A nueve meses del comienzo del aislamiento, es la hora del balance

Qué nos pasó en este tiempo que arranco el 20 de marzo cuando se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio. ¿Qué perdimos, qué ganamos, que aprendimos? Los lectores del newsletter del “Quedate en casa” escribieron y contaron sus experiencias.

Mañana se cumplirán 9 meses desde aquel 20 de marzo en el que asistimos un poco incrédulos al comienzo del aislamiento preventivo, social y obligatorio.


Desde entonces, se han autorizado actividades, y se han abierto algunas fronteras, pero la pandemia sigue con nosotros. Y los lectores del newsletter del “Quedate en casa” aceptaron la invitación de hacer sus balances de estos días raros que hemos vivido. Aquí van algunos de ellos:


Jorge, desde San Martín de los Andes



“De las muchas batallas libradas este año – Covid, aislamiento, desinformación, horarios que sí, días que no -, la que más ha magullado mi tradicional vivir ha sido la “Batalla de la virtualidad”. Sí.

Un día de este infinito 2020 la comunicación personal – aquella que los humanos practicamos desde las cavernas -, esa comunicación que nos permitía ver, oír, tocar, abrazar al otro, a los otros, a nosotros, esa comunicación fue atacada por artillería a mansalva que terminó arrinconándonos.

Las idas al banco – antes, una oportunidad para encontrarte con tus conocidos de siempre y poder contarle que te tocó el numero 71 y recién van por el 18, mientras que algún desconocido subrepticiamente te tocaba con su indice y poniendo cara de “ … No digas nada…” te entregaba el número 45, papelito que se transformaba en un bollito luego del enojado murmullo de los parroquianos. Todo ello – tan humano y tan argentino – se ha transformado en un “banco virtual”, con largas colas de malhumorados personajes que tienen petrificadas sus expresiones, enmudecidas sus lenguas, tabicados sus oídos y – si por un error involuntario llegaras a rozar sus ropas – recibirás una fulminante mirada mas letal que la espada flamígera del arcángel Gabriel.


Un frío – y contaminado – teclado, asociado a una desdibujada pantalla reemplazaron la amigable cara del cajero que antaño te atendía y mientras contaba el dinero te preguntaba si vendías tu auto o bromeaba con algún resultado de fútbol…

Hay más sobre la virtualidad y sus males, pero no me animo a escribir sobre ellas. Dicen que en un no lugar hay un algo sin cuerpo ni alma que registra nuestros enojos con la virtualidad y se prepara a descargar sobre nosotros toda su ira y enseñarnos definitivamente “cuantos pares son tres bytes”.


Domingo



Este año queda en evidencia que nuestro país se encuentra manejado por las corporaciones económicas y los bancos. La sangría producida con el “acuerdo con el FMI “ y el arreglo del mismo por el gobierno de Fernández, queda a las claras que es continuidad del anterior. Macri gobernó con DNU y éste continúa de igual forma agravado por la pandemia que solo dejó en la pobreza a millones de argentinos y fundió a pequeñas y medianas empresas. Es notorio que este plan se lleva adelante con la presencia policial y de las fuerzas de seguridad…. El gran perdedor es el trabajador, con inflación galopante; sin paritarias los gremios traidores demostraron que junto al gobierno y los empresarios son la columna vertebral de las multinacionales. Pagos en negro, etc. etc. Malo, muy malo el panorama del 2020.


Antonella



Del 2020 me llevo que no se debería planear nada, que se tiene que aprender a vivir sin tener nada asegurado. Es el último año de mi carrera universitaria y había planeado muchas cosas, pero no se va a poder, de momento. Además me quedo con la gente que supo estar aún a la distancia, con la que nos bancamos codo a codo (porque mano a mano no se puede). Pero sobre todo, que no podemos controlar nada.


Graciela



Este año ha sido un sube y baja de emociones. Más allá del silencio y de que todos los días parecen domingo, creo que lo que más he extrañado es la falta de contacto humano; ese ir a cualquier lado y enrollarse en conversaciones que no son nuestras, en reírse un rato en reuniones efímeras y esquinas de encuentro. Escuchar el murmullo de la gente alrededor y encontrarse por casualidad con conocidos en las compras. Eso ha sido lo más difícil de este encierro. Y también los extremos: reírme en secreto con las recomendaciones de mi hermano que vive en el extranjero y q me dice que el covid no existe (será entonces que estamos todos menos él inmersos en una ilusión colectiva?), visitar a mis padres en su encierro de 8 meses a escondidas como si fuera una misión secreta.


Pero si somos realistas, y ponemos en la balanza lo importante, este tiempo ha sido un año que, por la fuerza, nos obligó a enfrentar los pendientes en la vida: hogar, familia, pequeños arreglos que te esperaban hace tiempo para los que nunca había tiempo, decisiones agazapadas tras la puerta que esperaban el momento de atraparte y que lo lograron.

