¿Cuál es la verdadera política exterior argentina?

Las contradicciones en torno al drama de los derechos humanos en Venezuela actualizan las dudas sobre la orientación de las relaciones internacionales. Las elecciones en Estados Unidos y las expectativas de cerrar un acuerdo con el FMI.

Idas y vueltas, retrocesos, vacilaciones, internas locales que trascienden las fronteras nacionales. Después de 10 meses de gobierno de Alberto Fernández, se reedita una pregunta que ya era problemática al inicio de la gestión. ¿Cuál es la política exterior de la Argentina? La actitud contradictoria respecto a la situación en Venezuela parece haber vuelto a dejar en evidencia la falta de una línea clara de acción en el terreno internacional, que oscila entre lo pragmático y lo ideológico. La inminente elección presidencial norteamericana también plantea desafíos para las expectativas argentinas, cuando el gobierno tiene como tema clave de agenda las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional.

El 3 de noviembre próximo Donald Trump y Joe Biden se disputarán la presidencia de Estados Unidos. Las esperanzas del gobierno argentino están puestas en que el candidato demócrata sea el ganador. En un imaginario más ideológico que pragmático, en el Ejecutivo suponen que una gestión demócrata jugaría en la conducción del Fondo a favor un tratamiento más flexible con la Argentina, mientras se renegocia la deuda por u$s 44.000 millones de dólares. Los antecedentes no acompañan esas expectativas.

Argentina viene de un traspié importante en su relación con EE.UU. El gobierno intentó bloquear la designación del “halcón” de Trump, Mauricio Claver-Carone, como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). México –que priorizó su relación con su principal socio comercial– se abrió, la jugada fracasó y el BID quedó en manos de Claver.

Tras el revés diplomático, el mensaje de Cancillería para su embajador Washington, Jorge Arguello, consistió en un llamado a recomponer las relaciones con EE.UU. Pero el gobierno hace un doble juego: a fines del mes pasado, Alberto Fernández mantuvo una larga conversación telefónica con el jefe de Estado chino, Xi Jinping, para, se informó, “profundizar las relaciones geopolíticas entre Argentina y China”. El aumento de la presencia e influencia china en la región es un tema que sí preocupa al gobierno norteamericano.

Fue el propio Fernández el que hace unos meses señaló a México –y a su presidente progresista Andrés Manuel López Obrador– como el principal socio político latinoamericano de la Argentina. Otra reacción más ideológica que pragmática, explicable sólo por la orientación política de centro y de derecha que tienen actualmente los gobiernos de los históricos socios argentinos: el presidente tiene problemas con Jair Bolsonaro (Brasil), Luis Lacalle Pou (Uruguay), Mario Abdo Benítez (Paraguay), Sebastián Piñera (Chile) y no reconoce al gobierno boliviano tras la destitución de Evo Morales, refugiado en el país.

Pero a la descoordinación con México en la discusión del BID, se suma a la posición Argentina en la ONU respecto de Venezuela, que reflejó además como nunca antes la interna en el gobierno de Fernández respecto a su política exterior. A fines de septiembre, el embajador argentino ante la OEA, Carlos Raimundi, rechazó el informe de las Naciones Unidas sobre las graves violaciones a los derechos humanos llevadas a cabo por el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.

El Ejecutivo y la Cancillería salieron a desautorizar a Raimundi, pero el embajador no sólo no fue despedido de su cargo por supuestamente ir en contra de las directivas oficiales, sino que fue ratificado por el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero, quien aseguró: “Estamos conformes con su tarea”. Días después del rechazo en la OEA, el gobierno argentino –a través de su embajador en Ginebra, Federico Villegas Beltrán– respaldó el informe presentado por la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, sobre la grave situación de los derechos humanos en Venezuela. México, en cambio, se abstuvo.

La decisión le valió a Fernández durísimos cuestionamientos internos del ala más dura del kirchnerismo y el retorno de esa pregunta incómoda: ¿cuál es la política exterior del gobierno?

