Alemania y la memoria

Después de decenas de años de un trabajo ejemplar por la memoria histórica, Alemania se interroga sobre cómo seguir enseñando esta política de arrepentimiento a las nuevas generaciones cuando los últimos supervivientes del nazismo están muriendo y la extrema derecha vive un resurgimiento.

En la biblioteca del liceo Liebig de Fráncfort, los adolescentes se aglutinan en torno a Ralph Dannheisser, quien en 1940 pudo escapar in extremis a la persecución antisemita con sus padres, contrariamente al destino del resto de su familia.

“Mi madre nunca pudo recuperarse del asesinato de sus padres y de su hermano. Yo también sentí un gran vacío, ya que crecí sin abuelo ni abuela, sin tíos, sin tías, sin primos”, explicó este anciano de 80 años.

Entre el público, la emoción por su testimonio es palpable.

“Fue muy detallado, uno no aprende estas cosas en clases (…) Uno veía en sus ojos lo que él sintió, estas son cosas inimaginables para un alumno, un niño como yo”, dijo Ronan Chollet-Ricard, de 15 años.

Ralph Dannheisser también reconoció estar “impresionado” y destacó que los alumnos tenían “preguntas inteligentes”.“Esto me da esperanza”, confesó.

Este tipo de encuentros son organizados por las escuelas alemanas desde hace muchos años como una forma de sensibilización hacia la historia, frente al silencio, la complicidad o el entusiasmo de los antepasados hacia el régimen de Adolf Hitler, que durante mucho tiempo fue un tabú.

Pero con la muerte exponencial de los testigos de la época, surge la pregunta de cómo continuar este trabajo con los adolescentes. “En la medida que más nos alejamos del Holocausto, de la Segunda Guerra Mundial, más se vuelve algo urgente encontrar nuevos medios de comunicar todo esto”, estimó Stephan Peters, profesor de Historia en un colegio desde 1992.

“La cuestión es saber si podemos mantener con vida este sentimiento de aflicción y el sentido de la responsabilidad que esto desprende”, agregó.

Este desafío se anuncia más complicado de lo que muchos habían pensado después de decenios construyendo una identidad nacional basada en el arrepentimiento, para construir una sociedad centrada en los derechos fundamentales y para la constitución de un sistema político que restrinja la arbitrariedad del poder.

En septiembre de 2017, aprovechando las inquietudes generadas por la llegada de cientos de miles de refugiados, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, registró un resultado histórico en las elecciones legislativas. En los comicios logró hacerse con una centena de diputados, algo inédito desde 1949.

Además de su discurso islamófobo, el partido AfD también se erigido como el heraldo de la grandeza alemana, cuestionando la política de memoria en el país, afirmando que llegó la hora de no seguirse definiendo con respecto a los crímenes pasados.

Una de sus figuras, Björn Höcke, calificó el año pasado el memorial en Berlín para recordar el Holocausto como “un monumento de la vergüenza”, reclamando “un viraje a 180º de la política de memoria” y denunciando que se enseña la historia alemana de una forma negativa.

Otro desafío reciente es la aparición de un nuevo antisemitismo con la llegada de cientos de miles de demandantes de asilo provenientes de países donde el odio a los judíos ha sido alimentado por decenios de conflicto israelo-palestino.

Una solución para inculcar la cultura de “nunca más” pasa por visitar los lugares de estos crímenes, y algunos líderes políticos piden que estos viajes educativos sean obligatorios. Pero muchas veces éstos están completos.

Stephanie Billib, representante del memorial del campo de concentración de Bergen-Belsen, dijo que con la desaparición de los testigos, se impone la responsabilidad de cada uno.

“Debemos expresarnos de una forma más firme” sobre los crímenes cometidos por la generación de los bisabuelos de los adolescentes de hoy.

También se trata de contrarrestar todas las formas de negacionismo o de relativismo.


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