Ataque a RÍO NEGRO: la responsabilidad de evitar que se transforme en un mensaje

Es necesaria una investigación eficiente para que no se dé un paso más en la escalada de ataques a la libre expresión.

Los violentos acontecimientos ocurridos el martes en la sede central del RÍO NEGRO son tan extraños e insólitos que cuesta comprenderlos.

Si hacemos abstracción de las causales motivacionales que parecen acercarse más a la esfera de lo demencial que lo racional, hay dos aspectos que pueden considerarse especialmente relevantes:

Los atacantes no estaban en absoluto interesados en ocultar su identidad. Su indumentaria señalaba inequívocamente la entidad que representaban. Actuaban con el rostro descubierto en medio del asalto a un lugar que se supone está en condiciones de registrar con idoneidad profesional un hecho delictual de esa magnitud.

El alarde puede responder a motivaciones opinables, pero no hay duda de que tiene origen en una clara convicción: la sensación de impunidad. Saben que pueden procesarlos, pero no les importa. Confían en que el sistema garantista les asegura una alta probabilidad de que no sean detenidos y, tal vez, ni siquiera condenados.

La otra vertiente no es menos preocupante. El diario está enfrente de la principal seccional de policía de la ciudad, separada por las vías ferroviarias. Una ruidosa manifestación era detectable visualmente sin problemas desde la sede policial y además recorrió previamente media ciudad desde los tribunales hasta la sede del diario. Se dio aviso urgente en todas las formas posibles y a la alarma que conecta el diario con la seccional. Tardaron 40 minutos en presentarse dos policías. Los invasores ya se habían retirado tranquilamente.

Por eso, en las manos de la Justicia y de la Policía está el grave ataque al Diario RÍO NEGRO, pero también una misión que trasciende este episodio puntual.

La responsabilidad para el Poder Judicial y para sus auxiliares es evitar que los hechos del martes se consoliden como un mensaje.

Es necesaria una investigación eficiente que conduzca a formulación de cargos y detenciones, para interrumpir la concreción de un paso más en la escalada de ataques a la libre expresión.

No asumir este caso con esa dimensión implica aceptar que, después de los insultos en las redes y en las calles, de los juicios en las plazas, a los periodistas también se los puede ir a buscar a las redacciones.

Y eso significaría retroceder notablemente en el camino democrático que en toda la Argentina se dejó ratificado ayer.


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