Cristina y el imposible rescate moral de Boudou

Hebe de Bonafini visitó el jueves al exvicepresidente Amado Boudou y le entregó el Pañuelo Blanco, la máxima distinción que otorgan las Madres de Plaza de Mayo. Fue en ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos y el objetivo fue mostrar al también exministro de Economía como supuesta víctima de una nueva generación en materia de violaciones a los derechos humanos.

La cuenta de Twitter de Madres difundió una imagen de la ceremonia: sorprendió que en su descripción incluyera la abreviatura “DD. HH.”, con la que solían clasificar los burócratas de la dictadura a los organismos defensores de los derechos humanos en su nomenclatura criminal. Un tropiezo del community manager.


La distinción a Boudou resulta más difícil de calificar que ese descuido. Pero el gesto hiperbólico de la señora Bonafini no debe considerarse un hecho aislado: se inscribe en la ofensiva de la vicepresidenta Cristina Kirchner contra los jueces de la Corte Suprema de Justicia, de la que hemos visto una iracunda escalada con su carta de balance del año de gobierno del Frente de Todos.


Boudou fue condenado a 5 años y 10 meses de prisión por intentar apropiarse de la calcográfica Ciccone, la empresa que imprime papel moneda. La sentencia del Tribunal Oral Federal 4, de agosto de 2018, fue confirmada en un fallo de la Cámara de Casación en julio de 2019 y dejada firme en la práctica días atrás por la Corte, que rechazó un recurso de la defensa del exvicepresidente para su revisión.


El juez Daniel Obligado, que benefició en abril pasado a Boudou con el régimen de prisión domiciliaria, definirá en los próximos días si lo devuelve al penal de Ezeiza para que complete su condena. Los fiscales ya le indicaron que lo haga.

El juez pidió la opinión de los abogados del expresidente y del defensor de menores, en atención a la situación de los mellizos de tres años de Boudou, quienes como todo hijo necesitan de su padre. Será interesante conocer el temperamento que adoptarán la Oficina Anticorrupción y la UIF, querellantes en la causa y a los que el juez también consultó el viernes.


CFK amenaza ya no con una reforma, sino con un alzamiento contra la Corte Suprema que no guarda ninguna correspondencia con el poder político real que ella ha acumulado.


Boudou ha cumplido ya casi la mitad de su condena. Si regresara a prisión, en algunos pocos meses podría ser beneficiado con salidas transitorias.
El exvice fue procesado en esta causa por el juez Ariel Lijo en junio de 2014, mientras ocupaba la vicepresidencia de la Nación. Gobernaba la doctora Kirchner. Lijo había sido designado juez federal una década antes, en 2004, por el entonces presidente Néstor Kirchner. Mucho antes de su condena, ya era un paria en la política.


El kirchnerismo y el gobierno han ensayado sin embargo un salvataje moral de Boudou, de imposible cumplimiento. Tampoco hay recursos que puedan rescatar al exvicepresidente de cumplir la pena. Todas las instancias están agotadas. Nadie lo sabe mejor que el profesor de Derecho y antiguo crítico implacable de Boudou, Alberto Fernández. Aun así el presidente cuestionó en las últimas horas que la Corte no hubiera ordenado revisar la condena al exvicepresidente.


La vicepresidenta acaso aún imagina construir una hegemonía como la que disfrutó durante su apogeo. Pero todo indica que ese tiempo ha terminado y difícilmente regrese.



Fue después de que Cristina Kirchner se viera obligada a involucrarse en la defensa tardía de Boudou. Sucede que la situación de la vicepresidenta en la Justicia podría en su momento guardar semejanzas con la que hoy atraviesa el exvice. Boudou debe haber tomado el reciente y furibundo ataque de la doctora a la Corte como una reivindicación. La teoría de “lawfare” finalmente ha terminado por cobijarlo también a él.


No está claro qué se propone la vicepresidenta. Su diatriba amenaza ya no con una reforma, sino con un alzamiento contra el Poder Judicial que no se corresponde en la realidad con el poder político real que ha acumulado la coalición en el gobierno. Fernández y ella misma se han mostrado hasta el momento impotentes frente a objetivos más modestos, como remover e imponer a un procurador general. La expresidenta acaso aún imagina construir una hegemonía como la que disfrutó durante su apogeo. Pero todo indica que ese tiempo ha terminado y difícilmente regrese.


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