Acoso escolar: “carta a la comunidad de padres”

Mi hija está en cuarto grado, en una escuela de nuestra ciudad. Asiste a la misma desde hace años y entró siempre con una sonrisa. Y esperaba durante las vacaciones que empiecen las clases.

Hace unas semanas me pidió que por favor la cambiara de colegio, o que trajera a alguna de sus amigas de afuera de la escuela para no estar tan sola. Ese fue el comienzo de muchas charlas, en el auto antes de entrar a casa o en su cama antes de dormirse, sobre lo que estaba sufriendo en los recreos por parte de sus amigas de siempre, las amigas de las pijamadas y los cumpleaños.

Ustedes, queridos papás, bien sabrán el dolor que nos causa ver sufrir a nuestros hijos. Sin embargo, mi primera reacción fue minimizarlo, le dije que no les preste atención y que “no era para tanto”, y le pregunté si no habría actuado de alguna manera agresiva con ellas. Acto seguido consulté con familiares, amigos y finalmente con un terapeuta. Las respuestas fueron variadas. Mi hermano me dijo: “A mí también me pasó de chico. Que se ponga la camiseta de Superman y le ponga el pecho a las balas”. Menos mal que no me quedé con eso. Un terapeuta que sabe del tema me explicó que le estaban haciendo “un vacío” y me aconsejó que urgente pidiera audiencia con los directivos.

Hacer un vacío a alguien, en el ámbito del acoso escolar, significa aislarlo, excluirlo de todo y de todos, de los juegos en los recreos, de las charlas y reuniones y hasta de la mirada de los compañeros. Es invisibilizarlo, hacer como si no existiera.

“No hay recetas mágicas”, me dijeron en la Dirección. Y yo estoy de acuerdo. La receta la hacemos entre todos. Pero lo primero que tenemos que hacer es aceptar que esto está pasando, pasa en los recreos, le pasa a nuestros hijos.

Mi hija no es un caso aislado, de eso estoy segura. Y me duele saber que yo fui la primera en pensar ¿será que es muy sensible, que no sabe defenderse? Ahora yo me pregunto: ¿cómo se defiende un niño de 9 años del silencio, de la nada, del vacío? Si cuando acude a los maestros los otros lo niegan y dicen que ella empezó… Entonces la seño reta a los dos, por las dudas.

Mi pedido es muy simple. Les pido a los papás que estén alerta, que escuchen cuando sus hijos cuentan algo a la hora de la cena o hacen un comentario que parece que no tiene nada que ver. Llámenlos a la reflexión cuando hablen mal de un compañero, cuando se burlen, cuando sean crueles, cuando hablen mal de ese amigo con el que jugaron siempre.

A las maestras les pido que no sean tan rápidas para juzgar, que observen de verdad. Yo sé que tienen que estar con mil ojos en el recreo, que a veces son tres para un patio con cien alumnos.

Y a los directivos les pido que hagan del maltrato el tema a abordar en todas las reuniones de padres, en todas las asambleas de convivencia. Les pido por favor que se informen, que llamen a especialistas, que nos informen a los padres. Yo no sabía que lo que le pasaba a mi hija era acoso escolar.

Tampoco tengo muchas respuestas. No soy un profesional de la salud ni de la psicología. No tengo más herramientas para esto que las que expuse hoy acá. Pero necesito hacer este llamado a ustedes.

E. Fernández

“Ahora yo me pregunto: ¿cómo se defiende un niño de 9 años del silencio, de la nada, del vacío? Si cuando acude a los maestros los otros lo niegan”.

E. Fernández

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“Ahora yo me pregunto: ¿cómo se defiende un niño de 9 años del silencio, de la nada, del vacío? Si cuando acude a los maestros los otros lo niegan”.

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