Adelanto del Capítulo III: una fuga hacia adelante

La huida del penal de Punta Carretas: plan, viralización y propaganda (1971-1973)

Redacción

Por Redacción


-Del Hospital Militar fuiste -te llevaron- al Penal de Punta Carretas. Donde el Gobierno hacinaba a los tupamaros que arrestaba y encarcelaba. A militantes en actividad, porque la mayoría de tus compañeros de cárcel ahí habían sido capturados en el curso de una operación.

O inmediatamente antes. O después. Después del vecino que te ayudó en tu primera prisión, después del médico que te salvó la vida al caer detenido por segunda vez, la suerte te iba ahora a ayudar de una manera espectacular, gloriosa. Pero es cierto que esta vez vos ayudaste a la suerte más de lo que te ayudó a vos. Ibas a ser su gestor y su referente. Más que beneficiario, fuiste uno de los benefactores mayores de la fuga, uno de los planificadores y supervisores constantes, ¿verdad?

-En la fuga tuve una bruta participación.

-Cuando llegaste, ¿ya la habían pensado, a la fuga?

-No, no, la estuvimos trabajando, buscando la posibilidad. Porque la primera idea de fuga es que se haga un túnel de afuera para adentro, es lo lógico, ¿no? Pero tuvimos dificultades. Porque teníamos un local nuestro relativamente cerca, pero no tan cerca, y se empezó a trabajar en ese túnel y en una chambonada fracasamos. (…) Estábamos en un problema político, teníamos que golpear al Gobierno. Entonces, vimos que la cárcel de mujeres estaba en banda y era muy fácil hacer una fuga ahí. Así que para dar un golpe al Gobierno organizamos la fuga de las palomas, como llamamos a la fuga de las mujeres. Se cavó un túnel.

-Y tu futura esposa, que estaba ahí presa, fue una de las que se fugó, ¿no?

-Sí, se fugó.

-Debe haber pocos casos en la Historia -si es que hay otro- en que dos militantes que formaban una pareja y que estaban encerrados en la cárcel como presos políticos se hayan escapado con buen éxito en fugas organizadas paralelamente y después como una culminación también exitosa de sus vidas políticas hayan sido elegidos por el pueblo como sus representantes y su gobierno y hayan sido presidente y vicepresidenta.

De padre de origen polaco y de madre de antigua familia tradicional uruguaya, nacida en Montevideo en 1944, Lucía Topolansky Saavedra es casi diez años menor que Pepe. Se conocieron cuando ella empezó a militar en el MLN-T en 1967 y la pareja duró; en 2005 se casaron. Detenida y encarcelada, el 30 de julio de 1971 se evadió en la eficiente Operación Estrella de la Cárcel de Cabildo, prisión de mujeres montevideana junto a 37 compañeras.

Apresada nuevamente en 1972, estuvo en la cárcel, donde sufrió apremios y torturas periódicas, hasta 1985, cuando finalizó de la dictadura cívico-militar en el Uruguay.

Como política y candidata en el Frente Amplio, Lucía fue elegida senadora y diputada. En las elecciones generales de 2009 fue la legisladora más votada de Uruguay, y como tal le correspondió presidir en el Congreso la sesión de jura del nuevo presidente. Que no era otro que su pareja y marido, el propio Pepe. En 2014 fue reelecta senadora, y en 2017, tras la renuncia de Raúl Sendic, vice del presidente Tabaré Vázquez, le tocó a ella sucederlo. Lucía es la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de Uruguay.

Cavar al revés: invertir las leyes de la huida y darle su oportunidad a lo ilógico.

-Como habían descubierto nuestro local cercano a la cárcel, las posibilidades se limitaron drásticamente. Eso no nos permitió hacer una fuga de afuera para adentro, que era lo lógico. Y como no podíamos empezar por lo lógico, empezamos por lo ilógico. “¿Y si lo hacemos de adentro para afuera?”, nos preguntamos. Era una cosa sin precedentes que parecía una cosa imposible, pero esa fue la idea genial. Y empezamos a laburar. Gran laburo.

-Y mientras planificaban eso, ¿qué les ocupaba toda la mente y todo el día? ¿Cómo seguía la vida cotidiana de un preso? ¿Cuándo almorzaban?

-Almorzábamos en los recreos, en los descansos de la obra que teníamos que seguir a escondidas.

-Todos eran tupamaros, estaban entre compañeros.

-Sí, éramos una comunidad, un grupo homogéneo.

-¿No había presos comunes?

-No, no había. Dentro de las cosas que teníamos que conseguir estaba lograr apoyos entre los presos comunes. Porque como nosotros estábamos en el tercer piso, al ir bajando para salir íbamos a tener que pasar por las celdas de ellos y teníamos que llevarlos. Algunos se iban a beneficiar de la fuga. Ahí había un trabajo del todo diplomático, cauto, prudente. Y después teníamos otro trabajo diplomático, ¿no? Con la guardia. Te das cuenta el despliegue que teníamos que hacer. Teníamos que estar exentos de requisa. Logramos transformar la requisa en algo burocrático. Abrían la ventanilla, miraban, “Está bien” decían, y listo.

-¿Y cómo consiguieron eso?

-Con “Lukini”. Con plata. Le pagábamos. Y por eso le decíamos “Lukini”. Todo el poder era el guarda Lukini. Pero, claro, con una salvedad, Lukini no entraba en que lo que estábamos preparando, era una fuga. Porque eso habría sido pedirle más de lo que podía. Lukini pensaba que era una trapisonda común en la cárcel. Como fabricar bebidas, poner bebidas para fermentar, ese tipo de cosas.

-Y habría muchos más problemas inmediatos, técnicos, prácticos, de comunicación, que debían resolver uno por uno, sin tardar ni perder tiempo costoso en ensayo y error.

-Después tuvimos el problema de comunicar entre sí a unas veinticinco celdas. Ahí tuvimos que aprender de los presos comunes. Nos enteramos de que las paredes se serruchan. El primer ensayo lo hicimos en una sola celda, hicimos un agujerito en la pared. Y nos afanamos en el recreo una cadena que había en un baño y la trajimos e hicimos un agujerito.


(Extracto del capítulo 3 del libro “Mujica por Pepe”, Ariel, 2020)


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