Covid-19: confinamientos que deshumanizan y sinrazones

La muerte de Solange, sin poder recibir la visita de su padre y su tía conmovió a la opinión pública. Este caso de total deshumanización de la atención de un paciente se hizo público, pero hay decenas de casos semejantes.

Nunca en la historia de la medicina moderna se promovió el total aislamiento de los pacientes como está ocurriendo con esta virosis. Confinar a las personas con covid en hoteles o en internaciones, y no permitir la visita de un familiar, es algo que no tiene antecedentes, ni bases científicas para llevarlo a cabo. Las medidas gubernamentales y sus ridículos protocolos, han deshumanizado la atención de una manera que no tiene sustento científico. No solo las visitas son restringidas, tampoco se puede hacer llegar periódicamente alimentos, libros, revistas o distintos enseres a las personas aisladas. Es un confinamiento peor al de estar privado de la libertad, ya que los presos gozan de visitas de familiares.

El uso de material descartable, o mediante una simple y nada costosa mampara, es suficiente para permitir el contacto entre personas sanas y enfermas. Cuando uno está enfermo es cuando más se necesita de la palabra de un ser querido, de un gesto, de una sonrisa que le den confianza al sufriente, de una comunicación que sirva a ambos a descargar angustias. Decenas de personas han muerto sin poder recibir la visita de un ser querido en la internación de una sala común o luego en una terapia, cuando no solo es posible, si no también es terapéutico el contacto en cualquier instancia.

En el siglo XVIII, Edward Trudeau, refiriéndose a la función de la salud en la cura de la tuberculosis, dijo aquella famosa frase: “Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre”. Todos los que trabajamos en Salud sabemos que es así, que lo más importante y sanador es el alivio y la contención de los pacientes. Lo que estos protocolos están logrando es obligar al personal de salud y también al de seguridad a seguir normas contrarias a nuestras enseñanzas y al sentido común.

El miedo a esta pandemia ha llevado a olvidar este apotegma y también a confundir la evolución clásica de las enfermedades virales, desaprender años de experiencia en manejo de las mismas y, lo peor de todo, prescindir del mínimo sentido común, como claramente quedó plasmado en el caso de Solange y sus afectos.

Sinrazones

Esta temporal amnesia de muchos asesores ha motivado a decir cosas como: “El virus tardará en llegar a la Argentina”, argumentando para ello las temperaturas que reinaban entonces. Decían esto mientras entre enero y el 15 de marzo dejaban ingresar a 3 millones de turistas; mientras se mantenían 20 vuelos semanales solo de Italia, cuando ese país ya presentaba miles de casos diarios, facilitando así la diseminación del virus por el país. Si recuerdan, la sola declaración jurada de no tener síntomas evadía la necesidad de cuarentena de los turistas que llegaban al país.

Siguiendo un sin sentido de la OMS, desaconsejaron el uso del barbijo. Pronto se recuperó la memoria y el sentido común y su uso se tornó obligatorio. Se manejan protocolos sanitarios que ya no se usan en otros lados del mundo por demostrar ser obsoletos y solo se cambian aquí cuando demuestran que tampoco sirven en el país.

Se decía que el virus no contagiaba por aire, cuando la inmensa mayoría de las virosis lo hacen de esa manera. ¿Por qué el covid-19 debía ser diferente?, ¿dónde está el sentido común? Se dudaba del contagio en pacientes asintomáticos (muchos lo siguen dudando), cuando todas las enfermedades virales contagian en ese período o, lo que es peor, cuando es el momento de mayor contagio. El sentido común nos lleva a quedarnos en casa con un testículo o con el maxilar hinchado por una orquitis o parotiditis viral, a no salir si tenemos ampollas en la piel por enfermedades virales como sarampión, rubeola, varicela, etc. Seguramente guardaremos reposo si tenemos la conjuntiva amarilla por una hepatitis viral. Con síntomas comunes a todas las virosis como cefalea, fiebre, dolor de cabeza, cansancio o dolores musculares, el sentido común nos lleva a cuidarnos.

El problema es que todas las enfermedades virales contagian antes de los síntomas, o sea en el período asintomático y contagian más en ese período, no por la carga viral que es menor, sino porque nos sentimos sanos. De allí la necesidad de pesquisar pacientes asintomáticos, de hacer testeos masivos y restringir la circulación de personas con covid, pero sin síntomas de la enfermedad. Por eso vamos hacia el virus, porque no sabemos quién lo porta. Por eso la pelota está del lado del gobierno y no de la gente.

El último de los sinsentidos al que quiero referirme es otra máxima de los asesores presidenciales, que reprodujo el Presidente en su último discurso cuando dijo: “Lo que me dicen mis asesores es que, hasta ahora, la única solución es preservarnos”.

Puede ser que en la Edad Media la única respuesta sanitaria contra una epidemia fuera el aislamiento y la cuarentena, puede ser que en el siglo pasado contra la Gripe Española las únicas respuestas fueran el distanciamiento, el lavado de manos y el uso del barbijo. Hoy hay otras armas para frenar la circulación viral: el testeo masivo en búsqueda de pacientes positivos asintomáticos y su aislamiento y el de sus contactos estrechos.

FRANCISCO GALEANO (Médico)


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