Reforma migratoria y delito: ¿necesidad o efectismo?

editorial

El reciente decreto del presidente Mauricio Macri en orden a restringir el acceso y acelerar el sistema de expulsiones de los extranjeros que delinquen volvió a poner en la mesa de discusión el enfoque dado al tema de seguridad, a menudo plagado de medidas efectistas pero con escasez de soluciones de fondo.

A estas alturas casi nadie discute el derecho de cada país de regular sus sistemas migratorios, siempre que lo haga dentro del merco del respeto de los derechos humanos y evite los actos de discriminación.

En este caso, el gobierno aseguró que sólo se endurecerá el trato a los extranjeros que tengan actitudes reñidas con la ley, tanto en su país como en el nuestro, y que los derechos de quienes vienen de buena a fe a trabajar o a estudiar se mantienen sin ateraciones.

De hecho, según algunas encuestas, un 83% de la población está “muy o bastante de acuerdo” con prohibir la entrada al país de extranjeros con antecedentes penales y un 88% respaldó la creación de un “trámite exprés” para expulsar a quienes cometen delitos.

Sin embargo, desde el principio, la presentación del informe estuvo plagado de frases desafortunadas y datos sesgados, que podrían alentar malentendidos. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich afirmó que los extranjeros detenidos en el país alcanzan al 6% de la población penal, pero que en relación a los delitos vinculados a las drogas el porcentaje trepa al 33%, para luego ligar a la inmigración peruana boliviana y paraguaya (las tres corrientes más fuertes en la actualidad) con el narcotráfico.

El chequeo de la información hecha por medios y ongs reveló que las comparaciones de la ministra eran erróneas, y que si se toma en cuenta el total de la población carcelaria del país la cifra se reduce a la mitad, un 17% y el total de extranjeros vinculados al tema drogas estaría en menos del 0,1 % de los habitantes del país, la mayoría en casos de consumo y tráfico a pequeña escala. Es decir: la mayoría cayó como “mula”. Además, por ser un delito transfronterizo, el narcotráfico siempre ha tenido un porcentaje más alto de extranjeros involucrados. De hecho, se reveló que el 50% de los argentinos detenidos en el cárceles del exterior están presos en causas vinculadas al transporte o consumo de droga.

De allí que se generarr preocupación de que con estas improvisadas generalizaciones se pudiera estigmatizar y alentar actos discriminatorios a la población extranjera residente, tal como se evidenció en la catarata de expresiones xenófobas que se vertieron en las redes sociales y medios durante del debate de la iniciativa.

Pero más allá de este aspecto, quizás lo más preocupante es que el gobierno estuviera centrando su estrategia de combate al narcotráfico en medidas que poco tienen que ver con el núcleo del problema. Como aquellas autoridades que ante los crecientes hechos de inseguridad saturan las calles con numerosos patrulleros y agentes policiales para demostrar que “se está haciendo algo”, sin un plan estratégico que ataque las causas profundas del delito.

La mayoría de los especialistas aseguran que en el combate al narcotráfico, más importante que las personas, lo central es la penetración del crimen organizado a través de la importación de métodos y sistemas que encuentran mano de obra local dispuesta y sistemas institucionales cómplices que permiten su arraigo. Como señala la experta Laura Etcharren “no hay que olvidar que los narcos de otros países ingresaron a la Argentina por el terreno que le abrieron argentinos. Sin base local delictiva, no hubiese habido importación criminal”. Por eso más allá de los anuncios, sigue sin conocerse un plan estructurado y federal para desbaratar las redes de microtráfico, el transporte de precursores y sustancias químicas como la efedrina, la optimización del control fronteras o la erradicación de mafias en aduanas, policías provinciales . Tampoco el ataque a un pilar de la actividad narco como el lavado de dinero, entre otros.

Las recientes medidas parecieran más bien un apresurado armado de iniciativas desestructuradas, efectistas y producto más de intuiciones de escritorio que de diseños estratégicos basados en inteligencia efectiva e investigación científica de campo sobre el flagelo del narcotráfico.


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