Este 2020 pasó por mirar mi espacio con otro cariño, enamorarme de mis mascotas, reconectarme con mis hijas y sus decisiones de vida que no siempre comparto, visitar por turnos a mis padres en su caja de cristal y reírnos juntos, reírse hasta las lágrimas con algunos memes, llorar con otros y compartirlos, dormir, no dormir pero hacer todo sin prisas, porque apurarse perdió el sentido.

No ha sido fácil, no, pero ha sido provechoso de otra forma. Lloramos a los que perdimos y no pudimos estar; consolar, pantalla por medio, a amigos que sufrían más que nosotros, deprimirnos 1000 veces y levantarnos 1000 más, y seguir poniendo el hombro, las ganas, la fuerza porque esa es nuestra esencia verdadera.

Y así llegar a esta altura, ya casi fin de año y hacer un balance sin enfocarse en lo negativo, agradecer porque aunque nunca me gustaron las pantallas, las que tuvimos fueron nuestra ventanas al mundo: no estuvimos solos, nos conectamos de otra forma. Hemos ganado y perdido mucho este año pero creo haber aprendido que la vida pasa por varias batallas pequeñas y las hemos ganado todas.


Jorge, de Viedma



Soy abogado y residente en Viedma desde 1980, padre de 4 hijos. Mi esposa murió este año el 23 de junio, del maldito cáncer de mama. Este año también me jubilé como Juez de Faltas Municipal de Viedma, luego de 28 años y por concurso. No gano como los jueces nacionales ni provinciales. Nada bueno para recordar de este maldito año. Pero quiero destacar 2 cuestiones: primero, por culpa del progresismo argentino y la falta de idoneidad de la corporación política, no se estableció el Estado de Sitio, que es el instrumento de la Constitución para tratar el drama de la pandemia.


Allí todas las fuerzas políticas debieron haber consensuado los términos del instituto y establecer las restricciones con valor legal. No está bueno que me impidan viajar, o deba pedir permiso, que a muchos no les dejen abrir sus comercios, etc, etc, y el virus lo trasmiten en taxis, con los deliveris, que nuestros inútiles intendentes no saben controlar. O en las fiestas, a las que no podés acceder porque se hacen en una vivienda privada. Con el Estado de sitio no hubiera necesitado orden judicial. La otra cuestión es la dramática desigualdad económica y social entre los argentinos. Es que no puede el Gobierno y la Oposición, establecer un régimen de emergencia, y que nadie gane mas de $ 300.000 por mes, activo o jubilado, del sector público, y mejorar la remuneración de los jubilados, de las mas vulnerables, de los que mas bajo están? No puedo aceptar esta situación, que es el mayor fracaso de la democracia, que es el mejor sistema de gobierno, pero que en este punto fracasó.


Marcela


Estoy súper sensible y supongo, como todos, porque se acercan las fiestas y todavía no sabemos si nos podremos reunir con nuestros seres queridos que en mi caso viven en otra provincia. Además de todo esto se me suma que va a hacer un año que perdí a mi mamá y a pesar de tener 62 años y haberla disfrutado todo ese tiempo la pena continúa siendo como el primer día.

Este año, a pesar del encierro, se me pasó volando y no sé en qué. Creo que mi alma envejeció en ese ir y venir de sentimientos por esta maldita pandemia. Agradezco cada día el estar sana y que todos mis seres queridos los estén pero cada día cuesta.


Ángel



Hay años y años. Cuando queremos recordar logros deportivos importantes, se nos aparecen los años 1978 y 1986, porque en aquellos la selección mayor de fútbol, logró sendos títulos mundiales. También recordamos los años de egreso secundario o universitario, o del nacimiento de nuestros hijos. Qué recordaremos de este 2020, dentro de algunos años: por supuesto la pandemia de COVID 19, con su trayecto de casos, aislamientos, pérdidas de vidas, cierres de empresas, educación virtual, etc. Pero los recuerdos no sólo se llenarán de historias de contagios, sino también de lo heroico que fue luchar contra un enemigo invisible, con las armas más rudimentarias como la higiene permanente de manos, de cuerpos y de objetos que llevábamos a nuestros hogares; el distanciamiento social y el uso de tapabocas. Será un año recordado también porque se aprendió que la política se mete de lleno en toda la vida social argentina y una vacuna, por mas que cualquiera piense que sirve para salvar vidas, se tiñe del color político que uno siente. Año 2020, igual a pandemia, igual a encierro, igual a lucha, igual a humanidad frágil…


Verónica



Éste fue un año diferente y lo viví como jamás lo hubiese imaginado. Nada salió como lo había planeado, y aún así siento una gratitud profunda por todo lo aprendido en esta montaña rusa que fue el 2020 (a veces aprendemos a la fuerza). Tuvimos altibajos en lo emocional, despedí seres queridos, pero también me acerqué a muchos otros y fortalecimos vínculos.


