El Brexit de Donald Trump

Mirando al sur

Que las predicciones electorales no hayan acertado con el resultado de los comicios estadounidenses ni en el referéndum británico por el Brexit abre grandes interrogantes: ¿hubo algún hilo conductor entre esos dos procesos en países tan distantes como los Estados Unidos y el Reino Unido?

En junio, el mundo se sorprendió cuando la mayoría de los ingleses votaron por abandonar la Unión Europea (UE), el mayor bloque comercial y político del mundo. Y cuatro meses más tarde, Donald Trump pulverizó todas las especulaciones y será el próximo presidente de los Estados Unidos.

La mayoría de los análisis políticos y de los sondeos pronosticaban que ambos escenarios tenían muy pocas posibilidades de prosperar. Tanto en el referéndum británico como en las elecciones presidenciales estadounidenses, las encuestas fueron estrechando las diferencias entre las dos opciones, aunque en los días previos daban por ganadora a la opción que al final fue derrotada. Lo altamente improbable sucedió.

Esos acontecimientos políticos pueden ser vistos como una rebelión electoral de ciudadanos rabiosos. Una manifestación del descontento contra una clase política tradicional, desconectada y distante. Pero las cosas no son tan simples. Las fuerzas que guiaron esos desarrollos tienen raíces más amplias y profundas.

La clase trabajadora estadounidense que vio desplomarse sus ingresos, en particular desde la crisis del 2008, se ha sentido representada con el discurso de Trump. Con ello, el candidato republicano logró captar el voto de cinco estados que en dos oportunidades le dieron el triunfo a Obama, y rompió un supuesto muro azul demócrata en zonas rurales y semiurbanas de una vigorosa tradición industrial perdida: el Rust Belt.

Pennsylvania y Michigan, por ejemplo, son áreas impactadas por la globalización y, desde la década de los 80, millones de puestos de trabajo vinculados a la industria pesada (Pittsburgh) y a la industria automotriz (Detroit) se han perdido. A pesar de los esfuerzos por desarrollar los sectores de servicios y tecnológicos, aún siguen lidiando con los problemas de reconversión laboral.

Algo parecido ocurrió con el Brexit, los votos de la clase trabajadora del norte del país y de Gales fueron decisivos para darle el triunfo a la opción de dejar la Unión Europea, incluyendo a ciudades como Sheffield, Bradford y Birmingham, histórica cuna industrial del país.

Los votantes de Trump integran un grupo demográfico similar al que respaldó el Brexit: personas mayores de 45 años y mal equipados para buscar alternativas laborales. Pero la relación más directa de un factor sociodemográfico con el voto fue la del nivel educativo de los votantes. A menor nivel de estudio, mayor fue el porcentaje que se inclinó a favor del Brexit y de Trump.

Se trata de sectores que han visto naufragar sus perspectivas laborales y económicas frente a la inmigración, a la competencia global, al progreso tecnológico y a la creciente desigualdad. A su vez, perciben a la globalización más como un problema que como una oportunidad, y sienten que habitan un mundo al que difícilmente podrán acceder.

Los jóvenes estadounidenses –más permeables a los cambios– se inclinaron por Hillary Clinton del mismo modo que lo hicieron los jóvenes británicos por la permanencia en la UE. El 75% de los británicos que eligieron esa opción eran electores entre 18 y 24 años, el 58% de los estadounidenses comprendidos en esas edades votaron a Clinton.

Pero no se trata de una cuestión de ricos contra pobres, sino de falta de expectativas de progreso. De aquellos que sienten nostalgia por una época que saben que no volverá. Ese sentimiento excede a lo ocurrido con el Brexit y en las elecciones estadounidenses. En un contexto de estancamiento económico-comercial mundial, hay un problema que la economía aún debe resolver: la globalización y el progreso tecnológico excluyen del entorno laboral a millones de personas.

La lección de estos dos procesos es reconocer que existe una división entre aquellos que perciben el futuro con esperanza de progreso y otros que han sido postergados y ven sus medios de vida deteriorados. Esa división seguirá conduciendo la vida política de los Estados Unidos, de Europa y de otras partes del mundo durante los próximos años.

*Abogado y diplomático

Pennsylvania y Michigan son áreas impactadas por la globalización y, desde los 80, millones de puestos de trabajo vinculados a la industria pesada y la automotriz se han perdido.

Algo parecido ocurrió con el Brexit, los votos de la clase trabajadora del norte del país y de Gales fueron decisivos para darle el triunfo a la opción de dejar la Unión Europea.

Datos

Pennsylvania y Michigan son áreas impactadas por la globalización y, desde los 80, millones de puestos de trabajo vinculados a la industria pesada y la automotriz se han perdido.
Algo parecido ocurrió con el Brexit, los votos de la clase trabajadora del norte del país y de Gales fueron decisivos para darle el triunfo a la opción de dejar la Unión Europea.

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