Plaza Huincul 1960,Rincón de los Sauces 2007

Median casi cincuenta años entre una y otra fecha señalada en el título. Cabría esperar que estuviésemos mejor en ambas localidades, si es que el progreso es indetenible, como sostienen algunos optimistas. Ambas localidades viven y vivieron de la explotación del petróleo. Recurso no renovable vital para que el progreso aludido tenga lugar en sus comarcas.

Plaza Huincul asentó población porque en el subsuelo se halló el rico mineral, entonces explotado por una empresa estatal que, algunos recordarán, llevaba el nombre de YPF. Lo mismo puede decirse de Rincón de los Sauces, en el noroeste de la provincia, distante de la capital 220 kilómetros. La diferencia estriba en que allí no está ya YPF.

Y hablo de Plaza Huincul de los 60 porque es cuando personalmente la conocí. Era aun por ese entonces, a tantos años del descubrimiento del petróleo del pozo número uno, un oasis en medio de la planicie que la rodeaba. Allí se erigían dos prolijos barrios con casas de material con comodidad suficiente, de distinta calidad según hubiesen sido asignadas a personal jerárquico o a empleados y obreros de la empresa, pero aun las asignadas a estos últimos eran confortables. Recibían todos los servicios de luz, gas, teléfono y agua potable. La empresa había construido un acueducto para que sus trabajadores la tuviesen en abundancia. Cine, recreación en un club social, hospital con todos los adelantos, centro deportivo, trazado urbano con pavimento y bulevares, etc. Todo lo necesario, en suma, como para que quienes llegaban allí para trabajar en la empresa no sumaran al desarraigo las incomodidades de no tener lo elemental.

Claro, Cutral Co pertenecía a la provincia y padecía las carencias elementales que aún hoy se sienten, como la falta del agua, por ejemplo. Allí no llegaba YPF más que de un modo indirecto: mediante el consumo que efectuaba su personal que percibía sueldos de envidiable nivel.

YPF era una empresa petrolera rica y dejaba parte de ella entre quienes vivían por y para extraer petróleo. Podría decirse que sentía el orgullo de hacer patria, produciendo riqueza y bienestar y, aunque el asentamiento poblacional fuese transitorio y durara hasta que el petróleo se acabara o el personal fuese trasladado a otros yacimientos, eso no debía ser causa para vivir mal.

Rincón de los Sauces, sin YPF, no puede decir lo mismo. Pasaron los cincuenta años mencionados pero todo se ha detenido allí donde viven 20.000 almas que, además del aislamiento, padecen que ni el juego ni la prostitución se tomen descanso. Se trabaja las 24 horas del día todos los días del año en los cuatro casinos emplazados en pleno casco céntrico. Lo mismo que los variopintos cabarés que muestran su oferta de cara a los transeúntes, cual una Hamburgo del subdesarrollo.

No hay allí ningún cinematógrafo, ni un trazado urbano cuidado. Al contrario todo parece haberse hecho a los ponchazos. Y lo más grave es que a sus acuíferos les han quitado su potabilidad por las sales que vierten las petroleras al río Colorado y que se filtran en sus napas subterráneas. Todo está seco y el sol se da el gusto de calcinar a quienes se aventuren a caminar en verano a la hora de la siesta, porque no hay sombra. Es que tampoco se ha forestado.

Ya lo decía el lector Juan J. Rodríguez, que vive en esa localidad, en una carta muy breve publicada por este diario el día domingo 11. «¿Se le puede llamar a esto ciudad?».

El hombre ha adoptado el sedentarismo desde hace milenios y ha convertido su deseo de arraigo en un derecho. Con el dinero que entra y que se llevan, ninguna empresa de las allí radicadas pensó en su gente y en aportar algo para mejorar lo que es de todos: el espacio público. Más allá de los impuestos que dice que pagan, se necesitan gestos solidarios, un plus de compromiso con la gente que allí vive, ya que de un modo u otro todos dependen de lo que produzca la empresa.

Por otro lado el Estado provincial parece desentenderse de Rincón de los Sauces, quizás porque, por su aislamiento, su gente difícilmente logra llegar a tocar a las puertas de la casa de Gobierno, aunque ya se avizoren otros vientos; como que los padres de la única escuela técnica se hayan animado, en estas horas, a tomar el establecimiento porque aún no ha sido creado el quinto año de la carrera. Es que sencillamente las autoridades se han olvidado de hacerlo.

Está claro que ni a las empresas ni al Estado les interesa la suerte de Rincón fuera de su petróleo. Es más, parecen mirar sólo hacia donde lo cotidiano machaca con el olvido.

OSVALDO PELLIN (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Ex diputado nacional del MPN 1985-1989 y 1993-1997. Ex convencional constituyente de Neuquén por Encuentro Amplio de Neuquén.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios