Lecturas recomendadas: “Los sorrentinos”

Hoy quiero comentarles la reciente aparición de “Los Sorrentinos” reimpreso por Sigilo 2020. Lo hago porque es un texto que incluiría en un apartado que podría llamarse Historias de familias.

No se trata de grandes novelas, ni de autores consagrados, sino de obras que nos emocionan con historias de sus personas, generalmente inmigrantes que llegaron a Argentina por diversas razones y que aquí se arraigaron, formaron familias que mantienen sus costumbres y vestigios de su lengua materna.

Una que recuerdo especialmente es “No me olvides Armenuhi” (Sudamericana 2016) de MagdalenaTagtachian. Alli relata la conmovedora historia de Armenuhi, su abuela que sobrevivió a la persecución y muerte en el genocidio armenio y llegó sola a la Argentina a los 14 años.

Más cerca de nosotros “Calabria mía”(PubliFadecs 2004) de Carmen Mancuso, es una novela entrañable donde una nena de ochos años junto su madre viaja desde un pequeño pueblo calabrés, a encontrarse en Buenos Aires con su padre que había llegado antes de que ella naciera. Narra el tiempo feliz de campesina junto a su abuela María, los duros primeros años en Argentina y su lucha personal hasta recibirse de médica y radicarse en General Roca.

“Los sorrentinos”, el libro al que hoy me refiero, es la primera novela de Virginia Higa, hija, por vía materna italiana y por vía paterna japonesa, que nació en Bahía Blanca en 1983, vivió en Mar del Plata, Río Tercero y Buenos Aires donde estudió Letras. Ha publicado relatos y reseñas. Hoy vive en Estocolmo donde da clases de español, trabaja como traductora literaria y escribe.

La historia se abre y se cierra con Chiche, el nombre con que todo el mundo conocía a Américo Vespolini, el hijo menor de una familia napolitana, oriunda de Sorrento que acostumbraba pasar el invierno europeo en Mar del Plata, hasta que se deciden a vender su hotel de Sorrento e instalan una restaurante en la ciudad: la Trattoria Napolitana.

Lo hacen cuando la rambla era de madera y aún no existían el Casino ni el Hotel Provincial. El hermano mayor, Umberto es el creador del sorrentino: “una media esfera con cuerpo, hecha con una masa secreta, suave como una nube, rellena de queso y jamón” al que no se debe cortar con cuchillo. A la muerte temprana de Umberto, Chiche se hace cargo de la trattoría y la lleva a su esplendor.

La familia se mantendrá unida a través de la comida y de su lenguaje, con expresiones “que se van amasando y cociendo a lo largo del tiempo”, chinaso, mishadura , cachostro, popochia, squisiada. Chiche es el patriarca que todo lo ve y lo soluciona a su manera, fundamentalmente con orgullo y amor.

Habrá también rivalidades con la competencia, suicidios, videntes, escritores rusos, amigos, parientes a los que hay que aguantar a pesar de todo, y hasta un exorcismo. Aparecen siempre dentro de una atmósfera cotidiana, mayormente, en el escenario del salón del restaurante durante las comidas en la larga mesa familiar, con la presencia, a través del vidrio, de la cocina, donde elaboran las delicias.

Lo que hace entrañable este libro es el cariño y el humor con que está narrado, hay escenas que nos producen una carcajada y aún en los momentos más difíciles el humor quita toda solemnidad.

Higa eligió el narrador en tercera persona como una voz familiar que sabe todo, que está cerca y habla con la lógica de la familia.

Repito, “Los sorrentinos” no pertenece a “la gran literatura”, si es que este concepto tiene validez para nosotros, los lectores; pero nos deja felices y contentos con una sonrisa duradera.