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¿Cuáles son los fines de la educación argentina?


Necesitamos una escuela que conduzca a a la autovaloración, a la realización personal. Que sume personas que respeten su propia humanidad, empeñadas en superarse.


La educación es una de las más grandes problemáticas argentinas, la gran deuda que nos debemos y hoy, los ciudadanos empezamos a advertir que hemos caído en un pozo educativo muy difícil de remontar pero también la urgencia de reaccionar, de ocuparnos seriamente del tema, razón por la que empiezan a aparecer opiniones, por ahora sólo opiniones, aportando a ese propósito.

David Oppenheimer escribe en una nota recientemente publicada por el diario Río Negro: “La crisis educacional argentina es producto principal de la falta de preocupación por este tema de parte de la familia” y reafirma su idea diciendo que, en tanto no sea la familia la que active su participación en un proyecto para remontar el valor de la educación, no despuntará.

Coincidimos con esta idea y ojalá logremos crear conciencia en el seno familiar de esta responsabilidad tan descuidada. Sin embargo, no es solo la familia la que debe preocuparse por el problema educativo, es también la sociedad, pero sobre todo la escuela, la que debe encarar un proyecto que le dé a la educación argentina su sentido perdido.

Consideramos que la escuela camina dificultosamente porque, más allá de la pandemia sufrida y todos los males que nos trajo, no ha logrado desde hace algunos decenios claridad en sus fines, es decir en su razón de ser y esa ausencia le quita entusiasmo, fe en sí misma, es decir le impide encenderse de energía y fuerza.

Por cierto, los fines o propósitos de la escuela, su razón de existir, no son otros que los del educando hoy subsumido en un país que marcha a la deriva, razón por la cual el país no logra consolidarse como la gran Nación que está destinada a ser, de manera que, al tratar de formular nuestros fines educativos, hablamos a la vez del ciudadano argentino que la escuela debe contribuir a formar y de la Nación que queremos tener. Todo en uno.

¿A qué debe apuntar la educación argentina?, ¿qué tipo humano se debe formar?, ¿hacia qué perfil de ciudadano argentino deben estar dirigidas las acciones, los programas? ¿Cuáles son los aspectos de su ser que deben fortalecerse para que cada uno se asuma como corresponsable del destino del país que nos alberga? ¿Se discuten esos fines, se los atiende y analiza, se los ilumina ya no sólo en la familia sino en la escuela, en la preocupación de toda la sociedad?

Creemos que la falta de fines educativos claros derrota cualquier acción entusiasta y como resultado recorremos el camino de la escuela primaria, la secundaria y, si llegamos de la universidad, muy poco, escasamente dispuestos. Atender a esta situación es prioritario. Empecemos a darnos fuerza, entonces, discutiendo, seriamente, qué país queremos, qué argentino queremos. Qué escuela necesitamos.

Un país que no suma voluntades unidas en una red tras un fin claro no genera un ciudadano que lo ame, un hombre que cultive los más altos valores, que se supere o busque su superación.

Un continuo zarandeo institucional, la falta de políticas de estado que fueran mantenidas a través de los cambios de gobierno, hasta hoy restó claridad o no logró plasmar un perfil del ser humano que se quiere formar, un ideal que hubiera surgido de serios estudios de nuestra particular idiosincrasia.

Tampoco se dio una auténtica participación de los involucrados en un plan, que fuera discutido por los más y aceptado y respetado por los gobiernos sucesivos. Y no es porque no lo hubiéramos intentado. Recordamos nuestro fugaz entusiasmo docente, el aporte de ideas en congresos y asambleas escolares donde se vuelcan experiencias, y se siguen haciendo trabajos que demandan arduas horas de dedicación, de discusión de proyectos Así se llenaron libros de actas con jugosas propuestas que se elevaron a su tiempo a las autoridades sin que sepamos adónde fueron a parar, en qué archivo se encuentran y qué cambios reales se produjeron.

Ahora nos queda sacar el carro que nos conduce a todos, de su propio pantano, asumiendo que se vienen transmitiendo de generación en generación proyectos cocinados con apuro, sin maduración, sin cimientos que dejaran muy claro hacia dónde se va, qué se quiere lograr y mucho menos, por cierto, cómo hacerlo.

Reconocer que vivimos en un país dirigido por gobiernos inconclusos, mediocres, políticos que llegan a puestos de decisión más por su atrevimiento y temeridad que por su preparación, su experiencia o conocimientos, también puede orientarnos en la tarea de definir nuestros fines educativos.

Dejar en claro que estos procesos de descalcificación de valores nacionales nos han llevado a ir desplazando de lugares de decisión a los más capaces y comprometidos, a los estudiosos, a los que desarrollaron su inteligencia para dar puestos a gente no idónea , no capacitada y este mal endémico afecta la determinación de fines en la educación del hombre argentino. Conocemos que hasta hace pocos decenios la Argentina fue considerada una gran Nación, un faro para el mundo y la tierra de promisión a la que muchos hombres eligieron para vivir y progresar

Es la escuela la que debe trabajar sobre la razón de ser de ella misma, y hacerlo con pasión, la necesaria al momento de agobio que se vive. Que ella misma vive. Es la escuela la que debe aclarar sus propios motivos, su sentido para guiar a las familias, al país, a cada ciudadano argentino.

Es la escuela donde cada individuo debe fortalecerse a sí mismo, recuperar su autoestima, la conciencia de su valor, del cuánto puede y debe sumar al bienestar de todos.

Necesitamos una escuela que conduzca al autoconocimiento, al “nosce te ipsum” latino, a la autovaloración, a la realización personal. Una escuela que sume personas que respeten su propia humanidad, empeñadas en superarse, que juntas empujen para adelante y para arriba.

Necesitamos políticas de Estado. Una escuela con plena conciencia que ilumine sus fines, a partir de lo cual, estamos seguros, se puede dar el resultado de un país fortificado y con visión más clara de su destino.

* Educadora. Escritora.


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