Carrera sin ganadores

Es bien posible que, de resultas de las paritarias que, tal y como están las cosas, tendrán que celebrarse varias veces por año, algunos gremios logren adelantarse a la inflación, pero en la mayoría abrumadora de los casos sólo se trataría de una ventaja pasajera. Como decía Juan Domingo Perón, mientras que los salarios suelen subir por la escalera, los precios lo hacen por el ascensor. Puede que los sindicalistas no tengan más alternativa que la de procurar defender el poder adquisitivo de los afiliados reclamando aumentos que al menos servirían para conservarlo por un par de meses, pero a esta altura deberían entender que las “conquistas” previstas serían efímeras y, peor aún, darían a la inflación un impulso adicional. Por mucho que dirigentes como el camionero Hugo Moyano insistan en que los aumentos salariales no inciden en la evolución del costo de vida, sabrán muy bien que la tesis que reivindican es insensata: si no lo fuera, el gobierno podría eliminar por decreto la pobreza. Aun cuando optaran por pedir aumentos relativamente modestos, conformándose con un piso del 25% que sería inferior a la tasa registrada por las consultoras privadas y avalada por los legisladores de la oposición, echarían más nafta al incendio inflacionario. Puesto que los jefes de los gremios no oficialistas ya están hablando de un piso por encima del 30%, parecería que la economía ya se ve atrapada en una espiral viciosa de la que no podrá escapar hasta que se produzca un nuevo estallido. El gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quisiera limitar los aumentos al 20% anual, un monto que sólo sería compatible con la inflación del Indec, del 10,8% anual, si hubiera motivos para suponer que en el año corriente la economía se anotará una tasa de crecimiento de dos dígitos. Por desgracia, ni siquiera los más optimistas creen que el país esté por reanudar la expansión “a tasas chinas”. En cuanto a los pesimistas, sospechan que ya se ha iniciado una etapa acaso prolongada de estanflación. Si éstos están en lo cierto, la puja salarial que nos aguarda contribuirá a agravar una situación ya muy difícil pero, claro está, sería poco razonable exigirles a los líderes sindicales resignarse a la depauperación de los trabajadores de los gremios que encabezan. Tienen forzosamente que privilegiar los intereses inmediatos de los afiliados aunque comprendan que, a la larga, la militancia salarial les será negativa. Desde hace mucho más de medio siglo, la Argentina ha contado con sindicatos tan poderosos que en ocasiones han conseguido dictar la política económica nacional. Por desgracia, en última instancia los ingresos de la mayoría no dependen de la combatividad de sus presuntos representantes sindicales sino de la productividad de la economía, razón por la que a través de los años en nuestro país los salarios de la clase obrera y del grueso de la clase media se han deteriorado tanto en términos relativos que en la actualidad son una pequeña fracción de los percibidos por sus equivalentes en América del Norte, Oceanía, Europa occidental y el Japón. También han dejado de ser los más altos de América Latina. Por lo demás, las pujas salariales siempre han perjudicado a millones de personas que dependen de la economía negra, de tal modo contribuyendo al crecimiento de los ya enormes bolsones de pobreza que existen en el país, y no se dan motivos para suponer que en esta oportunidad sea diferente el resultado de la lucha por aferrarse al poder adquisitivo de los trabajadores agremiados. Con el aval de sindicalistas como Moyano que, desde luego, son conscientes de que hasta cierto punto les conviene la inflación porque les permite desempeñar papeles protagónicos negociando en pie de igualdad con las autoridades nacionales, el gobierno kirchnerista decidió que “un poco” de inflación no le vendría mal. Se equivocó. De haber optado el entonces presidente Néstor Kirchner por enfrentar el mal con un ajuste menor en diciembre del 2007, cuando el país estaba creciendo a un ritmo muy vigoroso, el panorama actual sería radicalmente distinto pero, con miopía apenas concebible, prefirió intentar ocultar lo que estaba sucediendo, legando así a su esposa una bomba de tiempo que no le será dado desarmar a tiempo para ahorrarse una multitud de problemas políticos y sociales.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 5.031.695 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Vicedirector: Aleardo F. Laría Rajneri Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Viernes 25 de enero de 2013


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