Caso Mandagaray: una cerrada cultura policial

Melisa Fernández Marrón *

A días del fallecimiento en circunstancias muy confusas del oficial ayudante Gabriel Mandagaray, y a unos más del posible cierre de la causa judicial por el asesinato del oficial Lucas Muñoz, queda en evidencia una problemática más amplia: la democratización de las fuerzas policiales en Río Negro.


Desde los años 90 en adelante, en Argentina, el tema ha sido objeto de debates políticos, académicos y en la opinión pública.
En particular, durante ese recorrido temporal –y luego de sucesos conocidos como la “maldita policía”, el asesinato de José L. Cabezas, entre otros acontecimientos– se ha asistido a un conjunto de reformas policiales así como de políticas públicas de seguridad.


Mucho se ha escrito e investigado sobre la desmilitarización de las fuerzas, el denominado autogobierno policial, la violencia institucional y la corrupción de ciertos sectores, como de los procesos de formación.
Sobre este último punto nos detendremos. Renovación en los planes de estudio, la incorporación de civiles a las academias policiales y las titulaciones integradas al sistema educativo nacional, fueron provocando todo un campo de prácticas a favor de su democratización.


En el territorio rionegrino, la formación policial continúa siendo endogámica; esto es, en su mayoría, personal de la institución que instruye y construye a los aspirantes a policía. Se sabe que, si bien ha cambiado la configuración y las representaciones de quienes forman a los futuros policías, aún resta mucho por derribar en la valoración de una instrucción asentada en excesos psicofísicos.


 Como en el pasado, se siguen perpetuando modos válidos de ser y hacer que se transmiten gracias a los saberes provistos por la experiencia.
Un rol en creciente disputa por la legitimación y definición de la actividad policial desde que las universidades nacionales, incursionaron en experiencias de co-participación y co-gestión de la formación. Entre 2012 y 2016 se llevó a cabo la Tecnicatura Universitaria en Seguridad Ciudadana en la Universidad Nacional de Río Negro (carrera de la cual Lucas Muñoz egresó) que formaba a los oficiales de la provincia; nacida al calor de esas preocupaciones antes enumeradas.


En el contexto actual, y a la luz de los casos mencionados, resulta necesario volver a reflexionar sobre los procesos formativos policiales y la imperiosa búsqueda para escapar a la improvisación.
 La lupa no solo debería enfocarse en la capacitación de cadetes; por el contrario, los cursos de actualización y ascenso son el semillero de quienes planifican, toman y ejecutan decisiones.


En ese sentido, la pregunta por el papel de las universidades en ese desarrollo se resignifica.
 Es claro que, se juegan y tensionan otros elementos para su aceptación sin resistencias institucionales. La pervivencia de una cultura policial a puertas cerradas. Como sostuvo Gregorio Kaminsky, difícilmente las reformas se materialicen en el tiempo si la propia institución no participa y las avala.

* Docente. Investigadora UNRN – Instituto de Investigaciones en Políticas Públicas y Gobierno (IIPPyG). Autora de “Que la policía haga policía. La formación policial en el Territorio Nacional de Río Negro” (Siglo XX)


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