Campeón mundial

Sería de suponer que en una sociedad como la nuestra, en que es tradicional que los políticos, sindicalistas y clérigos compitan vigorosamente para ver cuáles de ellos se sienten más profundamente indignados por la pobreza y más resueltos a combatirla, existiera un consenso muy amplio a favor de la cultura del trabajo, pero parecería que éste dista de ser el caso. Según se informa, en la Argentina hay más feriados nacionales, 19, que en cualquier otro país del planeta. Al agregar cuatro más al total, este año logramos saltar por encima de rivales como Colombia en el ranking mundial. Los más agradecidos por la cantidad insólita de feriados son, huelga decirlo, los hoteleros. Es que cuentan con el apoyo de una lobbista de lujo: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que, por casualidad, es ella misma una empresaria turística exitosa y por lo tanto propenderá a creer que lo que es bueno para su propio sector beneficiará a todos. Por lo demás, no es ningún secreto que Cristina haya decidido subordinar virtualmente todo al consumo por suponer que es la clave del desarrollo económico y también de su propia popularidad. Si bien parecería que ciertos feriados atribuibles al bicentenario de efemérides memorables no se repetirán, lo que permitiría a Colombia recuperar el liderazgo en este ámbito tan particular, no extrañaría que el gobierno kirchnerista encontrara pretextos para decretar algunos más, que a veces se verían suplementados por “puentes”, lo que podría hacer con el propósito de celebrar debidamente acontecimientos que a su juicio son de gran importancia histórica, como los supuestos por los aniversarios del nacimiento y fallecimiento de distintos próceres considerados populares, para que la gente no se sienta abrumada por el trabajo cotidiano. Asimismo, la elección de un papa argentino no podrá sino tentar a los dignatarios eclesiásticos a pedir la inclusión de más feriados religiosos. En términos económicos, el turismo es positivo, ya que da empleo a muchas personas y estimula el consumo. Asimismo, contribuye a brindar la sensación de que el país está gozando de una etapa signada por el bienestar generalizado. Pero acaso no convendría exagerar. Con la excepción de países como España que, gracias a una combinación de sol, arena y leyes permisivas, atraen todos los años decenas de millones de visitantes extranjeros con poder adquisitivo, la incidencia del turismo en el producto bruto nacional no suele ser decisiva. Además, incluso en países con una industria turística relativamente próspera, es necesario tomar en cuenta el impacto de la pérdida de días laborales o de clases, además de la influencia psicológica que tendrá en las empresas privadas y las reparticiones públicas la proximidad de otro fin de semana largo. Puede que un país en que quienes están en condiciones de aprovechar todas las oportunidades para descansar algunos días más lo hagan sea más feliz que otros en que éstas escasean, pero no hay motivos para suponer que será más productivo. Se trata de un detalle que debería preocupar tanto a los necesitados como a quienes se afirman angustiados por la pobreza de más de diez millones de compatriotas. Al fin y al cabo, en última instancia su destino dependerá de la productividad del conjunto que, a su vez, dependerá del estado de la tan mentada cultura de trabajo. Es verdad que, si bien es notable la cantidad de feriados nacionales que sirven para reducir a cuatro o tres días la semana laboral y lectiva, quienes trabajan en blanco suelen tener vacaciones anuales pagas más breves que sus equivalentes de muchos países europeos. ¿Es mejor repartir así los días de descanso? Es probable que no, ya que las interrupciones constantes supuestas por los feriados incidirán en la actitud de los que de otro modo estarían anímicamente preparados para desempeñar tareas que los obligan a concentrarse por períodos prolongados. También perjudican a los constreñidos a postergar trámites. Por lo demás, es notorio que las presiones de los empresarios turísticos para que se multipliquen los días no laborales y no lectivos hayan afectado negativamente a los esfuerzos por estirar el año escolar que, en comparación con los habituales en países como el Japón, Alemania, Corea del Sur y China, sigue siendo llamativamente corto aun cuando se pasen por alto los días perdidos a causa de los ya rutinarios paros docentes.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.031.695 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Sábado 30 de marzo de 2013


