El vino, un proyecto familiar de exportación

“Describir un vino no es lo mismo que vivir la experiencia de beberlo. El vino tiene personalidad y carácter; por eso, mientras más se conozca de la cultura del vino, más se disfrutará de esta singular bebida”. Son las palabras de la reconocida sommelier Anneliese Von Quednow. Es también parte del arte que se respira en las entrañas de Bodega Miras en la ciudad de Cipolletti.

Su propietario, Marcelo Miras, es un conocido enólogo en nuestra región. Oriundo de San Rafael, en la provincia de Mendoza, se radicó en el Alto Valle en el año 1990 para trabajar en Humberto Canale. En el año 2002 se hizo cargo del proyecto de iniciar desde cero las Bodegas del Fin del Mundo, donde logró conformar un gran equipo de trabajo, y donde fue Gerente de Enología hasta diciembre del año pasado.

Bodega Miras es un sueño que nació en el año 2001. El reconocido enólogo danés Hans Vinding Dier era en ese momento asesor en Bodegas de Fin del Mundo e iniciaba la elaboración de lo que luego se convertiría en Bodegas Noemia. Vinding animaba a Miras a lanzarse con un par de barricas para compartir con familia y amigos, y así fue que comenzó la producción. Para el año 2005, el par de barricas se habían convertido en 6.000 botellas. Fue en ese año que toda la familia se incorporó al proyecto, y se conformó la empresa con la configuración actual. Pablo Miras, hijo de Marcelo está a cargo del área comercial . La producción alcanzó las 60.000 botellas en 2015 y esperan cerrar este año con más de 100.000 botellas.

“Desde el principio, la premisa fue la calidad. Un producto como el vino, tan fino, tan delicado y que conlleva tanto trabajo, requiere que pongamos toda nuestra dedicación, nuestro conocimiento y nuestro cariño”, explica Miras. Mejorar año tras año, aprender de los errores, y lograr cada vez mejores vinos, es la hoja de ruta en la bodega.

Se trabajan dos líneas bajo la misma marca. “Miras joven” es un vino varietal no estacionado en roble, con un precio en vinoteca en torno de los $130. “Miras crianza” en cambio, es un vino de alta gama con crianza en barricas de roble, cuyo precio sugerido es de entre $270 y $300. Las variedades son semillón, chardonay, torrontés riojano, entre los blancos y pinot noir, cabernet franc, cabernet savignon, merlot y malbec en tintos. También se produce un corte conocido como “pinot salvaje”, mezcla de savignon blanc y pinot noir.

El objetivo actualmente es trabajar cuidadosamente los volúmenes, buscando afianzar la posición en el mercado interno, y abrir nuevos mercados en el exterior. La marca ya tiene presencia en EE. UU., Brasil, Perú, Canadá, Dinamarca, Bélgica, y se esta incursionando en China. En la región, las dos etiquetas de la bodega se comercializan en vinotecas y restó. El destino del producto es 60% mercado interno y 40% el exterior. La mayor parte de las uvas utilizadas proviene de los viñedos propios en la zona de Cervantes y Guerrico.

El enólogo se enorgullece de no haber recibido nunca aportes de capital ni de inversión, por fuera del círculo familiar. “La base del éxito es la confianza en uno mismo. Estamos convencidos de que somos buenos en lo que hacemos. Pusimos todos nuestros ahorros, y fue una muy buena jugada, que hoy se ve confirmada”.

Hasta el año pasado, cuando se inició la planta propia a la vera de la Ruta 22 en Cipolletti, la producción era realizada en bodegas de terceros, lo que implicó todo un desafío.

Hoy ya establecida, Bodega Miras no solo se convierte en otra parada obligada dentro de la ruta del vino, sino que promete sorprender aún con nuevos sabores.

Datos

“Lo apasionante para quienes trabajamos en la vitivinicultura es que la viña vuelve a darte revancha año tras año”,
afirmó Marcelo Miras, enólogo, propietario de Bodega Miras.

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