Butch festejó el camino fronterizo por El Manso
La carta que el bandido mandó desde Cholila en 1902 a sus amigos en Estados Unidos, se refería a la conveniencia de esa brecha desde Chile para pasar y vender su ganado.
Sólo excursionistas que lleguen al hito limítrofe plantado al término del valle de El Manso, podrían ubicar el lugar donde fue muerto y enterrado el bandido chileno Basilio Pozas.
El jefe de la Policía Fronteriza de Río Negro, Adrián del Busto, informó el 9 de agosto de 1911 al ministro del Interior Indalecio Gómez sobre las batidas hechas en pleno invierno, cuando, paradójicamente, el bandidaje se aquietaba. También aludía a sucesos del otro lado de la frontera cuando señaló que «siete bandoleros asesinaron en Cochamó al carabinero Abdón Romero…».
De los bandidos muertos, Del Busto dijo que «uno (cayó) en las orillas del río Manso, inmediaciones del hito». Ignoraba el nombre muerto pero necesitaba justificar las razones para emprender aquella represión a fuego graneado. Dijo entonces que «con fecha 7 de junio de 1911, el señor don Julián P. Gonzalorena, hacendado establecido en Cheuqueniyeu me hacía formal denuncia en la siguiente forma: bandoleros, Ismael Torres, Basilio Pozas o Monsalve, Aníbal Castro, Segundo Soto, Locadio Toledo, Santiago Gómez, Emeterio Paredes, Juan Antonio Zurita y Leandro Delgado» (Expt. 7201, legajo 30, 1911, M° del Interior, A.G.N.).
El plan de la Cochamó
Para esos tiempos, el tramo del Pacífico al Manso era todavía camino abierto, proyectado y construido por la compañía chilena Cochamó y que se extendía desde el mar a la frontera para luego seguir por El Manso en demanda de los caminos rurales que accedían a fértiles valles argentinos y estancias británicas de la Cía. de Tierras. Su plan era faenar ganado argentino frente al mar en lo que llamaban «grasería» y parte de los vacunos embarcarlos en pié hacia el Norte.
La traza del camino de Cochamó comenzó a abrirse antes de que la corona británica laudara el conflicto limítrofe y por esa razón violaba acuerdos del estatus fronterizo convenido. La violación fue denunciada pero el accidentado camino se construyó.
La importancia y alboroto que despertó su apertura merece evocarse como proyecto mayor: un plan de caminos que Chile preparó para el caso de fracasar el laudo. La información llegó de esa manera a manos de la autoridad.
El 17 abril de 1901 el Jefe de Policía de Chubut Pedro I. Martínez encargó por nota al comisario de 16 de Octubre Eduardo Humphreys una comisión a cumplir en Corcovado. Le recomendó averiguar sobre los caminos chilenos.
Desde su comisaría y boliche, Humphreys se puso en marcha el 7 de mayo «hacia el Corcovado levantando de paso los datos estadísticos que elevo adjunto», según su nota al jefe policial fechada en 16 de Octubre el 15 de mayo y que obra en el archivo de gobierno de Rawson. «En cuanto a los caminos por esos lugares -refirió el comisario- debo manifestar a V.S. que he hecho todas las averiguaciones posibles sin tener conocimiento de que se esté trabajando camino alguno, sin embargo, a mi regreso se me entregó una carta (particularmente) del señor Luis Horn de Nahuel Huapi en la cual me decía lo siguiente: 'Pronto tendrá Ud. un camino de la colonia al mar Pacífico sabiendo que este año han trabajado muchos hombres en el río Yelcho'. Este río, según el último plano de la Dirección de Tierras y Colonias, desemboca al Pacífico en el paralelo 43; también me refiere el Sr. Arturo Hainge que el señor Horn le ha manifestado que de Osorno Sud de Chile, el gobierno ha mandado ochocientos hombres a trabajar en los caminos del Pacífico al río Manso, Colonia 16 de Octubre, y lago Fontana o sus inmediaciones. Estos son los datos que he podido conseguir hasta ahora y en cuanto tenga algunos datos nuevos, tendré el honor de comunicárselos al Señor Jefe de Policía a quien Dios guíe. E. Humphreys. Comisario».
El «corte» de Onelli
Es sabio que Clemente Onelli en su libro «Trepando los Andes», datado el 23 de noviembre de 1903, da cuenta de aquellos caminos cuando hizo su campaña de 1902. En su capítulo IV narra cómo le cortó a cuchillo la mano macheteada de un hombre que llegó a su campamento en la nacientes del río Manso en busca de curación y tras muchos días de mantenerla casi seccionada mientras abría una picada («prenda inútil y peligrosa» definió el autor para convencer al accidentado del beneficio de la amputación).
«El flamante manco -dice Onelli- … comió con un apetito envidiable, me contó cómo le había ocurrido el percance hachando monte a poca distancia de allí, donde el gobierno de Chile, desde la boca del Reloncaví, venía abriendo camino en este territorio entonces discutido. Fue así que se tuvo la primera noticia de esos trabajos, que tanto conmovieron entonces la ya agitada opinión de los dos países». Onelli no se conformó con el relato. Se hizo acompañar por el «flamante manco» al lugar del desmonte «que fue juzgado más tarde camino estratégico, violación de territorio y de tratados».
