Colectoras a ningún lugar

El uso generalizado de listas colectoras y espejo en las elecciones neuquinas ha generado polémica por la supuesta “apropiación” por parte de los oficialismos provincial y municipal de los lugares en la pantalla de votación electrónica. Sin embargo, el problema de este sistema electoral que permite apoyos múltiples es mucho más profundo: es sumamente regresivo, ya que no sólo confunde al electorado y debilita a los partidos sino que además complica la gobernabilidad y empobrece la calidad de las instituciones democráticas.

Al ir a elegir al intendente de la capital neuquina los votantes se encontrarán ante 27 opciones distintas, aunque solo siete candidatos compiten por el Ejecutivo. La mayoría de ellas tendrá la imagen del mismo candidato principal (10 en el caso del MPN, 6 en el caso de su principal competidor), con opciones para el Concejo Deliberante y contralores.

Es un sistema que se aplica desde hace años no porque esté establecido sino porque no está prohibido. En la reciente contienda provincial el gobernador Omar Gutiérrez fue reelecto con apoyo de cuatro colectoras, claves para que pudiera alcanzar el 41% de los sufragios.

Las colectoras, listas espejos y los sistemas de lemas han sido adoptados por los partidos para enfrentar la creciente fragmentación política y falta de participación, trasladando sus problemas a la sociedad.

Las listas “espejo” son idénticas entre sí, con iguales candidatos pero presentadas por diferentes partidos o frentes, que suman luego los votos recibidos por cada una. Las colectoras son listas de diversas fuerzas que presentan candidatos propios para una cierta categoría (el Concejo, en este caso) pero adhieren a una misma lista de candidatos en otra categoría (intendente).

Su principal beneficio es para los oficialismos, porque les permite organizar apoyos a su candidato al Ejecutivo sin negociar espacios en las listas y les permite a fuerzas menores “colgarse” de la candidatura sin enfrentar al aparato partidario. Aunque también son usadas por los opositores, para no quedar en desventaja y porque también les evita el armado de alianzas o frentes que implican ceder espacios y conciliar plataformas y propuestas.

Sin embargo, esta pereza política tiene importantes consecuencias a largo plazo .

Es un sistema sumamente regresivo, ya que no sólo confunde al electorado y debilita a los partidos sino que además complica la gobernabilidad y empobrece la calidad de las instituciones democráticas.

La oferta electoral ya no consiste en partidos o alianzas definidos que representan ideas o intereses de sectores de la sociedad sino en difusos “espacios” donde lo único claro es el candidato al Ejecutivo y el resto se diluye en múltiples propuestas y siglas que contribuyen a confundir al electorado. En el cuarto oscuro el votante debe distinguir entre listas o casilleros idénticos o muy similares, que en el caso del voto electrónico permiten a algunos postulantes ocupar buena parte de la pantalla, sobrecargando la oferta y perjudicando a las opciones minoritarias. Favorece la distribución desigual y el despilfarro de fondos públicos, ya que una lista presentada por cuatro partidos recibe cuatro veces más espacio de publicidad gratuita y dinero para boletas cuando en realidad es una sola opción electoral. Contribuye a mantener “sellos de goma” con el único propósito de captar fondos públicos y ponerse a disposición de distintos líderes según la conveniencia.

Luego de las elecciones, esto tiene consecuencias en la gobernabilidad. Mientras en las urnas la fragmentación ayuda a ganar el Ejecutivo, luego genera gobiernos con difuso apoyo y oposiciones muy desdibujadas como para ser alternativas y controlar al poder. Multiplica las estructuras burocráticas en infinidad de bloques, complica la coordinación y facilita el “transfuguismo” político, ante los débiles lazos de lealtad partidaria. Favorece el reparto de prebendas y maniobras poco claras, ante el esfuerzo que deberá hacer el Ejecutivo para lograr apoyos para su agenda.

Sería deseable que, dado que el 2020 es un año no electoral, se lograra concretar la prometida reforma política, que fije reglas claras para formar partidos o alianzas y elimine los esquemas perverso de apoyos múltiples que, si bien sirven para ganar elecciones, eluden la competencia y el debate interno en los partidos, son una estafa a los electores y un lastre para las instituciones.


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