Andrei Serbin Pont

Andrei Serbin Pont es analista Internacional y Director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (Cries).

P: ¿Cómo define la política exterior del gobierno?

R: Justamente creo que el problema es tener que pensar en definirla, lo que vemos es un conjunto de indefiniciones. Hay constantes tensiones entre diferentes sectores dentro de la coalición que conforma el gobierno que hace que haya idas y venidas sobre cómo se lleva la política exterior del país. Algunos días parece que predomina un sector y otros días parece que domina otro, y otros días parece que la política exterior queda en el medio de una guerra entre sectores. Hay días que predomina un espíritu mucho más pragmático, en los que predomina la agenda económica y financiera internacional, hay días en los que predomina una agenda mucho más ideológica, del kirchnerista._Se hace muy difícil hablar de una política exterior, porque parece una multiplicidad de políticas.

P: ¿Cómo es leído eso afuera?

R: Lo que pasó con Raimundi se ve mucho desde afuera. En Federico Villegas Beltrán, el embajador en la ONU, encontrás una pata en la Cancillería muy profesional, un hombre de enorme experiencia, y queda muy en evidencia la contradicción. Un diplomático de otro país tiene que acercarse a Argentina por un tema y se pregunta, bueno, ¿con qué Argentina estoy hablando? ¿Con la que representa Raimundi o con la parte profesional? Si hay incoherencias en algo que debiera ser simple –condenar lo que sucede en Venezuela y pedir diálogo (que es una postura suave, no es la línea dura del Grupo de Lima, pero tampoco es avalar una dictadura)– es un problema.        

P:Argentina pasó de competir con Washington por el BID, a esta posición de condena de Venezuela. Y las dos veces quedó descoordinado con México, que era para el Presidente el principal socio. ¿Hay problemas para sostener socios estratégicos?

R:El problema fue comprender cómo funcionan esos socios. Está bien buscar socios en la región. Ahora, la economía argentina y la mexicana nunca fueron complementarias, hay una dificultad en ese vínculo. Pero además, es no entender el historial de la política mexicana: México un día se considera América del norte y un día se considera América Latina dependiendo de las condiciones. Y siempre que puedan mejorar las relaciones con Estados Unidos, que es su principal socio comercial, con el que comparte frontera y debe lidiar día a día, obviamente va a darle ventaja a ese frente por encima de un país lejano, con el que no es complementario económicamente. Hubo un error sobre el rol que podía jugar México en el posicionamiento internacional de Argentina.

“Se hace muy difícil hablar de una política exterior argentina, porque parece haber una multiplicidad de políticas exteriores”

Andrei Serbin Pont,
director de Cries

P: ¿Qué perspectivas hay para la región y el Mercosur?

R:_Al inicio de la gestión muchos advirtieron que esta no es la región de 2003-2007, cuando Argentina contaba con gran cantidad de socios, había un alineamiento ideológico hasta cierto punto, había condiciones para propiciar esos vínculos. Pero el barrio no es el mejor en este momento para asociarnos: recién ahora se está tratando de aprovechar canales de conversación con Brasil, pero sigue siendo una relación muy tensa; te peleás con Lacalle Pou (Uruguay); tenés mala relación con Abdo (Paraguay), con Piñera (Chile), pasa lo de Bolivia con lo cual no reconocés al gobierno y le das refugio a Evo Morales. Es decir, no hemos sacado una buena en estos meses para asociarnos en la región. Argentina está muy aislada, y es fuerte porque pasó de estar muy activa en el ámbito internacional, una política muy pragmática, que le permitió asociarse en términos regionales, hemisféricos e internacionales, y ahora en algún punto quedó aislada. Elegir a México fue casi un manotazo de ahogado. El contexto de Argentina es muy poco ventajoso para construir lazos con los vecinos, y son lazos necesarios para proyectarse internacionalmente: Argentina no tiene las condiciones económicas para proyectarse sola en el ámbito internacional.

Federico Merke

Federico Merke es director de la maestría en Política y Economía Internacionales de la Universidad de San Andrés.

