bike, cabalgatas y snorkeling rodeados de peces en ríos de aguas cristalinas.

* La opción más barata para volar de Buenos Aires a Cuiabá en agosto cuesta $381.341 (Latam) con escalas en San Pablo y Brasilia. Pero las tarifas son dinámicas y conviene estar atentos a las ofertas entre Buenos Aires y San Pablo (2 hs 45 minutos) y de ahí a Cuiabá (2 hs 20 minutos), capital del estado de Mato Grosso en el centro oeste de Brasil.

* Si la alternativa elegida es alojarse en uno de los 30 eco hospedajes de la mítica ruta Transpantaneira, los precios arrancan en 150 dólares la noche para dos personas. «Nuestro objetivo es incrementar la la oferta de plazas para que haya precios más bajos», dijo a Río Negro Felipe Wellaton, secretario de Turismo de Mato Grosso.

* La salida en lancha desde Porto Jofre para avistar al jaguar vale desde u$s 400 por persona.


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