Un proyecto de energía limpia para compartir, aprender y ayudar

Estudiantes de sexto año del Centro de Educación Técnica n° 1 de General Roca instalaron paneles solares en la Escuela rural 107 de Paso Córdoba. El trabajo se realizó en el marco de las prácticas profesionalizantes y dará energía a una bomba para poder regar.

El colectivo comenzó a andar por las calles de la ciudad. Eran las siete de la mañana y a su lado, sus catorce compañeros de sexto año bostezaban, conversaban y se reían. Después casi dos años de pandemia Emiliano salía con un proyecto del CET N° 1 a hacer prácticas profesionalizantes. Iba entusiasmado pensando, tal vez, en los días de encierro. Analizaba el trabajo que tendrían por delante en una jornada que prometía ser larga: la misión era instalar pantallas solares que den energía a una bomba para ayudar en sus tareas a los integrantes de la Escuela de oficios en la ex ERAP (Escuela rural área protegida Paso Cordoba).

Al pasar sobre el puente, el agua del Río Negro estaba calma y el paisaje limpio. El colectivo dobló a la izquierda, se meneó por un camino de ripio y se detuvo frente a la tranquera. Todos bajaron escoltados por el canto de los pájaros y se acomodaron debajo de dos higueras gigantes para comenzar a planificar, con los profesores, el día de trabajo.

“Estoy en la orientación Mecánica y lo que vemos es muy interesante. Voy a estudiar algo relacionado con esto”, decía Martín Pichimil mientras ponía cinta aisladora en un cable. Tomás Vincenty y Marcos Rosas a su lado aseguraban que era una buena práctica, basada en energías renovables y que ambos seguirán carreras de ingeniería, por lo que toda la experiencia sumaba.

A meses del egreso y después de dos años de pandemia la salida se disfrutó de manera especial.

Graciela Pérez Serafini, coordinadora de prácticas profesionalizantes de la especialidad Mecánica del CET 1, iba y venía por el predio organizando la jornada. Explicaba que estas prácticas son como una tesina dentro del plan homologado de los técnicos. Vienen trabajando con el diseño de máquinas integradas urbanas para hacer ejercicio, para personas con discapacidad, pero en este caso, un profesor del colegio vinculado con Jorge Amaolo acercó este proyecto que se evaluó y se consideró adecuado que los chicos hagan.

“Los profesores de taller y teoría dieron material teórico y esto pone el sello de oro con una práctica en energías alternativas, que son el futuro. En las prácticas, el docente no está detrás de los alumnos, se le dan fechas y ellos deben autogestionar sus proyectos, los dejamos solos. En este caso, venimos a hacer algo, pero valorando la diferencia entre lo que hago y el por qué lo hago, desde una mirada profesional”, aseguraba Graciela.

Jorge Amaolo caminaba con paso tranquilo entre la vegetación de ese predio teñido con el verde de las plantas y el rojo de las tierra. Se dirigía a unas construcciones bioclimáticas hechas en barro, pasó un pequeño vivero y entró a un salón ordenado con instrumentos musicales, un destilador, mesas y bancos con una música zen que era la reina del ambiente y tranquilizaba.

Jorge es el coordinador de la Escuela de oficios de adultos que funciona allí y pertenece a una organización de Estados Unidos que se llama Plane for change. Contó cómo se unen dos necesidades para llevar a cabo el proyecto. En ese lugar, alumnos adultos trabajan para aprender a hacer cosmética natural con hierbas naturales de la región, carpintería artesanal, cocina saludable, tecnología educativa, música y por estos días decidieron poner una bomba para mantener las plantas del lugar y alimentarla con energía solar.

Jorge Amaolo, coordinador de la Escuela de oficios de paso Córdoba.

“Estamos en una sequía muy grande, el río está muy bajo. Por eso pensamos en poner una la bomba solar, gracias a la gestión del CET 1”,

Jorge Amaolo, coordinador de la Escuela de oficios de paso Córdoba.

