Libros: José Luis Mozzoni, y la breve historia de las canciones que se escriben solas
El periodista, nacido en Roca pero vecino ahora de San Martín de los Andes, acaba de publicar su primera novela, con un poco de autobiografía y mucho de ficción.
José Luis Mozzoni nació en Roca, pero desde 2013 vive en San Martín de los Andes. Y fue ahí, o más bien cerca de la ciudad cordillerana, donde la instrospección de la pandemia terminó regalándole una novela. “Una novela muy breve”, repetirá él a lo largo de la entrevista, que se llama “Canciones que se escriben solas” y que se mueve entre un poco entre la autobiografía y mucho por la ficción.
Jeremías, el protagonista de la novela, es un músico callejero de 23 años que espera poder irse de la casa de sus padres y encontrar su propio camino, lejos de la tradición familiar de trabajar en un aserradero. Pero con ese trasfondo, el libro – “breve, de casi 40 páginas”, insistirá él- habla de la necesidad de trascender, de la libertad, de la búsqueda de la identidad, del pasado y del pueblo -o los pueblos- que forman parte de la geografía del personaje. “El juego está en si la libertad es irse de la casa de sus padres o si es una sensación. Jeremías habla de trascender, y él lo relaciona con la música”, dice desde el otro lado de la pantalla.
La historia, cuenta Mozzoni, comenzó una tarde de nevada intensa, cuando él y parte de su familia estaban en Villa La Angostura y no podían volver a San Martín porque se habían cerrado los caminos.
“Fue un fin de semana de mucha nieve, y nos tuvimos que quedar allá porque tratamos de volver y se había cerrado la ruta de los Siete Lagos. En ese momento, lo empecé a escribir. Cuando empecé, lo escribí en el celular, porque ni siquiera había llevado la computadora. Pero lo empecé, y fue casi un ejercicio psicológico. Diría que lo escupió el subconsciente”, recuerda ahora, varios años después de ese precipitado comienzo.
Lo que siguió fue un trabajo de escritura, correcciones y reflexiones. “Hasta ese momento, yo venía trabajando en administración pública, en la función pública, desde hacía unos años, y la pandemia me trajo algunas cuestiones personales. Como a todos, creo que la pandemia nos tocó un poco en lo personal, y a mí, personalmente, la post-pandemia me llevó a reflexionar un montón sobre lo que estaba haciendo con mi vida, y lo que no. El centro de la novela salió de ese día en Villa La Angostura. De ahí salió, como un resumen de todo lo vivido, de algo que necesitaba decir. La novela habla de tres pueblos, que también encierran algo que está relacionado con los lugares donde uno vive. A mí me tocó ir viviendo en distintos lugares, pero siempre volviendo a uno. Jeremías, el personaje, quiere salir del lugar, quiere buscar la libertad”, cuenta Mozzoni, reflejándose un poco en el personaje de la historia.
De esas cavilaciones, entonces, nació “Canciones que se escriben solas”, que este año fue editado por Autores de la Argentina, tras las correcciones en las que trabajó junto al escritor y realizador audiovisual Marcelo Gobbo. “ En poco tiempo, y en poco espacio surgió la novela. Yo creo que la novela, breve, brevísima, dice muchas cosas, porque yo soy así: trato de decir mucho, en poco espacio”, asegura.
Jóvenes, lectura y algoritmos
Aunque no fue pensada para un público juvenil, su editor está convencido de que es ideal para lectores jóvenes. “Lo hablamos mucho con Marcelo (Gobbo). Yo estaba viendo el tema del déficit de atención, cómo estamos hoy consumiendo los medios de comunicación, cómo la atención nuestra es la mercancía, cómo se monetiza hoy la atención del ser humano, y cómo está cambiando la forma de percibir de nuestro cerebro. Nuestro cerebro se está relajando, y eso hace que vayamos perdiendo la capacidad del deseo a la hora de elegir, la capacidad de intención. Creo que hay una intención en el algoritmo y, a la larga, el algoritmo nos propone algo que supuestamente nosotros estamos eligiendo. Pero no lo estamos deseando, ni somos conscientes de ese deseo. Esa es la nueva lógica del mercado, entiendo yo, a partir de lo que interpreto. Entonces, en toda esa lógica – hay un déficit de atención, y lo que queremos, lo queremos en dos segundos-, hay que ofrecerle leer a los jóvenes y digo, tardás en leer esta novela lo que tardás en ver el capítulo de una serie de Netfli. Recuerdo cuando estábamos trabajando sobre el materia , cuando Marcelo me decía que era una novela juvenil y cuando me decidí a imprimirla. Le dije: Marcelo, vamos a imprimirlo, quiero que lo lean los chicos, quiero que lo lean, quiero salir ahora”, repasa.
José Luis estudió Periodismo en la Universidad del Comahue, pero dejó la carrera antes de terminar, cuando se convirtió en padre, a los 20. Unos años después retomó los estudios y logró el título. Desde aquellos años, trabajó en medios de prensa, en radio, y televisión. Además de San Martín de los Andes, vivió en Roca, en Viedma, y en Buenos Aires, adonde llegó a trabajar con Juan Alberto Badía, uno de sus maestros, según cuenta. “Tengo guardadas muchas cosas de las que él me decía. Y siempre digo que una hora de charla con Badía era como cursar un cuatrimestre en la Universidad”, recuerda de aquel tiempo con el recordado conductor de radio y de tevé.
Mozzoni ha releído varias veces la novela que ya está publicada. Y aunque lo suyo es el periodismo, y desde hace algún tiempo también la consultoría -un emprendimiento que lleva adelante junto a su hermano y su padre y que lo hizo saltar de la función pública a un trabajo completamente independiente-, el deseo de hacer ficción que se despertó con la pandemia sigue vigente. Tanto que, a la par de su trabajo, está escribiendo dos novelas más. No adelanta demasiado, salvo que hay un tema que lo obsesiona. Algo que nacio de lo que le dijo su padrino: “Ojo que en San Martín no tienen un horizonte, me dijo. Y estoy escribiendo una historia en la que cambio el concepto de esa frase sobre el horizonte. Porque, claro, acá la gente no ve el horizonte”.
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