P: ¿Cómo definir la política exterior del gobierno?

R: La definió Felipe Solá en un tweet, dijo que la política exterior se basaba en dos principios: la neutralidad activa y la mirada argentina. A mi me llamó la atención. Lo de la neutralidad activa es un concepto que desarrollaron diplomáticos chilenos, es muy reciente, y habla de la manera que América Latina debería posicionarse en el conflicto entre China y Estados Unidos: la idea de “neutralidad” remite a que no debe elegir ni un bando ni otro, y “activa” refiere a que la neutralidad no significa aislamiento, sino participar, buscar espacios de cooperación de un lado y del otro, con equidistancia. Y de la idea de “mirada argentina” uno puede preguntarse cuándo no hubo mirada argentina. No es claro. Son dos principios que no terminan de dar mucha información. ¿Cómo nos vamos a llevar con Brasil? ¿Qué relación con Europa? ¿Con Venezuela? Lo que infiero es que la política exterior argentina no tiene una narrativa articulada, sólida, compleja, que trasmita un diagnóstico del mundo y la región. Hay idas y vueltas, es difícil identificar los criterios ordenadores de la política exterior.

P:¿Hacia adentro del mismo gobierno falta esa línea?

R: Recién ahora hubo una posición clara sobre Venezuela. Según la Cancillería no hubo idas y vueltas si no en todo caso personas que hablaron a título personal. La Cancillería salió a dar explicaciones sobre qué quisieron hacer cuando el problema salió en los medios. Si lo hubieran explicado más tempranamente probablemente Raimundi y Alicia Castro no hubieran hablado o si hubieran hablado hubiera sido más costoso para ellos. Tiene que ver con que este es un gobierno de coalición, y la forma en que dividió los ministerios no fue por grupos dentro de la coalición, sino que hay una fragmentación horizontal. El uno responde al Presidente, el dos a Cristina Kirchner, el embajador a otro. No todos obedecen al uno. Se perdió una organización jerárquica.

“Biden presidente puede generar cambios, traer una agenda más renovada de América Latina. Trump no le prestó atención”.

Federico Merke,
Universidad de San Andrés

P: Los problemas de coordinación en áreas como Economía generan desconfianza. ¿Qué pasa en un área como Cancillería?

P: Genera incertidumbre. Es natural que desde afuera se pregunten qué quiere la Argentina. ¿Cuál es la posición?

P: Vienen las elecciones de EE. UU. En el gobierno hay una apuesta a una victoria demócrata. ¿Es una apuesta riesgosa?

R:Siempre es arriesgado apostar. Sin embargo, esto se maneja en un perfil bastante bajo, no hay declaraciones oficiales que se manifiesten abiertamente en este sentido. No creo que repercuta mucho en Estados Unidos.

P:¿Cambia algo para Argentina si gana Trump o Biden?

R:Yo creo que puede cambiar un poco: Biden le quitaría peso de proyección a Bolsonaro, porque él tiene su norte en Trump, quien lo amparaba. Por otro lado, un Biden presidente puede traer una agenda más renovada de América Latina. Trump no le prestó atención, salvo Venezuela, México y un poco Cuba. Yo creo que a Biden sí le puede interesar, tiene una agenda que tiene que ver con democracia, con Derechos Humanos, con cambio climático, con energías renovables. Te abre un poco el abanico para reconectar en la relación con EE. UU.

P:¿Cuánto puede afectar la negociación con el FMI la relación sinuosa con EE. UU.?

R: Estados Unidos es clave en el FMI, es el país con el mayor peso decisorio, su veto es crucial. Argentina necesita tener una buena relación. Pero esa relación no está dañada con Trump y no veo por qué se vería dañada con Biden. Veo un Presidente y un ministro en Argentina muy cuidadosos de no transmitir una imagen hacia EE. UU. de lo que fueron las épocas de mayor distanciamiento del kirchnerismo. Ahí el embajador Jorge Argüello está haciendo un buen trabajo para tener puentes. No veo motivo para que haya irritación con Argentina en ese punto.


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