Agustín y su golpe de suerte
Nunca más dejó de practicar el deporte y hoy es uno de los mejores juveniles de Argentina.
Agustín Hernández era un prolijo volante central de la categoría 1996 de Independiente de Neuquén. Eran tiempos en los que soñaba con jugar en primera división y triunfar en el mundo de la redonda. El chico del Parque Industrial sólo pensaba en manejar el mediocampo de algún equipo grande, esa idea daba vueltas en la cabeza todo el día y seguramente en eso estaba pensando cuando se cayó de la bicicleta. Una caída que primero pareció trágica pero con el tiempo terminó siendo un golpe de suerte, en su “carrera deportiva”. “Cuando me caí de la bicicleta, me clavé un alpataco, la rodilla se me infectó, me operaron y el médico me dijo que la mejor forma de rehabilitarme era nadando”. Así empezó la historia de Agustín y la natación. Al poco tiempo de rehabilitarse, Sebastián Rearte, su entrenador, lo vio nadar y se dio cuenta que tenía condiciones. Estaba por encima de la media y podía “sacarle el jugo”. El chico que nadaba por una lesión se transformó en un talento que se encargó de romper récords. Primero, en la pileta de Alta Barda y después en los complejos natatorios más importantes de la Argentina. La vida de Hernández cambió para siempre, la natación lo llevó a recorrer el mundo y le modificó la matriz de sus sueños. “Desde que empecé a nadar conocí muchos países, fui a Perú, Chile, Brasil, Colombia, Sudáfrica y Dubai. Aveces pienso que caerme de la bici fue un golazo al ángulo”, confesó el chico que ya no se ilusiona con tener el número 5 en la espalda. “Mi máximo objetivo es llegar a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016”, afirmó Agustín, un voluntarioso alumno que cursa la secundaria en el colegio San Martín. El club Alta Barda es su segundo hogar y allí entrena de lunes a sábado. “Paso muchas horas por día en la pileta del club, es como mi casa porque ahí crecí y conocí mucha gente”, confesó el destacado deportista, integrante de una familia numerosa y trabajadora que vive en el Parque Industrial. Está historia tiene los ingredientes necesarios para el guión de una película. El protagonista llegó al deporte de casualidad, viene de una familia humilde y trabajadora, rompe marcas constantemente y se esfuerza en el colegio. Al filme sólo le falta el final, un desenlace que él mismo se encargará de escribir con sus ganas de superarse para llegar a nadar en la pileta de Río de Janeiro en los Juegos de 2016. Por lo pronto ya cumplió con un perfecto paso a paso. Primero, se lució en la pileta “del patio de su casa” (Alta Barda), luego descolló en las nacionales y, lejos de aflojar, también logró buenos registros en el exterior. El último fue en equipo, en los 4×100 medley: junto a Nehuén Garay, Santiago Grassi y Guido Buscaglia, clavó 3.50.86 para tener una plusmarca nacional juvenil. Solo o con sus “socios”, Agustín la rompe y sueña en grande.
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