Construir confianza

Muchos especialistas en política tributaria consideran poco apropiado encarar cambios estructurales en una situación de déficit y aconsejan reservarlos para los ciclos de crecimiento. Esto en razón de que siempre conllevan un alto grado de experimentación e incertidumbre y bien podrían desembocar en efectos distintos al buscado. Por ejemplo una caída inicial del ingreso público que complique más las cosas. Pero el intendente Omar Goye decidió avanzar igual -tal como lo había prometido largamente- y presentó su plan para modificar el esquema de tasas, derechos y contribuciones municipales. Agregó el presupuesto 201 y sumó otra iniciativa que declara la emergencia económica y propicia el “desendeudamiento” del municipio en un cronograma de 18 meses. El intendente prefirió desoír a los expertos, apoyado en la indiscutible necesidad de una actualización (la ordenanza fiscal no tiene reformas desde hace 16 años). Además siguió -por la contraria- el ejemplo del gobierno nacional, que también se apartó de cualquier ortodoxia al desaprovechar el extenso período de bonanza económica para introducir cambios de fondo en la política tributaria. La expectativa en el caso de Bariloche es lograr que el municipio mejore su recaudación y consiga el margen de acción que desde hace años no tiene, ya que debe destinar un altísimo porcentaje de sus ingresos al pago de salarios. Constante ésta que no logró torcer ningún gobierno en la última década. Goye explicó que los cambios propuestos en la tasa de Servicios Retribuidos y en la de Inspección, Seguridad e Higiene (que grava a las habilitaciones comerciales) tienen un criterio “progresivo” y buscan cumplir con los preceptos de la “equidad” y de la carga proporcional a la capacidad contributiva que fija el artículo 100 de la Carta Orgánica. Descubrir de qué modo afectará a cada contribuyente no es tarea sencilla, porque en ambos tributos el proyecto propone “cambios de paradigma”, con nuevos métodos de cálculo y fórmulas “polinómicas” en las que intervienen variables hasta ahora no consideradas. En la TISH, por ejemplo, además de la facturación declarada de cada comercio será tenida en cuenta la superficie del inmueble donde se desarrolla la actividad y la cantidad de personal. Goye prometió aportar “simulaciones” para demostrar si la tasa sube o baja y en qué proporción para cada caso específico. Datos estos que seguramente los concejales buscarán conocer antes de tomar cualquier decisión. En principio salta a la vista que el nuevo esquema podrá ser más justo, pero también es más complejo y demandará un importante esfuerzo de seguimiento y fiscalización. Tareas en las que el municipio exhibe una histórica debilidad. Estos y otros interrogantes tornan impredecible el resultado final. El arduo trabajo que espera a los ediles es otro de los factores a considerar, ya que la urgencia del Ejecutivo por contar con la “herramienta” que le permita mejorar el flujo de caja es para “antes de ayer”. A juzgar por las metas delineadas, la meneada reforma integral no parece demasiado ambiciosa. Según los últimos datos disponibles, la economía de Bariloche facturó en 2010 un total de 4.500 millones de pesos y de aquella cifra la municipalidad embolsó a través de la TISH apenas 19 millones (un despreciable 0,42%). El ejercicio 2011 no sirve de parámetro por la crisis del volcán. El presupuesto 2012 presentado por Goye estima un ingreso por TISH de 36 millones de pesos. Al tratarse de un tributo que crece por sí solo al ritmo de la inflación, cabe deducir que el efecto de los cambios a implementar serían poco significativos. Aunque para evaluar mejor los resultados conviene esperar a un ejercicio completo. En definitiva, el nuevo gobierno municipal produjo esta semana la que sea tal vez su medida de mayor peso desde la asunción de diciembre. Aun así no pudo despejar del todo la improvisación reinante. Basta con recordar que hace un par de meses envió al Concejo un proyecto para aumentar el módulo fiscal de 2 a 5 pesos, sin correspondencia alguna con la reforma impulsada ahora. El intendente no se molestó en explicar aquel exabrupto y sólo dijo que quedará sin efecto. Goye sabe que le toca interactuar con contribuyentes medrosos y desconfiados y que para mejorar en serio la recaudación serán necesarios también algunos gestos clave. La austeridad en la planta política, la eficiencia en algunos servicios sensibles como el transporte y la recolección de residuos y un impulso real en la obra pública serán tanto o más importantes que las alícuotas, los métodos de cálculo y las obvias invocaciones a la progresividad, que no faltan en ninguna reforma tributaria.

La semana en Bariloche

Daniel Marzal dmarzal@rionegro.com.ar


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