El Factor Darín: de «Estrellita mía» a «El Eternauta», la reinvención de un actor imprescindible
El protagonista de "El Eternauta" es, de un buen tiempo a esta parte, un actor indispensable para la industria audiovisual hispano argentina. Galán de telenovelas y carismático intérprete, a comienzos de los 2000 su trabajo actoral tomó un rumbo decisivo a partir de dos filmes que lo cambiaron para siempre: “Kamchatka” y “El aura”.
“Uno de mis actores favoritos es Ricardo Darín”. De un largo tiempo a esta parte lo es en la opinión de muchos en Argentina. Nada sorprendente allí, salvo que esa opinión le pertenece a Quentin Tarantino. Y para que no queden dudas de su parecer, fue concluyente: “Es el Al Pacino de la Argentina”.
Era enero de 2016 y el carismático director estadounidense estaba a punto de estrenar “Los ocho más odiados”. Probablemente, el también director de “Perros de la calle” y “Pulp Fiction”, entre otras joyas, haya visto “Relatos Salvajes (2014), “Séptimo” (2013), “Tesis sobre un homicidio” (2013) y por supuesto “El secreto de sus ojos” (2009), ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera en 2010.
Quizás haya visto otras de Darín. Tratándose de un cinéfilo como Tarantino, no es extraño que incluso haya visto “La playa del amor” y “La discoteca del amor”, ambas de Adolfo Aristarain, ambas de 1980. O “El desquite” (1983), de Juan Carlos Desanzo. Quién sabe. El punto es ¿cuándo sucedió?

¿Cuándo aquel galán que conquistaba corazones en los 80 y buen parte de los 90, entre telenovelas, teatro y muy poco cine (todavía) se convirtió en un actor indispensable, al punto de no imaginar una producción cinematográfica importante sin su presencia? ¿Es que acaso alguien se sorprendió cuando en 2023 Netflix anunció que era el elegido para dar vida al eternauta Juan Salvo?
En algún punto, que en verdad fueron varios, Ricardo Darín, el actor de comedias, intérprete de personajes queribles y cercanos, simpático y “entrador”, se convirtió en uno capaz de recorrer todo el arco dramático calzando la piel, el espíritu y, sobre todo, la mirada, de tipos difíciles, de esos que no empatizan por más Ricardo Darín que los interprete.
“Pícaro y divertido”
Un punto de partida puede ser “La pandilla del tranvía, de 1969. Allí, vida a Marcos, “un joven pícaro y divertido”. Así es como lo define la IA de Google. No parece estar muy errada. Lo será en los siguientes veintipico de años. Tampoco quiere decir que no haya allí, en esa breve y por eso precisa descripción, un buen actor. Darín ya lo era. Tiempo al tiempo. Y al actor.
En los ‘70 y los ‘80 hizo mucha tele y bastante cine en roles que forjaron su reputación de joven galán que alternará con algún que otro personaje dramático como en la mencionada “El desquite”, donde interpreta a la mano derecha de un tipo pesado de la noche. Allí comparte cartel con Rodolfo Ranni, Julio De Grazia y Gerardo Sofovich, el tipo pesado de la noche.
En 1986, participa de “Expreso a la emboscada”, una coproducción francoargentina que protagonizaron Federico Luppi, Lito Cruz y Bernard Giraudeau. También protagonizará “Revancha de un amigo” (1987), junto a Luisa Kuliok y Juan Leyrado. Al mismo tiempo, es Juanjo, el galán de “Estrellita mía”, la telenovela de Andrea Del Boca.
Pero será recién en “Perdido por perdido” (1993), un policial dirigido por Alberto Lecchi que Darín protagoniza junto a Carolina Papaleo, Enrique Pinto, Ana María Picchio y Jorge Schubert.
