Familia Contreras–Molina, haciendo caminos en el Valle

Una larga travesía recorrida en estas tierras de la Nor Patagonia a mediados del siglo XX por el matrimonio Contreras- Molina. De acuerdo con sus propios recuerdos, llevan 58 años casados. Se reconocen neuquinos, aunque no nacieron en Neuquén.

Marta nació en Tandil, provincia de Buenos Aires, y Edgardo en San Antonio Oeste, provincia de Río Negro, pero prácticamente toda su vida ha transcurrido en esta ciudad capital. Los padres de Marta, René Juan Molina y Haydee Marta Gianassi, ambos tandilenses, arribaron por primera vez a Neuquén en 1947. Don René, ferroviario, y Haydeé, ama de casa, habitaron una casa en la colonia ferroviaria, en calle Mitre (donde hoy se encuentra el Museo de Bellas Artes), hasta el año 1950. Marta concurrió a la Escuela Primaria N° 121.

Luego su padre fue trasladado a Las Flores, provincia de Buenos Aires, donde nació el segundo hijo y hermano menor de Marta, René Jorge Molina. La familia permaneció allí hasta 1956, año en que regresaron nuevamente a Neuquén, siendo René ya maquinista del ferrocarril.

Marta hizo el secundario en la Escuela Nacional de Comercio General San Martín, anexo Magisterio, donde obtuvo el título de Maestra Normal Nacional en 1960.

Su hermano completó la primaria y secundaria en la Escuela San Martín. Posteriormente estudió en Bahía Blanca, donde se recibió de Ingeniero y formó su familia con la bioquímica Carmen Marino, con quien tuvo dos hijos, Franco y Cecilia. Marta comenzó su carrera como maestra de grado en la Escuela N° 101 de Colonia Valentina. Luego trabajó en la Escuela N° 61, ingresó como titular por concurso en la Escuela Primaria N° 201.

Desarrolló diversas actividades: fue miembro titular electa por la docencia en la Junta de Clasificación de la Provincia, junto a Manuela de Vega y Adelma de Barcia. Realizó numerosos cursos e integró la Comisión para la Elaboración del Currículum Primario en 1976. Organizó la Oficina de Registro y Equivalencia de Títulos junto a Cristina Angelini. También fue Coordinadora Administrativa y trabajó un breve período en la Escuela Especial de Ciegos.

Su labor más prolongada fue en la Escuela Primaria N° 2, donde se desempeñó desde 1979 hasta su jubilación en 1994. Edgardo Luis llegó a Neuquén junto a sus padres, Gerónimo Contreras (maquinista del ferrocarril) y Dominga Follino (ama de casa), y sus hermanos mayores, José Ricardo y Osvaldo Francisco, todos oriundos de Río Negro. Completó la primaria en la Escuela N° 61 y luego estudió en la antigua Escuela Técnica Industrial de calle Láinez, bajo la dirección de Eugenio Perticone. Allí tuvo como profesor de Dibujo Técnico a Mantelli, quien, junto a Perticone, influyó en su decisión de convertirse en dibujante técnico, profesión que ejerció con dedicación hasta su jubilación. Hizo el servicio militar en Tandil, donde compartió charlas y experiencias con Osvaldo Soriano, su excompañero de la Escuela Industrial y residente por entonces en esa ciudad. Años más tarde, tras el exilio de Soriano en España y ya convertido en un escritor reconocido, Edgardo lo visitó en Buenos Aires, en un emotivo reencuentro. Concluido su servicio militar, Edgardo ingresó en la recién creada Escuela de Oficiales de la Policía, de la que egresó.

Optó por ingresar en la Dirección Provincial de Vialidad y, más tarde, accedió por concurso a la Dirección Provincial de Catastro, siendo el primer empleado de esa nueva Dirección. Luego fue trasladado a Recursos Naturales de la Provincia, donde se jubiló en 1994. Marta y Edgardo se casaron el 30 de enero de 1967 y tuvieron tres hijos: Vanesa, Iván Jesús (fallecido) y Jorge Luis, todos nacidos en Neuquén. Vanesa es abogada y profesora universitaria en la CABA, donde formó su familia y tuvo dos hijos: Iván y María Pía.

Jorge Luis, periodista, trabaja en la Secretaría de Emergencias y Gestión de Riesgos de la provincia de Neuquén y es padre de Juan Martín. Esta familia siempre reafirma con orgullo que son neuquinos, porque Neuquén es la ciudad donde crecieron, educaron a sus hijos, trabajaron, se jubilaron, cultivaron amistades. Hace décadas se los ve a Marta y Edgardo transitar las calles valletanas, caminar por ellas y revivir en cada rincón parte de su historia. Hoy los homenajeamos por ser merecedores de una vida compartida de trabajo y afecto.


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