Cannes tuvo sus primeros abucheos

Fue para “Sólo Dios perdona”, del danés Nicolas Winding Refn, con Ryan Gosling como protagonista. La excesiva violencia del film que transcurre en Bangkok fue mal recibida.

Claudio D. Minghetti

El danés Nicolas Winding Refn, recordado por “Drive” dividió aguas en el Festival de Cannes con “Only God Forgives” (“Solo Dios perdona”).

En su nuevo filme, el cineasta cuenta la historia de Julian, un fugitivo de la justicia, que maneja un club de muay thai, o boxeo tailandés, en Bangkok que esconde tráfico de drogas, y vive sus días sumergido en ese oscuro mundo donde se mueve la delincuencia y la prostitución, sin que nada parezca inmutarlo demasiado.

Un día, su hermano mayor dice en voz alta que va a darse “una vuelta por el infierno”, y se mete en un prostíbulo donde asesina a una prostituta y poco después es librado a los deseos del padre de la víctima por un policía místico y demente, apasionado por las armas blancas.

Al enterarse de esto, la madre de esos dos jóvenes, también de las grandes ligas mafiosas, viaja desde los Estados Unidos en busca del cuerpo de su hijo muerto con la intención de vengarse del o los criminales.

Primero se dará el encuentro con Julian y después tramará la venganza, que el policía está dispuesto a impedir porque tiene su propia forma de hacer cumplir la ley. Una guerra más sangrienta todavía está por desatarse.

El cineasta danés que supo sorprender con “Drive” tiene un vasto dominio del lenguaje de las imágenes y eso lo confirma en la primera media hora casi hipnótica, con música muy fuerte de Cliff Martínez, en la que se ve a Julian en su rutina, en un burdel invadido por el color rojo en el que flota el morbo.

El derrotero se convierte en terrible y sangriento, donde la violencia es pura y dura, toda la que se pueda generar con una sartén con aceite hirviendo, una ametralladora, cuchillos, estacas y espadas, hasta puños y piernas.

Winding Refn insiste con el morbo en varias escenas, como la del prostíbulo con Julian (Ryan Gosling) atado a una silla, o las que él mismo protagoniza con su madre, interpretada por Kristin Scott Thomas.

Sin embargo, la solidez de esa primera media hora, con algo de David Lynch, deviene una trama que no tiene demasiado sostén, e incluso algunos momentos bastante insólitos, cuando el policía encarnado por Vithaya Pansringarm, canta boleros a sus colegas que lo consideran una leyenda viviente.

El público abucheó el filme que el artista dedicó al cineasta chileno Alejandro Jodorowsky, y tampoco convenció su explicación posterior en una rueda de prensa en la que sostuvo que hizo su película cuando “estaba en una fase existencialista, difícil”. “Sentía en mi interior una ira permanente que no sabía cómo canalizar. En esos momentos, uno tiende a recurrir a Dios. Fue entonces cuando tuve la idea del personaje de un hombre que se toma por Dios, y de esta relación entre una madre devota y su hijo y por eso he realizado una película sobre las nociones de espiritualidad y misticismo”. (Télam)


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