Junto a Papaleo dan vida a un matrimonio con problemas económicos que deciden pedir ayuda a las personas equivocadas. En este filme, da su primer gran paso hacia fuera del galán “pícaro y divertido” que era y que seguirá siendo por un buen tiempo más: en paralelo, es el Chiqui Fornari, cuñado pícaro, divertido y bastante chanta de Luis Brandoni en la popular tira “Mi cuñado”.
En los 90 hará poco cine, apenas tres películas: la mencionada “Perdido por perdido”, “El faro” (Eduardo Mignogna, 1998) y “El mismo amor, la misma lluvia” (Juan José Campanella, 1999). Mientras rodaba esta última, llegaría a sus manos el guion del filme que lo ubicará definitivamente como un actor de cine: “Nueve reinas”.
Estrenada en 2000, la película que coprotagoniza con Gastón Pauls, no estaba pensada para ninguno de los dos. El director Fabián Bielinsky tenía en mente al Puma Goity y a Leo Sbaraglia. A Goity lo bajaron y Sbaraglia se bajó solo.
“La película en realidad la iban a hacer Sbaraglia y el Puma Goity. Ricardo y yo entramos faltando bastante poco para el rodaje. De hecho, en ese momento yo estaba haciendo una obra de teatro con el Puma”, y Sbaraglia estaba con ‘Plata quemada’ en España. Y el Puma siempre me decía: ‘Si se baja Sbaraglia lo vas a hacer vos’. No sé qué interna hubo ahí en el medio, y al final tampoco estuvo el Puma y la hizo Ricardo. Hay una cosa medio mágica en esos enroques que hace el destino”, comentaba años después Gastón Pauls .
“Lo primero que me dijo Fabián (Bielinsky) fue que no había pensado en mí en primera instancia para este personaje, porque él no quería que Marcos tuviera, según sus propias palabras, empatía con la gente. Su temor principal era que le cayera simpático a la gente”, confesaba el propio Darín su inclusión tardía, pero decisiva.
Breve sinopsis: Juan (Pauls) y Marcos (Darín) son dos estafadores de poca monta, uno joven y un veterano en el arte del timo, que casualmente se ven envueltos en un asunto que les puede hacer millonarios. Peor tienen menos de un día para hacer una estafa que no puede fallar. Estrenada el 31 de agosto de 2000, “Nueve reinas” fue un golazo en todos los aspectos que puede serlo una película. Todos sus componentes funcionaron a la perfección. Se exportó a España y fue un éxito, lo mismo que en Francia. Bajo el título “Criminal”, su adaptación estadounidense protagonizada por John C. Reilly, Diego Luna y Maggie Gyllenhaal, en los papeles de Ricardo Darín, Gastón Pauls y Leticia Brédice , respectivamente, fue mal recibida, sobre todo por sus protagonistas argentinos.
En “Nueve reinas”, sí, Darín dio el salto definitivo a la cinematografía, pero siguió siendo ese actor empático que Bielinsky quería evitar para el personaje de su primer filme. Pero, tiempo al tiempo, al actor… y al director.
Al año siguiente, en 2001, protagoniza “La fuga”, el filme de Eduardo Mignogna, que recrea una fuga real ocurrida en la Penitenciaría Nacional emplazada en el barrio de Palermo, en 1928. Allí, Darín es Domingo Santaló, El Pibe, y comparte cartel con Miguel Ángel Sola, Gerardo Romano, Inés Estévez y Norma Aleandro, entre otros grandes nombres de la actuación argentina. Pero nada igualará a “su” Rafael Belvedere, el hijo de la novia. En este filme de Juan José Campanella, Darín se instala definitivamente como uno de los actores más importantes de su generación. El cine ya es su lugar: en dos años, hizo tres películas. Todas exitosas.
Kamchatka, ese lugar
En “Nueve reinas” y “El hijo de la novia”, Darín es verborrágico, impulsivo. Es inevitablemente empático. Está en su naturaleza actoral. O al menos así ¿inevitablemente? lo vemos cada vez que lo vemos en una pantalla. No está mal. Pero falta algo.
