Cómo comunidades indígenas colaboraron para comprender el origen de una enfermedad milenaria
Un grupo de científicos del Instituto Pasteur, en Francia, y colaboradores de otros países analizaron muestras de Chubut y Río Negro, en Argentina, y de Canadá. El estudio se publicó en la prestigiosa revista Science.
Durante mucho tiempo, se creyó que la lepra había sido una enfermedad infecciosa introducida en América por los colonizadores europeos. Sin embargo, un nuevo estudio dirigido por el científico argentino Nicolás Rascovan, que trabaja en el Instituto Pasteur de Francia, reveló que hay otra historia más compleja y antigua.
Con su equipo, publicó los resultados en la revista Science. Descubrió que Mycobacterium lepromatosis, una bacteria descubierta recientemente que causa lepra, ha estado infectando a los seres humanos en América desde hace al menos 1.000 años, es decir, siglos antes del contacto europeo.
Para realizar el hallazgo, los investigadores contaron con la colaboración de comunidades indígenas de Las Grutas, Río Negro, y Chubut, en Argentina, y de Canadá.
En diálogo con Diario RIO NEGRO, el doctor en ciencias biológicas Rascovan contó que hoy es complejo saber de qué se enfermaba la gente en América, antes de la llegada de los europeos, pero desde su lugar de trabajo intenta dar respuestas.
El objetivo de la reciente investigación fue estudiar la presencia de Mycobacterium lepromatosis en América antes del contacto europeo y su historia evolutiva.
Para eso, se analizaron muestras antiguas y contemporáneas, ampliando los datos genéticos disponibles sobre esa especie, con el fin de reconstruir su diversidad genética, su distribución histórica y contemporánea, y su impacto epidemiológico.

Este proyecto se llevó a cabo en estrecha colaboración con comunidades indígenas de América del Norte y del Sur, quienes participaron activamente o fueron informadas a lo largo del proyecto.
Los datos genéticos generados en este estudio fueron puestos a disposición de las comunidades descendientes mediante plataformas de intercambio de datos o restituidos cuando así fue solicitado.
“Con la comunidad Traun Kutral, Río Negro se compartió la calidez del intercambio cultural y también se obtuvo el permiso para analizar restos humanos de sus ancestros que habían sido excavados hace décadas en la región”, comentó Rascovan.
Dientes y huesos petrosos fueron los restos humanos arqueológicos tomados como muestras, de las que se obtuvieron ADN humano y microbiano para estudiar el pasado de las poblaciones, explicó el científico. En el estudio se analizaron también datos de más de 400 muestras, tomadas de distintas regiones de todo el territorio americano.
Qué detectaron
Los principales hallazgos mostraron que M. lepromatosis existió en América mucho antes de la llegada de los europeos. El ADN de tres individuos prehispánicos, uno de Canadá y dos de Argentina, contenía esta bacteria, lo que indica que la lepra ya estaba presente en el continente hace más de mil años.
Los resultados también sugieren que había diferentes linajes de la bacteria adaptados a regiones específicas, lo que destaca su diversidad evolutiva.
Lo llamativo, a su vez, es que se detectaron situaciones similares de la presencia de la bacteria de la lepra en puntos tan distantes como Canadá y Argentina.
“Aunque separados por más de 10.000 kilómetros, sus infecciones ocurrieron en un período relativamente cercano y sus cepas son genéticamente las más cercanas, lo que sugiere que la bacteria se había dispersado ampliamente por el continente en solo unos siglos. Aún se desconoce si esta rápida dispersión fue facilitada por humanos, por ejemplo, mediante redes de intercambio y contacto, o por animales, quizás mamíferos marinos (dada la cercanía a la costa de los ancestros infectados en ambos continentes) u otras especies de gran movilidad”, señaló Rascovan.

El estudio internacional impulsado por más de 40 científicos de instituciones de América y Europa, incluido el CONICET, fue tomado por ejemplo, por la comunidad Traun Kutral, de Las Grutas, como la confirmación de que existen similitudes en toda “la vida de la mapu”, a pesar de las distancias.
Para el pueblo mapuche, «mapu» significa tierra, pero no solo en un sentido físico, sino también un espacio vital y espiritual que incluye la relación con la naturaleza y su territorio ancestral.
“Hemos podido acompañar este proceso, tanto en la socialización como en el aporte de material genético desde nuestros enterratorios y esa interacción la verdad ha sido muy fluida, en el ir y venir de conocimientos”, valoró al ser consultado por Diario RIO NEGRO Fernando Ledesma, vocero de ese grupo de pobladores originarios al ser consultado.
Consideró que “es necesario seguir haciéndole entender a la nueva comunidad científica sobre la importancia de que tengan en cuenta nuestra perspectiva y que se nos consulte, por tratarse de nuestros espacios sagrados y de los cuerpos de estos ancestros, para que no sigamos siendo prisioneros de una ciencia y sino parte de esa ciencia”, dijo.
Ledesma agregó: “Podemos entender esas similitudes que hay en los espacios territoriales y no nos sorprenden, porque esas similitudes se suceden en toda la vida de la mapu. Por eso los resultados nos parecen lógicos dentro de esa perspectiva de la cosmovisión, aún entendiendo las diferencias que pueda haber entre unos y otros sitios”.
En tanto, Rascovan resaltó: “Desde que armé mi laboratorio en 2020, el objetivo central fue estudiar la historia de las poblaciones humanas del pasado en el Cono Sur”. Después del intercambio con las comunidades patagónicas reconoció haber sentido “una gratificación enorme”.
“Estoy muy agradecido con ellos por haberme recibido y por haber querido escuchar sobre nuestro trabajo y darnos sus perspectivas del mismo. Me quedo con la sensación de que es en esa dirección en la que hay que encaminar este tipo de estudios, entablando vías de comunicación”, ratificó.
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