Es hijo de desaparecidos y lucha por saber quién asesinó a su tía

Paralelamente mantiene vivo el reclamo de justicia por el brutal crimen de su tía Noema Acuña, la mujer que lo crió, asesinada a palazos hace 15 años.

Pablo Hodola sabe de luchas. De esas que son silenciosas, pero no por ello menos persistentes. Tiene 42 años, es hijo de desaparecidos y aún hoy espera saber dónde están sus padres. Sin embargo, esa búsqueda no es la única. Es que Pablo carga sobre sus espalda la incertidumbre y el permanente pedido de justicia por el crimen de su tía Noema Acuña, la mujer que lo crió ante la ausencia de sus padres y que hace 15 años fue asesinada y enterrada en la barda de Neuquén. Hasta hoy, no hay culpables por ese crimen.

Pablo abre las puertas de su casa e invita a la charla pausada. Tal vez es tan doloroso lo que tuvo y tiene que atravesar, que necesita hablar con tranquilidad, esa tranquilidad que le permite además, hacerlo con claridad.

Este hombre, es hijo de Oscar Hodola y Sirena Acuña, secuestrados en un operativo que realizado en mayo de 1977, en Buenos Aires, donde la pareja había huido porque ya los buscaban en la comarca petrolera. Pablo, que era un bebé de un año y ocho meses, se quedó con una vecina esa noche y durante los siguientes cinco días. A diferencia de muchos otros hijos de desaparecidos, que fueron apropiados por las fuerzas de seguridad, él pudo regresar con su familia de origen. “Vivíamos en el barrio Soufal (de Huincul), detrás de la escuela 22”, recuerda. Allí sus padres habían levantado una prefabricada en el patio de casa de sus abuelos paternos. Oscar trabajaba en el sector de Coordinación Administrativa de la YPF estatal, en el momento en que fue secuestrado. Pero antes, estuvo en la construcción de la represa El Chocón, y en la fábrica de pilas Vidor en Neuquén. Su mamá, era ama de casa y por lo que pudo reconstruir, ellos se conocieron en el entonces Campamento Central de YPF, donde vivían a dos cuadras de distancia una familia de la otra: los Hodola y los Acuña.

“Soy hijo único, y en aquel momento, mi papá tenía una actividad muy comprometida partidariamente. Era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT. Y como toda mi familia Hodola, estuvo vinculado a la iglesia católica”, sostiene.

En 1974, Oscar ingresó a YPF. “Fue un militante social y comprometido desde su lugar y todo lo que aprendió creo que fue dentro del trabajo con la iglesia en la orden de los salesianos”, menciona.

Es así que la familia “pasó a la clandestinidad” desde noviembre de 1975 hasta el 12 de mayo de 1977, cuando sus padres fueron secuestrados. Hasta hoy no se sabe qué ocurrió con ellos.

Cuando su abuela paterna Irma logró recuperarlo, hablaron con la familia materna de Pablo y acordaron la crianza. En toda la etapa primaria, iba a quedarse con la familia de su mamá.

“Tuve una infancia muy bonita, en barrio Central. Criado entre mujeres (hermanas de su madre) porque los dos varones ya trabajaban. Me crié con Josefa, Nancy, Noema, Elvira, además de la abuela Ana”, recuerda.

Y en esta etapa de su vida comienza a jugar un rol fundamental Noema, su tía, su protectora “De todo se hacía cargo la Noe. Cualquier cosa que me pasaba estaba ella. Se hizo cargo de todas las cosas que me hicieron falta, Noema y mi abuela me las dieron. No me faltó nada”, describe.

Noema fue la “mamá” de Pablo. Se encargaba de las cuestiones cotidianas como cocinarle, arroparlo, llevarlo a la escuela y también a pasear. “Hacíamos barriletes, Noema preparaba el engrudo, y como el patio daba al campo, salíamos a remontarlos”, cuenta con ternura.

En los 80 se mudaron al barrio General San Martín –500 Viviendas– y allí en el acceso B13, departamento “A” de la planta baja, se crió. Fue a la escuela del barrio –la 143– y por más que lo separaban unos metros desde su casa hasta la escuela, Noema siempre lo iba a dejar y lo esperaba a la salida.

