Cuando La Plata fue Eva

Redacción

Por Redacción

Fue José Hernández el que propuso el nombre: La Plata. Corría 1882.

Y muchos años después fue un diario del segundo régimen peronista el que propuso cambiarlo. «¿Qué significa el nombre de La Plata?», se preguntó «El Laborista». Corría agosto del '52.

Y por el rostro de una mitad de la Argentina corrían continentes de lágrimas: Eva Perón estaba muerta.

Y en la intimidad más pétrea, la otra mitad de la Argentina sonreía. «Esa mujer» ya no estaba. «Viva el cáncer», dice Dalmiro Sáenz que alguien escribió en Austria y Libertador. Pero nadie vio jamás esa sentencia. Pero en «El incendio y las vísperas», Beatriz Guido se acerca, vía uno de los personajes de la novela, a aquella alegría: «Eva Perón ha muerto. ¿A quién pudo habérsele ocurrido una idea tan fabulosa?».

Las dos mitades se miraban de reojo. Y con odio.

«El Laborista» insistió. Había que homenajear a Evita con el nombre de una ciudad. Y si era una ciudad grande, orgullosa y opositora, mejor. Y si en esa ciudad había una universidad que el peronismo no podía domesticar, mejor aún.

El peronismo se sumó al reclamo. Y se barajaron nombres: Quilmes, Bahía Blanca, Avellaneda, etc…

Y entonces, La Plata esa «expresión urbana del impulso de progreso y sentido optimista» que desgranó la generación del '80, dirá Félix Luna de golpe se llamó Eva Perón. Sí, La Plata, la ciudad argentina que más había resistido el luto por Evita.

¿Acaso no fue ahí, en los confines del barrio «El Mondongo», en prolongación hacia Berisso y a cuadras de Ensenada, la cuna del 17 de octubre del '45?

Y La Plata llevó el nombre de Eva hasta setiembre del '55, cuando la Libertadora le devolvió el suyo.

Cristina Fernández, hoy de Kirchner, tenía 3 años.

CARLOS TORRENGO


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