Crimen de Zapala: las pistas que sigue la fiscalía en base a los testigos

Los investigadores reúnen pruebas y piensan en el eventual juicio por jurados.

Hasta ahora la fiscalía reunió numerosas pruebas que confirman el clima de violencia familiar que se padecía en la casa de los Jara, en el barrio Zona 2 de Zapala. Pero a medida que suma testimonios, encuentra matices en la historia, señales que podrían indicar otro rumbo en el relato. Hasta las mínimas contradicciones mantienen el nervio alerta de los investigadores.

Por citar un ejemplo: Hilda Acuña, la viuda de Jara y madre de los imputados, declaró que su pareja Orlando llegó a la casa en estado de ebriedad a las 4 de la mañana del domingo 26. Pero está registrada la salida del hombre del casino de la ciudad a las 5.15. ¿Un simple error de la testigo? Se verá.

La autoría del hecho está clara: Fernando mató y decapitó a su padre a la vista de sus horrorizados vecinos -hasta fue filmado por una persona durante esos tres interminables minutos-; él mismo se fotografió al terminar; cuando la policía llegó, ofreció sus manos a las esposas sin resistencia y declaró “fui yo”.

El rol de su hermano Matías, si bien fue violento, parece haber sido un poco menos activo.

Pero ya se sabe que la defensa buscará en la cruda historia de los hermanos los posibles atenuantes que les permitan eludir la prisión perpetua prevista para el homicidio calificado.

¿Cómo considerará un juicio por jurados la conducta de los hermanos? ¿Fueron las mil personas que marcharon para pedir su libertad un indicio del veredicto?

Sobre ese punto también trabaja la fiscalía. No todos los testigos dijeron lo mismo respecto del clima de violencia que se vivía en la casa en los últimos años, si bien hay unanimidad en cuanto a que Orlando les pegaba a sus hijos cuando eran pequeños.

Otro ejemplo: está confirmado el terrible episodio con el bidón de nafta y el encendedor, aunque matizado ya que Jara no habría rociado con combustible a Hilda como algunos contaron. Otro testigo habría dicho que después de esa amenaza, el hombre abandonó a su familia por aproximadamente un año. Fue en 2016, y desde que regresó casi ni se hablaba con sus hijos.

La madrugada del domingo de la tragedia, cuando entró a los gritos a su casa la hija más chica escapó por la ventana y los varones salieron a enfrentarlo.

De los cuatro hijos, Diego era el único que no vivía allí. Trabaja en la Policía. Fernando, exsoldado voluntario, había invertido algunos pesos ganados en un viaje humanitario a Haití en construir departamentos para alquilar. Otros testigos dicen que esa plata se la había gastado Orlando en alcohol y juego.

¿Tiene algo que ver todo esto con el desenlace final? Son preguntas por ahora sin respuesta.


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