“Todos los edificios son bioclimáticos y ahora el desafío es la energía. Estamos en una sequía muy grande, el río está bajo. Por eso, pusimos la bomba solar, gracias a la gestión del CET 1, para regar los cultivos de quinoa, amaranto. Estamos muy agradecidos con el profesionalismo de la gente del colegio porque creo que la educación tiene como necesidad ser autogestinada y no solo dependiente”, destacaba.

Manos a la obra

A 20 metros de la higuera, en la sombra de la vegetación tupida, alrededor de la bomba unos cinco chicos charlaban y trabajaban. Analizaban la máquina que tenían frente a ellos. Un grupo de quince compañeros había ido la semana anterior y la había dejado ubicada en su lugar para que ellos terminen la tarea.

“Manipulan corriente continua, cuando en la escuela siempre lo hacen con alterna. Saben que la peligrosidad es más grande, y aumenta de 4 a 1, por lo que lo hacen con mucho cuidado. Los chicos practican con esto, que son las energías que se imponen en el momento. Vinieron todos, trabajan a full y lo están aprovechando”, decía desde un costado el profesor Sergio Olguín, jefe de sección y Mep de metalurgia aplicada.

La bomba se usará para el consumo y riego de huertas que son parte de un programa de economía social de la zona.

Conectar tres paneles solares, poner un tablero de corriente continua con protecciones especiales y un controlador de bombas era lo que daría agua en poco tiempo. Sobre una pequeña barda y al rayo del sol del mediodía otro grupo de chicos instalaba las pantallas con taladros. El profesor Mario Daniel Albornoz, del Mep electricidad los guiaba y decía que de primero a sexto año los alumnos practican con las herramientas y en momentos así es la hora de poner la carne al asador.

“Arrancamos tranquilos, nos explicaron las tareas del día y ahora estamos instalando los paneles solares”, Felipe Núñez y Agustín Rubio no se detenían y aseguraban que lo mejor fue salir de la escuela, trabajar en otro lugar y para Milagros, la única mujer presente, era su primera experiencia práctica y sentía que lo que aprendió a hacer en la escuela, ese día se volvió más real.

Llegaba la hora del almuerzo y los organizadores comenzaban a poner todo a disposición de los alumnos. Mario Troffa, jefe de enseñanza práctica y uno de los profesores a cargo de la planificación de la salida, contaba que fueron días de mucho trabajo porque todo debía funcionar de manera mecánica, con la precisión de la ingeniería de un reloj.

Los alumnos se dividieron en dos grandes grupos de trabajo.

“Se dividieron en dos grupos de 15 cada uno, un grupo vino una semana y el segundo a la próxima. Cada grupo estaba dividido en tres y había supervisores de cada tarea. El hecho es cómo enseñarles a trabajar en el campo. En la escuela trabajan en un tablero, acá en la realidad. Es trabajar desee la escuela para la comunidad y demostrar que los chicos pueden, pueden solos”, aseguraba Troffa.

Después de comer el trabajo continuó hasta que la tarde comenzó a caer. Cuando cada engranaje estuvo en su lugar, se mostraban cansados. Había algo que era necesario hacer antes de partir. Pusieron en marcha la bomba y algo tan natural como ver salir agua de una manguera se convirtió en un gran momento compartido, que se celebró con aplausos y arengas.


El colectivo comenzó a andar por las calles de la ciudad. Eran las siete de la mañana y a su lado, sus catorce compañeros de sexto año bostezaban, conversaban y se reían. Después casi dos años de pandemia Emiliano salía con un proyecto del CET N° 1 a hacer prácticas profesionalizantes. Iba entusiasmado pensando, tal vez, en los días de encierro. Analizaba el trabajo que tendrían por delante en una jornada que prometía ser larga: la misión era instalar pantallas solares que den energía a una bomba para ayudar en sus tareas a los integrantes de la Escuela de oficios en la ex ERAP (Escuela rural área protegida Paso Cordoba).

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