Flacos y en burro
la peña
jorge vergara jvergara@rionegro.com.ar
De chico soñaba siempre conque un día los Reyes Magos trajeran a casa las mismas cosas que les llevaban a mis amigos. Máquinas viales de juguete, bicicletas, pelotas de fútbol de mejor calidad y algunas que otras cosas que anhelábamos. Y pasaron los años sin que eso ocurriera. Años dije, tiempo suficiente como para pensar las razones por las que eso nunca sucedió. Esos Reyes Magos tenían un problema con mi domicilio, a veces ni llegaban, pero tampoco llegaban cuando nos mudamos. En ese tiempo pensé que los Reyes Magos de la gente con plata eran gordos y llegaban en camellos impecables, lustrosos y admirables. Los Reyes Magos de los pobres viajaban en burros viejos muy cansados y lentos. Esos Reyes eran flacos y apenas alcanzaban a recorrer unas pocas casas en una noche. Tal vez inconscientemente buscaba una explicación a las diferencias en los regalos y a veces me ayudaban a entender por qué en algunos 5 de enero a la noche no pasaban. Como si se saltearan mi casa, porque al día siguiente preguntaba a los vecinos de nuestra edad y por las casas de ellos sí habían pasado, habían dejado hermosos regalos, se habían tomado toda el agua y se comieron el césped. Y me pregunté una y mil veces qué cosa estaba fallando para que el plan no funcionara. Le dije a mi madre un día que la noche de reyes dejara la puerta de casa abierta, que guardara el perro para que no asuste a los camellos, que pusiéramos césped de un amigo que era mucho más verde que el que nosotros podíamos conseguir. Nada dio resultado. Hasta lavé personalmente dos veces el par de zapatillas para ver si el freno pasaba por ahí. También bajamos las pretensiones, que la bici no fuera la mini que estaba de moda sino una común y corriente, que los botines no fueran los de verdad sino unos Sacachispas de esos que traían una estrella en blanco en el tobillo. Lo que nunca dije fue eso que pensaba, que los Reyes de los pobres venían en burro y los de los ricos venían en camello. Y aunque con el tiempo comprendí las razones de que pasaran o no por casa o que nuestros regalos nunca hayan sido lo que habíamos pedido, me quedó grabado eso de las explicaciones que uno mismo busca en su interior cuando algo no le cierra. Lo de los Reyes era cosa seria, llegué a pensar que ellos tenían una lista de niños a visitar y que por alguna razón alguien se había olvidado de anotarnos. También entendí que, si desde chicos nos hubieran dicho la verdad, todo esto no hubiera pasado por mi mente. Nos hubiéramos evitado horas y horas de pensar y pensar en lo que sucedía, sin decírselo a nadie. Pensé que a lo mejor ellos no sabían de nuestra existencia y por esa razón no había regalos para nosotros. Pasaron muchos años y me quedó grabado ese pensamiento, pero aun así, con las noches sin dormir esperando lo que no iba a llegar, nadie me quita ni nos quita la ilusión de la espera, la llegada, la previa del agua, los zapatos y el césped. Porque muchas veces sí pasaron por casa y experimenté la hermosa e inigualable sensación de ser tenido en cuenta por los mismísimos y universales Reyes Magos. A los que somos más grandes nos quedó como recuerdo, pero los más chicos lo tienen en el presente, esa ilusión renovada, el pedido, la carta y todo lo que eso implicaba. Jamás se me ocurrió cuestionar a mis padres por lo que no pudieron, porque el cambio de roles, el dejar de ser hijos y pasar a ser padres es una enseñanza en sí misma. Y seguramente en esta noche habrá quienes reciban mejor que otros y hasta habrá quienes no reciban nada, porque la realidad es la que manda, la que siempre mandó. Aun así, es maravilloso que la ilusión se renueve, que siga en pie la espera, porque algún día pueden tocar tu puerta los Reyes Magos.
la peña
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