Hasta que el aborto sea ley

De acá ya no hay vuelta atrás, el cambio ya se produjo. El debate se habilitó en el Congreso, y el permiso se expandió para todos lados. En las redes sociales, las escuelas, el trabajo, las casas, las universidades, los hospitales, los medios de comunicación… del aborto no se para de hablar. Los argumentos que se esgrimieron variaban y todo tomó fuerza… fuerza de convencimiento. Sentirse seguro/a y acompañado/a. Algo colectivo. Somos miles que pensamos lo mismo y estamos muy cerca. Y ahora sí nos empiezan a ver.

Lo que pasó ayer y hoy fue la revolución del pueblo feminista, un pueblo que a pesar de crecer al calor de una cultura con profundas raíces católicas supo debatir, decidir, razonar por sí mismo y/o respetar la decisión del otro/a. El propio campo religioso supo marcar el rumbo a sus gobernantes y las cúpulas eclesiales. Las/os diputadas/os supieron oír el pedido del feminismo en boca de las masas, supieron leer el proceso y, a pesar de lo costoso que les podía resultar, votaron para que las mujeres puedan decidir.

Durante las últimas semanas los/as diputados/as vivieron un clima de mucha presión, el juego democrático pudo verse interrumpido por amedrentamiento de grupos fundamentalistas que, una vez más, querían imponer por la fuerza su posición, a través de amenazas y extorsiones. A pesar de ello, gran parte de nuestros/as representantes se mantuvieron conscientes de sus responsabilidades y no pudieron desoír la voz de miles de personas en la calle reclamando el aborto legal.

El aborto es una realidad en nuestro país, las mujeres abortaron y abortan a pesar y con el peso de la clandestinidad y la criminalización. Las mujeres independientemente de su religiosidad y ante un embarazo no buscado deciden interrumpirlo. Karina, mujer cordobesa de 55 años que se autodefine católica y que atravesó la experiencia de un aborto nos relata: “Yo entendí que aunque la saquen de los pelos, aunque luchen por una ley, aunque se apruebe o no, mientras nosotros discutimos si el aborto debe ser ley, de 10 mujeres 8 abortaron ese mismo día que estábamos peleando”. La diferencia es que las mujeres que hoy abortaron saben que el Estado se está ocupando, que el Estado está pensando estrategias para sacarlas de la clandestinidad y para hacerse cargo de la salud de sus ciudadanas. La ilegalidad del aborto no sólo profundiza las desigualdades sociales empujando a las mujeres que quieren abortar a la clandestinidad, sino también se las violenta, se las fuerza al tutelaje y a que otros decidan por ellas.

La Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito supo darse las estrategias, sostenerlo en el tiempo, organizarse, armar y defender sus argumentos, expandirlos y ponerlos a disposición de todos, de todas. La juventud tomó la bandera y la hizo cuerpo. A la lucha histórica se sumó otra generación, con otras cabezas, consciente de sus vidas, derechos y sus cuerpos. Dispuestas a decidir con autonomía y en libertad. Ya no se trata sólo del aborto, se habilitaron otros debates: se trata de la autonomía, de libertad, de decisión sobre nuestros cuerpos, nuestros proyectos, nuestras vidas y nuestras sexualidades. Se trata de desarmar el patriarcado desde su núcleo más fuerte.

El voto positivo de las/os diputadas/os dio media sanción. Ahora se discute en la Cámara de Senadores, y la histórica deuda se va a saldar empujada por una marea verde de miles y miles de personas al frente del Congreso pidiendo y esperando esta ley.

*Licenciada en Trabajo Social en Católicas por el Derecho a Decidir


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