Sería de suponer que en una sociedad como la nuestra, en que es tradicional que los políticos, sindicalistas y clérigos compitan vigorosamente para ver cuáles de ellos se sienten más profundamente indignados por la pobreza y más resueltos a combatirla, existiera un consenso muy amplio a favor de la cultura del trabajo, pero parecería que éste dista de ser el caso. Según se informa, en la Argentina hay más feriados nacionales, 19, que en cualquier otro país del planeta. Al agregar cuatro más al total, este año logramos saltar por encima de rivales como Colombia en el ranking mundial. Los más agradecidos por la cantidad insólita de feriados son, huelga decirlo, los hoteleros. Es que cuentan con el apoyo de una lobbista de lujo: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner que, por casualidad, es ella misma una empresaria turística exitosa y por lo tanto propenderá a creer que lo que es bueno para su propio sector beneficiará a todos. Por lo demás, no es ningún secreto que Cristina haya decidido subordinar virtualmente todo al consumo por suponer que es la clave del desarrollo económico y también de su propia popularidad. Si bien parecería que ciertos feriados atribuibles al bicentenario de efemérides memorables no se repetirán, lo que permitiría a Colombia recuperar el liderazgo en este ámbito tan particular, no extrañaría que el gobierno kirchnerista encontrara pretextos para decretar algunos más, que a veces se verían suplementados por “puentes”, lo que podría hacer con el propósito de celebrar debidamente acontecimientos que a su juicio son de gran importancia histórica, como los supuestos por los aniversarios del nacimiento y fallecimiento de distintos próceres considerados populares, para que la gente no se sienta abrumada por el trabajo cotidiano. Asimismo, la elección de un papa argentino no podrá sino tentar a los dignatarios eclesiásticos a pedir la inclusión de más feriados religiosos. En términos económicos, el turismo es positivo, ya que da empleo a muchas personas y estimula el consumo. Asimismo, contribuye a brindar la sensación de que el país está gozando de una etapa signada por el bienestar generalizado. Pero acaso no convendría exagerar. Con la excepción de países como España que, gracias a una combinación de sol, arena y leyes permisivas, atraen todos los años decenas de millones de visitantes extranjeros con poder adquisitivo, la incidencia del turismo en el producto bruto nacional no suele ser decisiva. Además, incluso en países con una industria turística relativamente próspera, es necesario tomar en cuenta el impacto de la pérdida de días laborales o de clases, además de la influencia psicológica que tendrá en las empresas privadas y las reparticiones públicas la proximidad de otro fin de semana largo. Puede que un país en que quienes están en condiciones de aprovechar todas las oportunidades para descansar algunos días más lo hagan sea más feliz que otros en que éstas escasean, pero no hay motivos para suponer que será más productivo. Se trata de un detalle que debería preocupar tanto a los necesitados como a quienes se afirman angustiados por la pobreza de más de diez millones de compatriotas. Al fin y al cabo, en última instancia su destino dependerá de la productividad del conjunto que, a su vez, dependerá del estado de la tan mentada cultura de trabajo. Es verdad que, si bien es notable la cantidad de feriados nacionales que sirven para reducir a cuatro o tres días la semana laboral y lectiva, quienes trabajan en blanco suelen tener vacaciones anuales pagas más breves que sus equivalentes de muchos países europeos. ¿Es mejor repartir así los días de descanso? Es probable que no, ya que las interrupciones constantes supuestas por los feriados incidirán en la actitud de los que de otro modo estarían anímicamente preparados para desempeñar tareas que los obligan a concentrarse por períodos prolongados. También perjudican a los constreñidos a postergar trámites. Por lo demás, es notorio que las presiones de los empresarios turísticos para que se multipliquen los días no laborales y no lectivos hayan afectado negativamente a los esfuerzos por estirar el año escolar que, en comparación con los habituales en países como el Japón, Alemania, Corea del Sur y China, sigue siendo llamativamente corto aun cuando se pasen por alto los días perdidos a causa de los ya rutinarios paros docentes.

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