Si bien nunca le pudo decir “mamá”, la sintió como tal. “Noe es la persona que me crió y es la que hoy, si tuviera algún problema, recurriría sin dudar”.

Búsqueda de Justicia

“Cuando uno se sube en el barco de la defensa de los derechos humanos, no es sólo un acto político, es mucho más que eso. Uno intenta contar lo que le pasó y no pagar con la misma moneda, porque sino de qué construcción de sociedad hablamos”, subraya Pablo.

Dice que ya no confía en la justicia y su argumento lo sostiene en los 15 años que se cumplieron el miércoles del homicidio de su tía Noema, y del que no hay culpables ni responsables.

“Dejás de creer cuando te das cuenta que la justicia la integran personas que hacen lo mismo que vos. En el sentido que son las que asumen su tarea como un trabajo más, muchas veces me siento una mercancía porque con lo que me pasó les doy de comer a ellos”, refiere.

Todo según su visión “se circunscribe a una cuestión de elite, a defenderse entre ellos. Entonces, cuando te das cuenta que la justicia como valor, creo que existe. Ahora, las personas que la integran me están demostrando que esa justicia no existe”.

La causa penal por el crimen de Noema, “es probable que esté prescripta”. “Creo que ha visto algo que no le convenía a otros. ¿Qué? No lo sé. Pero sí se que tanto el que mandó a matarla como el que la mató, están acá en Cutral Co. Me permito creer eso propio de haber leído el expediente”.

“A mí, quien me diga dónde están los cuerpos de mi mamá y mi papá… me voy a mi casa”,

repite Pablo, todavía

con esperanza.

Por el crimen de Noema hubo cinco detenidos, pero fueron liberados 7 meses después porque no coincidió ninguno de sus ADN con los hallados en el cuerpo.

A Noema la encontraron enterrada en Neuquén

El 25 de octubre de 2002, Noema Acuña salió de su casa (el departamento en planta baja de las 500 Viviendas que ocupaba junto a su madre), rumbo a Neuquén. Lo hizo en su Chevrolet Corsa rojo y del que iba a pagar una cuota en la capital neuquina. Tenía previsto retornar a las 7 de la tarde. Sin embargo, nunca volvió. Esa misma tarde su cuerpo fue encontrado semienterrado en la meseta neuquina y su vehículo, abandonado en Cipolletti. Su crimen nunca fue esclarecido.

Ese 25 de octubre, hubo asueto en Cutral Co porque el acto central por el aniversario de la ciudad (que es el 22) se había postergado para esa fecha. Noema aprovechó que no tenía que ir a trabajar (era administrativa en la inmobiliaria Chatelain) y decidió viajar a Neuquén.

Salió alrededor de las 9 y avisó a la empleada que cuidaba a su madre, que volvería alrededor de las 19. Se había puesto un pulóver fino de color celeste, un pañuelo, tipo chalina verde, un pantalón de vestir azul, y un saco verde oscuro. Además, tenía un rosario.

De lo que se pudo establecer, Noema tomó la Ruta 22 y llegó al menos hasta Plottier. Después no se supo qué ocurrió con ella. Dos crianceros, a caballo encontraron su cuerpo semienterrado y tapado con una alfombra de un auto, en plena meseta neuquina. Los perros que los acompañaban volvieron sobre sus pasos al olfatear que había algo en ese lugar. Eran alrededor de las 14 de ese mismo día. Era una picada, cercana a la entrada de Pluspetrol, entre Neuquén y Centenario.

Después se conoció que la policía de Cipolletti, había ubicado un auto abandonado en la calle Estado de Israel, en inmediaciones del barrio Labraña. Era el vehículo de Noema. La documentación era de ella. La mujer tenía dos profundos cortes en la cabeza.

Mientras esto ocurría y cuando se desarrollaba el acto aniversario de Cutral Co con la presencia del gobernador a escasas dos cuadras, cinco detenidos se evadían de la comisaría 14°: Carlos Héctor Sosa, Roberto Valdebenito, Jorge Sampoñia, Esteban Navarrete y Walter Damián Troncoso. Dos de ellos estaban detenidos por homicidio y los restantes por robo con armas.

De inmediato se vinculó su fuga con el horrendo crimen de Noema. Los recapturaron y los imputaron por el crimen de la mujer. La causa recayó en la Fiscalía a cargo de Sandra González Taboada y bajo la órbita del juzgado N° 5 de Neuquén capital.

Los restos de ADN que Noema tenía en sus uñas se cotejó con el de los cinco hombres. Siete meses después, el resultado fue negativo y los hombres fueron liberados de la causa. Desde entonces, no hubo más imputados por el crimen.

Para Pablo, “hay muchas coincidencias que sucedieron ese día. Hubo personas de Cutral Co que estaban en Neuquén. Las personas que avisan de la muerte de Noema, no le avisan a la familia si no a esas dos persona que estaban en Neuquén”.

“La fiscal González Taboada no escuchó a la familia cuando le dijimos que no habían sido los evadidos. Noema tenía restos de piel de un ADN de un hombre, que está conservado”, reveló.

Para Pablo, su tía vio algo que “no le convenía”. Cree que tanto el que la mandó a matar como el que lo hizo siguen viviendo en Cutral Co.

Padres comprometidos que no pudieron evitar el secuestro

Oscar Hodola y Sirena Acuña fueron secuestrados por un operativo del Ejército realizado la noche del 12 de mayo de 1977, en la casa que ocupaban en Villa Udaondo (partido de Ituzaingó) en Buenos Aires. El único hijo que tenían, Pablo tenía 20 meses y quedó a cargo de una vecina por unos días, hasta que sus abuelos viajaron a buscarlo.

Pablo logró reconstruir su historia. Del lado paterno, su abuelo era carpintero en YPF y su abuela tenía la academia de dactilografía “Santa Teresita”. Los abuelos maternos, Alejandrino, trabajaba en YPF en la zona de Challacó y su abuela Ana Rosales, era ama de casa y con nueve hijos.

“Mi mamá fue a dactilografía a la academia de quien después fue mi abuela paterna”, cuenta. De su padre, Oscar, sabe que terminó la primaria en la escuela N° 22 y, a través del padre Santos fue al colegio salesiano en Fortín Mercedes. Tabajó en El Chocón y cuando regresó a Huincul, ingresó a YPF. Oscar se inclinó “por algo más comprometido para el contexto de la época político y social. Mi papá se volcó hacia el PRT”.

“Cuando yo tenía 3 meses y vivíamos en el barrio Soufal (de Huincul) se hizo el primer operativo. Lo buscaban por sus actividades en el pueblo y en YPF. Era delegado en la lista Celeste de SUPE y tenía una participación combativa y comprometida por sus convicciones”, relató Pablo con gran precisión. Fue el momento de decidir pasar a “la clandestinidad”.

Viajaron en tren hasta La Plata, vivieron en una capilla y a principios de 1977, en febrero, se fueron a vivir a la Villa Udaondo. Allí fue el secuestro, el 12 de mayo de 1977. Una vecina logró salvarlo y su familia luego viajó a buscarlo.

Dato

Estuvo investigando el perito Enrique Prueguer y se ofreció la posibilidad de ir al lugar. Y él tiene una propuesta pero la Fiscalía no la ha aceptado”,

comentó Pablo sobre la investigación de la muerte de su tía Noema.

Datos

“A mí, quien me diga dónde están los cuerpos de mi mamá y mi papá… me voy a mi casa”,
Por el crimen de Noema hubo cinco detenidos, pero fueron liberados 7 meses después porque no coincidió ninguno de sus ADN con los hallados en el cuerpo.
Para Pablo, su tía vio algo que “no le convenía”. Cree que tanto el que la mandó a matar como el que lo hizo siguen viviendo en Cutral Co.
20
meses tenía Pablo cuando sus padres fueron secuestrados en la casa que ocupaban en Villa Udaondo, Buenos Aires.

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