Tengo tres hijos adolescentes. El mayor, que comenzaba la universidad, tuvo que volver al nido apenas emprendido su vuelo a Bahía Blanca, con sus sueños rotos entre la manos. Mi hija, que había comenzando 5° año, apenas estrenó su buzo de egresados 2020 el día que se los entregaron, y luego lo usó todo el año de salto de cama para entrar a clases por zoom. No voy a enumerar todo lo que siente que “se perdió” de este 5° año lleno de proyectos truncados. El menor, de 15 años, rebelde, amiguero y muy sociable, creo que fue quién más hacia adentro tuvo que vivir este año de locura sufriendo la ausencia de las caminatas de ida y vuelta al colegio con sus grupos de amigos, los encuentros en las plazas, los trabajos prácticos grupales en la cocina de casa. Y yo, pese a tener que contener sus emociones, sentía esa paz de saberlos en casa, debajo de mis alas como mamá gallina. Saber que estaban en el lugar más seguro que podía ofrecerles, y tratando de transformarlo en el espacio más feliz que pudiese crear. Aprendimos a hacer huerta en cajones de verdulería, construimos un invernadero en el patio, hicimos masa madre y muchas recetas como todos, aprendimos todo eso que no se enseña en las escuelas. La casa olía siempre a torta para la merienda, pan casero o licuados de frutas…

Soy profesora de yoga y trabajo en casa. Amo estar en casa, mi estudio de yoga es mi casa, donde siempre abro mis puertas amorosamente en cada encuentro presencial. Extrañé mucho el abrazo diario a cada uno de mis alumnos. Como todos, comencé tratando de acompañar a mis alumnos desde lo emocional. Traté de brindar herramientas para transitar para la angustia, la ansiedad, la depresión, los ataques de pánico, el insomnio, el miedo. Compartí meditaciones. Pero en este contexto terminé el año con el doble de grupo de los que había comenzado. Creo que la necesidad de llegar a quienes me necesitaban por su salud, me ayudó a transformar mi forma de enseñar para siempre. Ya no le temo a la virtualidad como antes. Conocí muchos alumnos nuevos que se fueron sumando a lo largo del año y, aunque jamás nos cruzamos personalmente, ya somos amigos queridos a través de lo compartido pantalla de por medio. Muchos sanaron de este bichito tan temido con prácticas adaptadas para ellos, que luego pudieron compartir con sus familiares que transitaban su recuperación también…

Recién la semana pasada reabrí las puertas de mi espacio con clases presenciales dictadas por mi esposo (también instructor de yoga), que se desvinculó de la empresa en la que trabajó 16 años, decidió retomar esto que tanto disfruta también y tenía a un lado por las exigencias de trabajar en el campo. Yo, por el momento sigo con mis clases desde la virtualidad, manteniendo esa cercanía diaria con quienes sé que ya no volverán al salón aunque yo retome (mucha gente aún teme volver a los espacios que teníamos). El 2020 me acercó a mi familia (la que veo todos los días, la que veo esporádicamente, la de las fiestas, la que no veo casi nunca, los amigos que son familia, los amigos que viven en otros países), pero me robó los abrazos diarios creo que por muchos años más que este… Creo que a pesar que no fue fácil, aprendí muchísimo. Me reinventé y transformé por dentro y por fuera, me fortalecí para sostener a otros, disfruté de mis hijos con otra mirada, hablo varias veces por día con mi madre, estudié mucho, acompañé, extrañé, lloré..


Gustavo



No me quejo de nada de lo que me ha ocurrido individualmente. Los nenes chiquitos sufren mucho pero van a adaptarse como nosotros. El problema de este año y de la etapa mas cruda de los efectos de la pandemia son dos cuestiones: El primero es que nos tuvimos que ver en el espejo como sociedad, lo cual nos mostró que hay algunos aspectos que van para peor. Pero también que vivimos en una comunidad muy solidaria, en la que siempre hay gente dando una mano y eso me da esperanzas de cara a lo que viene. Esto último -lo que viene- se emparenta con el segundo efecto que tal vez sea el mas duro. En este país se ha estropeado la cultura de trabajo desde hace mucho tiempo y los peores aspectos de ese deterioro nos golpeaban la puerta desde hace unos años atrás. Tal vez la pandemia nos haya anestesiado un poco pero ya no podemos pretender que el deterioro no existe o no ha acelerado su crecimiento. Habrá que ver si prevalece lo bueno o lo malo para afrontar lo que viene .


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