Así son las aplicaciones para rastrear el Covid-19 alrededor del mundo

Ya se usa en algunos países, en medio de debates sobre la protección de datos y la libertad. La gran polémica en la primera pandemia de la era digital .

A partir del la pandemia, los países y empresas tecnológicas han desarrollado aplicaciones para seguimiento, detección de focos y alertas. No sin polémica de por medio, la mayoría de los países ya pusieron en marcha estas herramientas para “frenar” la propagación del coronavirus. En la Argentina, tenemos la app Cuidar, que es de uso obligatorio para el permiso de circular.


Pero Cuidar no se parece -todavía al menos- a las aplicaciones que se utilizan en estos días en China, Uruguay, España y Francia, por citar algunos ejemplos.

Stop Covid, como generalmente se llama la aplicación en aquellos lugares es de instalación voluntaria y a partir de la tecnología Bluetooth permite detectar si el usuario estuvo cerca de alguna persona que sea Covid positivo durante un lapso superior a los cinco minutos.

“El principio sería sencillo: la aplicación se instala voluntariamente. Cuando dos personas se cruzan durante un determinado tiempo y en una distancia cercana, los teléfonos celulares registran mutuamente sus referencias en sus historiales. Si un caso positivo se declara, los que hayan estado en contacto con esta persona son avisados automáticamente”, explicaron en Francia durante el lanzamiento de la app que fue bajada por 700 mil personas hasta el día de hoy.

La aplicación francesa tiene como principal objetivo “identificar las cadenas de contagios” para “limitar la difusión del virus” dijo al diario Le Monde Cédric O, vice ministro francés de Asuntos Digitales.

Alemania celebró ayer el exitoso lanzamiento de su app de rastreo, indicando que se había descargado 6,5 millones de veces en poco más de un día.


Ante las reticencias que despertó el proyecto, incluso en la propia bancada oficialista macronista, el gobierno francés aseguró que la aplicación cumpliría con la ley europea de protección de datos personales y que no utilizaría la geolocalización de los teléfonos sino el sistema del Bluetooth.

Es que existen dos métodos distintos: la tecnología de comunicación “Bluetooth” entre aparatos electrónicos situados cerca, o la geolocalización, que permite recabar datos sobre desplazamientos de un individuo.

En el mismo camino, Alemania lanzó ayer “Corona-Warn”, que también a través de Bluetooth calcula a través de un algoritmo el riesgo de infección del usuario y aconseja qué medidas de protección emprender, como aislarse en casa o solicitar un test de coronavirus.

Varios países asiáticos van mucho más allá en el control de la vida privada de su población para prevenir los contagios.


En Corea del Sur por ejemplo, las autoridades sí acceden a los datos de geolocalización de los pacientes con Covid y alertan en su celular a las personas que estuvieron en contacto con ellos. Hong Kong por su parte impone una pulsera electrónica a ciertos viajeros del exterior, y vigila así el cumplimiento estricto de la cuarentena que se les impone.

China ha llevado al extremo las medidas de rastreo de su población. Las personas que quieran entrar o salir de Hubei o Wuhan -punto de partida de pandemia de Covid-19 – podrán hacerlo, siempre que presenten un código QR “verde” en el teléfono móvil. Lo emiten las autoridades y certifica que no está infectado con el nuevo coronavirus. Y si alguien se cruzó con una persona que tiene el Covid, la aplicación marca rojo, señal de que tienen prohibido circular.

Con geolocalización o por Bluetooths lo cierto es que las aplicaciones de rastreo serán una de las maneras de intentar detectar los brotes del Covid-19, con mayor o menor suerte, porque una de las contras que señalan los desarrolladores es que si no la utliza la mayor parte de la población, no tienen sentido. Y por otro lado, en la mesa del debate, se sentará como principal figura la libertad y la privacidad de las personas.


Pero en la primera pandemia de la era digital, está claro que la tecnología -la que usamos para conectarnos e informanos también- tendrá un lugar. Qué lugar y cuanto será seguramente asunto de debate.


Tres ejemplos de lo que se viene



– El gobierno uruguayo lanzó este lunes una herramienta para teléfonos inteligentes que permite a los usuarios recibir alertas sobre la exposición a un caso de covid-19. Los usuarios que descarguen la aplicación podrán recibir notificaciones que les avisarán si han estado cerca -a menos de cinco metros- de una persona contagiada por al menos cinco minutos.

– En Estados Unidos, una nueva versión del servicio de mapas de Google desplegará alertas de tránsito relacionadas con la presencia del coronavirus y avisará a los usuarios de aglomeraciones en servicios de transporte como autobuses o trenes.

– Tras ser denunciada por Amnistia Internacional, las autoridades noruegas anunciaron el lunes la suspensión de su aplicación de rastreo de la covid-19, porque se consideraba que los datos no protegían la privacidad de las personas.


El dilema entre el cuidado y la privacidad



A medida que más gobiernos recurren a las app de rastreo en la lucha contra el covid-19 ha surgido un dilema entre la necesidad de proteger la salud pública y el derecho a la privacidad.

Varios países ya lanzaron aplicaciones para rastrear los movimientos de personas infectadas por el virus y advertir a quienes estuvieron en contacto con ellas, permitiendo así a las autoridades vigilar la propagación de la epidemia. Pero muchos temen que la información personal recogida por los gobiernos o las empresas privadas en nombre del control de la pandemia pueda ser objeto de abusos o de opresión en los Estados autoritarios.

“Si no tenemos cuidado, la epidemia podría marcar un hito importante en la historia de la vigilancia”, escribió el historiador israelí Yuval Noah Harari en el Financial Times. La desconfianza se alimenta de varios abusos, como los de la agencia de inteligencia estadounidense NSA, denunciados por Edward Snowden, hasta las filtraciones de datos de Facebook a la empresa británica Cambridge Analytica. Y si bien considera que la salud pública no debe pagar el precio de los errores pasados de los gobiernos y las empresas privadas,muchos coinciden en la necesidad de “aclarar lo que estas herramientas hacen y lo que no hacen”.


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