El plot point o nudo de la trama, dice Syd Field en El libro del guion, es un incidente, episodio o acontecimiento que se “engancha” a la acción y la hace tomar otra dirección. Un plot point puede ser cualquier cosa: un plano, unas palabras, una escena, una secuencia una acción, cualquier cosa que haga avanzar la historia. También una película si esa trama es una cinematografía. ¿Cuál sería entonces ese plot point en la cinematografía de Ricardo Darín? “Kamchatka”. Es en este filme de Marcelo Piñeyro, de 2002, donde el trabajo actoral de Darín cambia definitivamente, toma un rumbo diferente a todo lo hecho hasta entonces.
Ambientada en 1976, “Kamchatka” está contada desde la mirada de Harry (Matías del Pozo), un niño de diez años quien, junto a su familia debe abandonar su vida tal como la conocía hasta entonces para pasar a cierta clandestinidad en medio de la cacería desatada por la dictadura de Videla.
Sabiéndose buscados, papá y mamá (Ricardo Darín y Cecilia Roth, respectivamente) deciden esconderse. Sacan a Harry y su hermano, El Enano (Milton de la Canal) a los niños de la escuela, abandonan su casa y se ocultan en una finca de las afueras de la ciudad. Imaginan que el tiempo hará su parte, suavizando la situación. Pero el tiempo no obrará a favor. La persecución llegará hasta ellos, mordiendo sus talones. Acorralados, sus padres decidirán dejarlos con los abuelos (Héctor Alterio y Fernanda Mistral) para apartarlos de la línea de fuego.
La puesta en escena de Piñeyro asumió un desafío narrativo muy grande: dejar el horror siempre fuera de campo, para concentrarse en los lazos de afecto de los personajes. ¿Cómo contar el horror sin que el relato se convierta en una historia de terror?, se preguntaba Marcelo Figueras, guionista del filme. La respuesta estaba en las actuaciones de Darín y Roth. En ellos está puesto el horror, en el deterioro paulatino que los afectará a lo largo de la película.

Curiosamente, al igual que Bielinsky, Piñeyro tampoco había pensado en Ricardo Darín para el protagonista: “Kamchatka en su inicio tenía otro elenco”, reconocería el director tiempo después del estreno del filme. “Leonardo Sbaraglia y Nashwa Nimri, una actriz española que elegí más allá de acuerdos de coproducción, hasta que sentí que el personaje no podía ser español. Que fuera argentino era importante y sucedió que acercándome al rodaje los personajes se modificaron y había casi una energía propia del actor que encontré mejor en Ricardo y Cecilia. La razón esencial por la que trabajo con ellos no es porque hablen bien el argentino sino porque son
dos actores que pueden darle la hondura que los personajes necesitan”.
Y vaya si lo necesitaban esos personajes sometidos a la angustia y la desesperación. Y vaya si Roth y Darín lo lograron.
En “Kamchatka” empatizamos con Darín padre de Harry y El Enano, con Darín marido de Mamá (ninguno de los personajes tienen nombre ni apellido), pero no hay el filme lugar para el Darín de “Nueve reinas” ni mucho menos el de “El hijo de la novia”. Se revela un Darín dramático como nunca antes.
“Se trataba de verlo todo a través de los ojos de un niño: no ver más de lo que se ve ni saber más de lo que se sabe”, dirá Figueras acerca de su guion. “El horror estaba condenado así al fuera de cuadro. Lo intuiríamos, lo oleríamos, hasta padeceríamos sus consecuencias, pero no lo veríamos jamás”.
En verdad, el horror siempre estuvo allí, pero puesto de manera magistral por director y guionista en Darín y Roth, en sus cuerpos, sus rostros y sus expresiones. Y en los silencios que acompañaron muchas de esas expresiones de angustia y desesperación ante la tragedia inminente: el secuestro y la desaparición.
“El aura” y después
Darín se desprende de la verborragia de Marcos y Rafael Belvedere para sumergirse en silencios que dirán mucho. Una sumersión que será todo lo profunda posible en “El aura”, el plot point definitivo del futuro Juan Salvo.
