El hotel que desafió la altura de Neuquén

El Comahue se inauguró en 1972. Por sus habitaciones pasaron desde célebres cantores hasta presidentes de la Nación. Durante décadas fue el más alto de la ciudad capital.

En 1972, la ciudad todavía era plana y la constructora Sol Jet levantó el Hotel Del Comahue. Los vecinos que nunca en su vida habían visto un ascensor, veían la mole de cemento como una postal de futuro. Luego, se convirtió en el testigo lungo de años de historia, personajes que por allí pasaron y devenires de la política.

En 1975 lo compró el Sindicato de Luz y Fuerza. Oscar Smith, secretario general, junto al gobernador Felipe Sapag, el 2 de Octubre de ese año, descubrieron una placa y comenzó a funcionar. Pero en 1976 el golpe de Estado del militar Jorge Videla llegó para escribir la página más oscura de la Argentina e intervinieron el sindicato y el hotel.

“A los gerentes los nombraban los interventores. Se pagaban cosas que no existían, dos pisos se los quedaba el recaudador”, cuenta Oscar Polizzo, quien se convirtió en administrador con la vuelta a la democracia. Hoy, sentado en una mesa del bar Viento Sur recuerda como ese lugar le cambió la vida.

En el 85 estaba en Paraná y desde el sindicato le ofrecieron ir a Neuquén o Misiones. Pensó que estaban cerca del verano y en el norte los mosquitos los llevarían a cococho y se vino a conocer el sur. “La ciudad era un polvorín. La juventud explotaba. Pude ubicar a los chicos en las escuelas y decidimos aceptar”, cuenta mientras pide un café con crema.

Al llegar, había mucho trabajo por hacer. Hubo que cambiar las cañerías que estaban mal, las alfombras, la ropa de blanco y de las 5 suites, una se hizo presidencial. “Cambiamos las sabanas. Por un servicio de lujo no podías dar vuelta la sábana y que esté el símbolo de Luz y Fuerza”, recuerda y pone un sobre de azúcar en la taza.

“Hubo que poner disciplina”, dice y recuerda el día que con su hermano bajaron por una escalera a un salón lleno de espejos y se encontraron con un boite que se llamaba Hebros. “No podía estar ahí”, dice y no quiere dar detalles, pero confirma que eso pasó a ser un depósito.

El hotel siempre trabajó muy bien. El salón se arregló y se inauguró para cumpleaños, casamientos, tango y más. Manejaban 94 habitaciones y 5 suites. María era la cocinera, la gobernanta se llamaba Raquel Barriga y Pichi Muñoz pasó a ser el metre. Se arrancaba muy temprano para que personalidades de la cultura, la música y presidentes tengan una buena estadía. “Cuando llegó Alfonsín, me acuerdo que justo el gremio de los gastronómicos había dictado una huelga. No teníamos gente en la cocina ni quién lo atendieran así que con mi familia le preparábamos el café con leche y se lo llevábamos. María le hizo la comida”, dice.

Años más tarde, una mañana, le avisaron que había un hombre que vigilaba todo. Se hospedaba allí, bajaba al hall con un diario y miraba a los que pasaban. Era Ramón Hernández que venía a ver la seguridad para preparar la llegada del presidente de la Nación Carlos Menem.

“Cuando llegó el hall estaba lleno de gente. En un momento veía la palmera de cobre caminar. Le pregunté al tipo y me dice me la estoy robando. Era la campaña de síganme, cuando a Menem se le paró una paloma en el hombro y dijo ‘ven que traigo la paz’, que turco sinvergüenza”, recuerda entre risas.

Los músicos también pasaban por ahí. Los viernes y sábado se hacía un show en el salón dorado, con las personalidades del tango a nivel nacional: Enrique Dumas, Rosana Falasca, Argentino Ledesma, Chiqui Pereyra, María Graña, Alberto Marino, entre otros.

“Víctor Lastreto hacía una publicidad invitando a los chacareros, que vengan y se queden a dormir acá. Juntábamos 300 personas, Sobisch era una fija, Felipe vino poco porque decía que no le gustaba el tango, le gustaba la guaracha. Dejaba pérdida, pero era publicidad, porque la gente después volvía”, cuenta Oscar antes del último sorbo de café.

El empresario hotelero Manuel Álvarez Argüelles lo compró en Octubre del 90. Después del Hotel Costa Galana (Mar del Plata), éste es el segundo en importancia que posee. “Fue una venta casi obligada por intervención de Eduardo Menem y dejé de ser el gerente. Pero esa es otra historia”, dice.

El hotel todavía funciona con buen nivel de huéspedes. Personas elegantes entran y salen por la puerta vidriada y el conserje los saluda con atención. Frente a ellos pasa Oscar, recuerda la palmera que se movía, a los cantantes de tango y a la cocinera María. Dice que está todo muy lindo y festeja que continúe acunando la historia de Neuquén.

Datos

Turismo llamaba al Hotel del Comahue para saber cuál era su precio. De ahí fijaba el costo para otros alojamientos.

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