“Bicicleta”, la puerta de entrada de Serú Girán a los calientes 80

Hace 40 años, el virtuoso cuarteto editaba su tercer disco de estudio. Considerado el mejor de los cinco álbumes del grupo, con este particularmente alcanzaron la popularidad definitiva.

La década del 80 recién arrancaba y en un país sin primavera, en un territorio oscuro e invernal, Serú Girán marcaba con su disco “Bicicleta” el inicio de algo distinto. Gobernaba Videla, faltaba bastante para que estallara la guerra con Gran Bretaña y pocos podían imaginar que tan sólo dos años y medio después el sol volvería a salir con la fuerza que lo hizo en 1983.


Cuarenta años pasaron del lanzamiento de este disco que debería haber sido doble pero tuvo que ajustarse a los 40 minutos de los discos de vinilo (ah, qué diferencia con la era digital).
Serú Girán nació en dictadura (1978) y se disolvió en la misma dictadura (1982). Sus canciones quedaron escritas en piedra como referencia a una resistencia cultural, más pacífica que audaz, más creativa que contestataria, para millones de jóvenes que no habían pertenecido a la generación arrasada pero sabían lo que era la represión.


“Bicicleta” fue el disco bisagra, el que transformó a Serú popular, hizo llenar varios estadios Obras y logró vender cientos de miles de copias en tiempos de una música disco que se iba y la “new wave” que llegaba. Fue el tercero, tras “Serú Girán” y “La grasa de las capitales”. Le iba a seguir “Peperina” y “No llores por mí, Argentina”, la grabación en vivo del último recital, en marzo de 1982, poco antes de que estallara el conflicto en Malvinas.
Ahí están “Alicia”, “Cuánto tiempo más llevará”, “Desarma y sangra”, pero además tiene una joya instrumental que se disfruta más con la perspectiva de los años: abre el disco y no tiene nombre (se iba a llamar “Bicicleta”, pero quedó como una introducción de “A los jóvenes de ayer”). Con auriculares se aprecian los golpes de los rototoms, el bajo profundo y el piano tanguero.


Si Serú son los Beatles argentinos, Charly García, que el año que viene cumple 70 años, y David Lebón son Lennon y McCartney. Ringo es Moro. Y Pedro Aznar vendría a ser Harrison, aunque sus composiciones no se lucieron en los discos originales de la banda (tuvo uno nuevo en estudio en 1992, un doble en vivo de ese regreso y el bellísimo “Yo no quiero volverme tan loco”, editado en 2000 pero grabado en vivo durante los recitales del teatro Coliseo de finales de 1981).
“Bicicleta” es contemporáneo a “Los niños que escriben en el cielo”, de Spinetta Jade; otro estilo, calidad semejante.


Las tapas de «Bicicleta»: en una, Charly se acomoda su camisa; y en la otra, busca con la mirada a Moro.


Aznar escribió que Serú era “refugio y barricada, santuario y tribuna” en tiempos sombríos. Y “Bicicleta” es el disco que mejor expresa esa mezcla de rinconcito de sol en medio de tantas nubes y de grito de angustia ante tanta muerte.
Comenzaba la década de los “ochentistas” (a los que peyoran “ochentosos”); faltaba un año para que bandas como Virus y Los Abuelos de la Nada sacaran sus primeros discos. La era iba a terminar antes del 90; para entonces ya todo era diferente.

Las historias detrás de las canciones

“Bicicleta” fue el debut independiente de Serú, independizado de Music Hall, la compañía cuyo catálogo fue rescatado por el Estado y entregado a sus autores.
En “Tema de Nayla” Charly García tuvo que ceder los teclados. David Lebón quiso que el solo de Rhodes lo hiciera Diego Rapoport, que formaba parte en esa época de Jade. Más tarde se iría a vivir a Bariloche y a Neuquén. Su experiencia con Serú no fue tan entretenida: estuvo solo en el estudio y tocó mientras escuchaba la pista.
“Encuentro con el diablo” tiene un reconocido robo del riff a “Sweet home Alabama”, de Lynyrd Skynyrd, aunque esta banda estadounidense también tiene sus denuncias por plagio.
Luis María Casalla, familiarmente “Bicho”, tocó en esa misma canción el trombón. Músico de mil sesiones, era uno de los hermanos de “Chingolo”, músico y artista plástico de Bariloche. Nada menos que Bernardo Baraj y Benny Izaguirre le pusieron los vientos a la potente versión de estudio.
“Canción de Alicia en el país” tenía otra letra y había sido compuesta para una película de Eduardo Pla, pero la cantaba Raúl Porchetto. Ya se sabe que la letra final está repleta de referencias políticas, tan lúcidas y a la vez disimuladas detrás de la obra de Lewis Caroll que la censura no advirtió.
El aporte de Aznar es vital. Entre la potencia de la voz de Lebón y la dulzura de García, Pedro, con sólo 21 años, se hace fuerte en los coros, mete “bajo bien abajo” y arreglos de cuerdas sintetizadas en “Desarma y sangra”.


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