Esta vez, Fabián Bielinsky no dudó cuando pensó en el protagonista de su segundo –y último, pues fallecería en 2006- filme. Ricardo Darín dio vida a un personaje que, al igual que en “Kamchatka”, no tenía nombre: era simplemente “El Taxidermista”, un tipo difícil de tratar que padecía de epilepsia y que hacía de ese instante previo al ataque, que es el aura, un momento de particular libertad y de una expansiva sensorialidad.
“Epiléptico. Extremadamente callado. Resentido con la vida que le tocó. Cree ser más inteligente que los demás. Mal matrimonio. Egoísta. ¿Cobarde físico? Huraño. Concentrado. Triste”. Así define el propio Bielisnky al personaje de Darín en “El aura” tomadas del libro “El fulgor” publicado en 2016 por el BAFICI.“En El aura hay un protagonista sin ningún elemento empático con el espectador, pero que de algún modo logra llevarnos con él en un viaje sin vuelta atrás”. Dirá el director en una entrevista con Página 12.
El Taxidermista fantasea sobre crímenes perfectos y robos milimétricamente planificados pero que solo existen en su imaginan, pues allí nunca fallan. Sin embargo, cuando se ve envuelto por accidente en un crimen real, encuentra una inesperada oportunidad de hacer realidad sus fantasías. Y la realidad no se parece en nada a sus fantasías. Todo se le hace resbaladizo y desafiante. Y nada allí es posible ser milimétricamente planificado.

Como en “Kamchatka”, también en “El aura” todo está puesta en la expresividad corporal y gestual de Darín. Y, más que nunca, en los silencios: no habla, solo mira. Si en el filme de Piñeyro, el narrador era la mirada de un niño, en esta de Bielinsky es la del taxidermista. Y tan así es que cuando cae afectado por un ataque de epilepsia todo se funde a negro. Él ya no ve, por lo tanto, nadie ve.
Filmada en locaciones de Bariloche que el director se encargó personalmente de elegir para no caer en lugares comunes de la ciudad, pero, a la vez, que nadie dude de que se trataba de esa ciudad, “El aura” puso a Darín en otra dimensión actoral, una opuesta a la elegida en “Nueve reinas”. Lejos, lejísimo, de aquel timador porteño que anda suelto en busca de la oportunidad, este taxidermista desafió al actor al extremo de dejar de lado todas aquellas virtudes que había desplegado a lo largo de décadas de trabajo televisivo y cinematográfico para adentrarse en las oscuridades de una personalidad laberíntica.
Por supuesto que entre “Nueve reinas” y “El aura”, Darín filmó “Luna de Avellaneda” (2004), un filme empatizable como pocos en su carrera. Tan cierto como que luego le siguieron decenas de filmes, entre ellos, “XXY” (2007), “Carancho”, “Relatos salvajes” (2014), “La cordillera” (2017) y los consagratorios “El secreto de sus ojos” (2009) y “Argentina, 1985” (2022). Pero para entonces, el plot point ya había sucedido. Por eso, a nadie debió sorprenderle que Netflix anunciará que Ricardo Darín protagonizaría El Eternauta. Ni que a su directo Bruno Stagnaro, le pareciera “realmente un disparate”. Porque “básicamente, es una historia muy física, en donde el protagonista de la historieta tiene alrededor de 40 años, y Ricardo más de 60. Por eso lo descarté de plano. Pero Matías (Mosteirín, el productor) insistió: ‘Pensalo’, me dijo”. El resto es historia.
“Uno de mis actores favoritos es Ricardo Darín”. De un largo tiempo a esta parte lo es en la opinión de muchos en Argentina. Nada sorprendente allí, salvo que esa opinión le pertenece a Quentin Tarantino. Y para que no queden dudas de su parecer, fue concluyente: “Es el Al Pacino de la Argentina”.
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