No era ese el camino de Cochamó, claro, pero los del plan se habrían abierto simultáneamente. El que llegó al Manso al parecer se libró en el verano 1901-1902, según lo testimonia una carta que excepcionalmente tuve en mis manos en el centro de información y archivo del Utah History Society de Salt Lake City y que funciona en parte de la vieja estación del ferrocarril al Oeste. De ese valioso documento obtuve una copia autenticada en 1973. Es la carta fechada Cholila el 10 de agosto de 1902 nada menos que por Santiago P. Ryan (en realidad, Robert Leroy Parker, con varios alias, entre ellos Butch Cassidy). La dirigió a la señora Davies de Ashley, Utah, esposa de su amigo Elza Lay, un «fuera de la ley» de aquellos tiempos en el Viejo Oeste. Curiosamente, el ahora estanciero patagónico y bodeguero socio de Reina Ruttini, el millonario norteamericano Ward Lay (Pepsi Cola, papas fritas Lay's), me dijo du
rante un encuentro en su estancia sureña -en noviembre de 2003- que creía ser lejano pariente de Elza Lay, el amigo de Butch.
La carta precisaba que «para llegar a Chile es necesario cruzar la cordillera, lo cual se consideraba imposible hasta que el verano pasado se comprobó que el gobierno chileno había abierto un camino, de manera que el verano próximo podremos llegar hasta Puerto Montt-…» (con su planteles de ganado para vender). También señalaba que por ese camino podrían llegar «… en unos 4 días, cuando antes eran necesarios dos meses por el antiguo sendero. Esto será un gran beneficio para nosotros, porque Chile es nuestro gran comprador de carne vacuna y podemos llevar nuestro ganado allí en la décima parte de tiempo que nos hacía falta sin que disminuya su peso».
Verificaciones en Utah
No cabe duda que el remitente era todo un vaquero. Pero aquella carta carece de la última página, y desde luego quién la firma. Sin embargo resultó fácil de cotejar su caligrafía con otro documentos que suscribió en la Patagonia, y cuyas copias llevé hasta Utah. Nos sólo eso. Encontré otra carta de Butch en el Utah History Information Center (MSS A N° 2596) suscripta como «your brother Bob» a Daniel P. Parker, el hermano un año y 7 meses menor, llamado Daniel Sincliar P., según los registros mormones. Daniel le sobrevivió varias décadas a su notorio hermano (murió el 5 de agosto de 1942). Para 1890 Bob (más tarde Butch) ya andaba en problemas y aún no se hacía llamar Cassidy. Pero la carta revela porqué elegiría ese otro nombre: la suscribió a los 24 años, el 13 de marzo de 1890 y en la posdata sugirió a su hermano dirija su respuesta a George Cassidy (su vaquero paradigmático).
Una copia de la carta desde Cholila se la cedí -un año después- a Bruce Chatwin cuando me visitó en Buenos Aires y no era famoso, como lo fue en su brevísima vida de escritor. La divulgó en su nota «In Patagonia» que publicó en el New Yorker (1974) y en la revista de una empresa aérea norteamericana. Fue así que se conoció el primer documento del que se tuvo noticias y que escribió el bandido en nuestra Patagonia. Bruce, que volvió a publicarla en su muy reeditado libro, fue básicamente un nómade. Consecuentemente sus historias cobraron colorida tridimensión, porque no se conformaba con las historias, sino que necesitaba conocer los escenarios.
En cuanto a Butch, entusiasmado en Cholila por el camino abierto por el cual pasar el ganado, es probable que ni siquiera lo haya usado. Es que no resultó tan fácil hacerlo y muy pronto él y sus compinches entraron el dificultades.
En marzo de 1985 tuve la fortuna de unirme a un grupo de jinetes que partiendo de la finca de Oscar Lanfré, en El Manso inferior, intentó llegar a Cochamó en lo que se llamó expedición «Hermandad» e interrumpió la falta de certificaciones veterinarias de los animales.
Pero tuve noción de las dificultades del aquél «camino» fronterizo. Pasamos cerca del hito limítrofe y de la tumba del bandido chileno. Del otro lado de la frontera, en Paso del León, Luis Aníbal Monteros, me reseñó: «En la época de la Fronteriza mataron allí cerca del hito a Basilio Pozas («o Monsalve», según mención de Del Busto). Lo enterraron vivo porque al otro día apareció un brazo afuera. Ellos seguramente creían que lo habían matado pero estaba vivo. Ahora hay allí un alma muy milagrosa. Ha hecho milagros -suponía Monteros- y yo le he hecho una rejita de madera con los carabineros. El sargento Chamorro le ha hecho una promesa» (testimonio grabado el 10/03/1985).
Felizmente estuve entre los invitados a seguir a Cochamó en una avioneta milagrosamente aterrizada en una ladera más apropiada para pista de esquí. Aterrizamos frente al mar, montamos pingos chilenos y entramos al mítico Cochamó.
(Continuará)
Francisco N. Juárez
fnjuarez@sion.com
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