El preso que quiso ser abogado… y lo logró

Miguel Zeballos delinquió cuando era muy joven y fue condenado a 12 años de cárcel. En prisión decidió cambiar su vida y estudiar. Purgó su pena y se recibió. “Quiero ayudar”, dice.

Hace cuatro días, Miguel Ángel Zeballos, un joven “porteño” y exrecluso que reside en el barrio Fiske Menuco de Roca, se recibió de abogado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNC.

Zeballos tiene 34 años, de los cuales 12 los pasó en prisión. Cursó la mitad de su carrera con salidas transitorias y ahora que logró el visto bueno en la alta casa de estudios como abogado quiere usar las leyes para transformar la sociedad, creando redes de contención socioproductivas para prevenir el delito.

Miki, como le dicen sus amigos y es conocido en los pasillos de la facultad, encarna la historia de un pibe como cualquiera, nacido en las grandes urbes de la Argentina, hijo de una familia humilde que tuvo más necesidades que posibilidades.

A los 16 delinquió y cayó preso. Pagó con 12 años de prisión en el fuero federal. Estuvo en las cárceles de Devoto, Marcos Paz, Ezeiza, luego fue trasladado a la Unidad Nº 9 de Neuquén y después a la Colonia Penal Nº 5 de Roca, donde purgó pena hasta el 2014, año en que recuperó la libertad.

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“Ese era mi mundo, mi vida. Fui construyendo lazos que no eran saludables. Tenía padres separados; mi mamá trabajaba todo el día. Uno empieza a transitar, a crecer”, contó a “Río Negro”. “Pero un día dije hasta acá llegué. Fue un proceso. Vi mi capacidad, me sentí útil”, y fue entonces cuando decidió prepararse para correr la “carrera” más importante de su vida: ser abogado.

Luego de muchas trabas, en el 2011 consiguió las salidas transitorias por estudio. A buen ritmo pasó a dominar las normas y códigos vigentes, con una pasión y voluntad admirables.

“Yo luchaba por estudiar una carrera, pero el servicio penitenciario no me ayudó”, recapituló. Aun así, en seis años y algunos meses, a fuerza de constancia y autodeterminación se recibió.

“Tres materias por cuatrimestre”, se repetía a sí mismo alojado en su celda. En el 2015 salió en libertad con 17 materias aprobadas y el resto las terminó en libertad, ya inserto en el plano laboral también como ayudante de cocina y luego en la Senaf.

Fue su propia experiencia de vida la que lo llevó a elegir Abogacía. “El Derecho lo viví en carne propia por haber estado privado de mi libertad. Siempre me interioricé sobre cuál era mi situación procesal y penal. Siempre estuve muy apegado al Derecho. Muchas veces yo hice mi propia defensa”, comenta Miguel.

“Tuve que pedir para que se empiecen a respetar mis derechos dentro de la unidad carcelaria. Uno pierde la libertad pero no pierde los derechos a poder acceder a una mejor calidad de vida dentro de la institución”, contó.

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Hoy, todavía conmocionado por su logro, balanceó que el paso por la facultad y los “sanos” vínculos que generó lo ayudaron a estar como está: “con un título, recibido de abogado después de tanto sufrimiento y tanto dolor”.

“Le agradezco a la universidad por haberme abierto las puertas y dejarme transitar, el paso por la universidad me dio todo. Me sentí muy contenido por mis compañeros, profesores, autoridades, que nunca me discriminaron y siempre me escucharon”.

“No soy una excepción”

Miguel no se considera un privilegiado ni mucho menos. La clave fue “tomar la decisión”, pero considera que “faltan redes de contención y apoyo para que el resto lo haga posible en una sociedad que estigmatiza y excluye”.

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¿Y el mundo de la cárcel cómo es? le preguntamos. A lo que Miguel respondió: “Es un mundo en el que la violencia está latente todo el tiempo, por donde la mires. Las relaciones internas, todo el sistema penal es un sistema violento”. Una realidad carcelaria potenciada porque los que deberían dar respuestas no lo hacen. Es decir, violencia “en el marco de un Estado ausente”, finaliza Miguel.

Libros, la otra historia en la vida de Zeballos.
César Izza

“Después de la cárcel, sigo siendo la misma persona de siempre pero con otros hábitos, ahora lo que quiero es construir”.

Miguel Zeballos cuenta su nueva manera de encarar la vida, siendo útil.

Ideas para trabajar en prevención y reducir conflictos pospena

El trabajo universitario

en el ámbito carcelario

Para estudiar en la universidad un recluso debe cumplir con una serie de requisitos ineludibles que le brindarán la posibilidad de acceder a la casa de altos estudios.

Dentro de esos requisitos están los siguientes:

• Debe haber cumplido al menos con la mitad de la condena

• Exhibir buena conducta

• Tener concepto, fase de progresividad e informe criminológico positivos.

Desde la Secretaría de Administración Académica de la Fadecs aseguraron que este año para el ciclo lectivo 2018 todavía no tienen ningún inscripto bajo régimen carcelario, pero que han tenido al menos dos el año pasado.

“Los alumnos en régimen carcelario reciben el mismo tratamiento que un alumno particular. No están separados del resto. Para nosotros es uno más. Sólo cuando tienen que rendir los acompaña algún efectivo”, comentaron desde la Fadecs.

El decano Andrés Ponce de León aseguró que actualmente se trabaja con proyectos de extensión con el Penal II.

“Hay docentes que trabajan en el penal dictando cursos. Desde la Fadecs donamos máquinas para que terminen una sala de informática en el penal”, comentó Ponce de León.

Traje a rayas y mensaje en el gorro para celebrar la graduación.
Gentileza

Datos

“Después de la cárcel, sigo siendo la misma persona de siempre pero con otros hábitos, ahora lo que quiero es construir”.
Luego de haber conocido en la práctica y en teoría el sistema punitivo durante tantos años, el joven y nuevo abogado quiere cambiar la mirada.
Dice Miguel Zeballos: “Quiero hacer derecho preventivo, dejar de utilizarlo como un modo de sancionar y hacer un trabajo de contención en red, que todos seamos responsables de las transformaciones”.
“Se trata de redes para la generación de herramientas colectivas de inserción, capacitación, educación y trabajo, para reducir el conflicto pospena y también como trabajo preventivo”.

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