Boudou bajo palabra

Según los médicos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner está recuperándose “sin complicaciones” de la operación a la que fue sometida el miércoles pasado, de suerte que no hay motivos para suponer que resultará necesario prolongar el interinato de Amado Boudou más allá de la fecha prevista. Con todo, aunque la presidenta pronto logre superar sus problemas de salud, el que, para alarma no sólo de sus compatriotas sino también de muchos dirigentes extranjeros, se haya visto obligada a internarse en el Hospital Austral, delegando la presidencia a Boudou por algunas semanas, ha servido para advertirnos que es intrínsecamente inestable que un orden político dependa casi por completo de la presencia de una sola persona. No bien se anunció que Cristina tendría que ausentarse por 20 días, para muchos oficialistas la prioridad consistió en impedir que Boudou aprovechara la oportunidad que le fue dada para hacer subir sus propias acciones. Parecería que Boudou no tenía la menor intención de arriesgarse a compartir el destino poco envidiable de sus antecesores como vicepresidente Daniel Scioli y Julio Cobos, ambos blancos de un sinnúmero de presiones encaminadas a humillarlos, pero por las dudas allegados de la presidenta le dejaron saber que estaba bajo vigilancia. Por su parte, el titular previsional del Poder Ejecutivo optó por ahorrarse eventuales disgustos al hacer de su despacho en el Banco Nación su cuartel general. Huelga decir que no ocasionó sorpresa alguna la voluntad de los partidarios más decididos de Cristina, capitaneados por su hijo Máximo, de asegurar que la enfermedad pasajera de la presidenta no afectara en absoluto el sistema sumamente personalista de poder que se da en nuestro país y que en octubre del año pasado fue apoyado por casi el 54% del electorado. Además de su preocupación natural por la salud de Cristina, entienden que si por alguna razón resultara necesario darles un papel mayor a las instituciones ellos mismos perderían poder e influencia, ya que su protagonismo actual se debe exclusivamente a su relación con la primera mandataria. Un tanto más sorprendente, empero, ha sido la pasividad resignada del grueso de la oposición frente a la situación que se ha dado, ya que una cosa es manifestar el deseo de que la recuperación de Cristina sea rápida y completa, y otra muy distinta suponer que resulta perfectamente normal que el sistema político nacional gire en torno de su persona y que sea tomado por un riesgo muy grave incluso la posibilidad de que el vicepresidente en ejercicio de la presidencia se desvíe un milímetro del curso fijado por el círculo áulico cristinista. La concentración de poder así supuesta es claramente malsana. Si al mismísimo vicepresidente no se le permite hacer gala de cierta independencia de criterio a pesar de que en teoría por lo menos no puede ser despedido por su jefa, ningún otro miembro del gobierno podría hacerlo. De tal modo, el gobierno nacional se ha privado de los beneficios que le significaría aprovechar plenamente los talentos de sus integrantes que, como ya es notorio, no se animan a plantear alternativas a las medidas planteadas por la presidenta por miedo a verse acusados del crimen imperdonable de deslealtad. Aun cuando Cristina fuera un genio universal, no estaría en condiciones de acertar siempre, pero una consecuencia del estilo de gobierno exageradamente personalista es que sus colaboradores, con la eventual excepción de su hijo, son reacios a decir lo que realmente piensan por miedo no tanto a ofenderla a ella, ya es de suponer que sería capaz de distinguir entre los argumentos honestos por un lado y los tendenciosos por el otro, cuanto a los cortesanos de mentalidad conspirativa que pululan a su alrededor. En los países largamente habituados a la democracia, el poder se ejerce a través de las instituciones porque no sólo los funcionarios sino también la mayor parte de la ciudadanía entienden que el personalismo excesivo es incompatible con el mínimo necesario de eficiencia administrativa, pero parecería que en muchos sentidos seguimos en una etapa predemocrática, de ahí la voluntad de la mayoría de dejar que una sola persona se encargue de virtualmente todo, acaso con la ilusión que de tal modo simplifique problemas que, de otra manera, le parecerían intolerablemente complejos.


Certificado según norma CWA 17493
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Certificado según norma CWA 17493 <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscribite por $2600 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora