Afuera
Juan mocciaro
jmocciaro@rionegro.com.ar
La torpe acción de Carlos Tevez que produjo la gravísima lesión en la pierna derecha del juvenil jugador de Argentinos, Ezequiel Ham, alimentó un debate sin fin ni sentido en el que el fútbol permanece trabado, el debate sobre la intencionalidad de los jugadores, de las manos a los planchazos.
¿Es Carlos Tevez un futbolista malintencionado? No lo sabemos, aunque probablemente no lo sea. ¿Quiere un futbolista romper a otro? Probablemente no, pero no lo sabemos ciertamente. Hay arrebatos de furia durante los partidos que rara vez terminan en acciones lesivas, jugadas violentas producto del enojo, la frustración o lo que sea que impulsa a los jugadores a golpear a otros.
Todos los que claman por un castigo ejemplar para Tevez lo hacen con los huesos rotos de Ham sobre la camilla, no antes. Sólo después de la repetición que evidenció las graves consecuencias de la patada de Tevez fueron severos.
¿Y qué hay del árbitro Luis Álvarez? No expulsó a Tevez porque interpretó que Ham y Carlitos dividieron la pelota con graves consecuencias para el juvenil de Argentinos. Pero no interpretó el modo en que Tevez fue a disputar ese balón. Ayer se supo que Tevez no será sancionado de oficio y que Álvarez sí lo será por no haber expulsado al jugador de Boca ni predeterminado su (mala) intencionalidad.
Otra vez el fútbol queda atrapado en un reglamento pobre en contenidos. Difícilmente pueda revelarse la intencionalidad (salvo evidentes excepciones) de los jugadores. ¿Quiso Tevez romper a Ham? Nadie lo pudo saber en el momento, incluido el árbitro. Pero ahí estaba Ham con su pierna rota. Ante la constatación de la grave lesión, el reglamento debería imponer la exclusión inmediata del jugador agresor, a modo preventivo, para luego, en los días posteriores, evaluar mejor su conducta. Tevez debió dejar la cancha el sábado por el solo hecho de haber lesionado gravemente a un rival porque, a propósito o no, lo hizo.
río suelto
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