Libertad y economía en años tumultuosos: la dictadura y un discurso que persiste
Se intentó generar un cambio copernicano en la sociedad y la economía argentina, utilizando las herramientas del terrorismo de Estado. Redefinir las relaciones entre capital y trabajo, desregular la producción, el comercio y el sistema financiero. La palabra clave fue la de la Libertad.

Este 24 de marzo se cumplen cuarenta y nueve años del inicio del Proceso de Reorganización Nacional, la última dictadura militar que tuvo nuestro país dentro de una saga de inestabilidad institucional comenzada en 1930. El elenco que se hizo del poder al expulsar de la Presidencia de la Nación a María Estela Martínez de Perón era una mezcla compleja de facciones dentro de las Fuerzas Armadas en donde pivotaban ideas liberales, desarrollistas autoritarias y conservadoras, en el Proceso había lugar para casi todos aquellos que quisieran abjurar de una maltratada democracia.
Obviamente que la forma en que se combinaron todas estas ideas y se llevaron a la práctica es un asunto bien largo y difícil de precisar, pero en síntesis puede afirmarse que se intentó generar un cambio copernicano en la sociedad y la economía argentina, desandando los contornos policlasistas e industrialistas generados desde la segunda posguerra. Las herramientas utilizadas para alcanzar un objetivo tan ambicioso involucraron el Terrorismo de Estado y la violación sistemática a los Derechos Humanos, eso desde ya.
En materia de políticas económicas el espíritu de época fue el de procurar transformar a la macroeconomía, que mostraba desde hacía décadas problemas sistémicos propios del “stop and go”, esos ciclos frenéticos de crecimiento y crisis experimentados cada vez que los dólares escaseaban y las tensiones sectoriales evidenciaban los límites del crecimiento.
Redefinir las relaciones entre capital y trabajo, modernizarlas y sacarle poder de presión a los sindicatos fueron algunas de los objetivos centrales del momento, los que incluso explicaron la represión ilegal de manera bastante más racional de lo que se intentó mostrar entonces.

Las ideas de cambio profundo de un orden que se consideraba en decadencia, se expresaron en el propio nombre del plan del que fuera el ministro de economía más relevante del ciclo, José Alfredo Martínez de Hoz, que dio en llamar a sus medidas de la siguiente manera: “Programa de recuperación, saneamiento y expansión de la economía argentina”.
Así, quien fuera funcionario tanto durante la Revolución Libertadora como en la Revolución Argentina, expresaba una ambición de llevarse puestos años de intervención estatal y cierre de la economía.
A tal fin, produjo una profunda reforma financiera que involucró el retroceso en la capacidad de fuego del Banco Central y el empoderamiento de los bancos privados a la hora de definir flujos y stocks y su impacto en el funcionamiento macroeconómico.
Aprovechó asimismo un ciclo de liquidez internacional que le permitió un endeudamiento público y privado inédito que se volvería en la década siguiente y desde entonces hasta la actualidad, uno de los grandes temas de la agenda pública.
En el uso del lenguaje para definir estas transformaciones, la palabra clave fue la de la Libertad, muy a tono con los tiempos de entonces, que desde la Revolución Conservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan asociaban a la Libertad especialmente al devenir de la economía.

Por ejemplo, en una famosa cadena nacional de julio de 1980, Martínez de Hoz resaltaba en modo de balance, los puntos en donde consideraba que su accionar había sido positivo y mencionaba la libertad de precios, la de transacciones cambiarias con eliminación de los controles de cambio (algo así como el cepo de entonces), la de comercio exterior, la de exportación (eliminación de impuestos similares a las actuales retenciones), la de importación con reducción gradual arancelaria, la de las tasas de interés, la de los alquileres, la de los servicios públicos, la de contratación salarial, la de las inversiones extranjeras y la libertad para la transferencia de tecnología.
Un set, vemos, de un liberalismo amplio que de todos modos fue más eficaz describiéndose transformador que transformando. De hecho, poco tiempo después el mercado de capitales se desentendería bastante de la suerte de América Latina, en lo que se conoce como la Crisis de la Deuda y que marcaría a los ochenta como una verdadera década perdida para el subcontinente.
Martínez de Hoz renunciaría en el año 1981, pulverizados sus intentos de mantener a raya el tipo de cambio con su Tablita y la restricción externa agravaría, una vez más, el problema de la inflación hasta volverlo incontrolable superando los tres dígitos anuales. Son famosos los dichos del ministro que lo sucedió, Lorenzo Sigaut, quien dijo “el que apuesta al dólar pierde” en la previa de una gran devaluación.
Como siempre en estos casos, el meme de la frase, el fallido, mostraba en un renglón más profundo graves desequilibrios: crecimiento de la deuda externa, problemas de sectores enteros de la industria, aumento de la desocupación y caída del salario real.
El cambio total no fue tal, y el final de la dictadura también se aceleró por el mal manejo de las variables centrales de la macroeconomía.
De todos modos, no deja de ser interesante, en el balance del balance, cómo ese discurso con sus luces y sombras, sigue marcando gran parte del actual debate público, en semanas donde parece que los dólares frescos que traerá el Fondo Monetario Internacional son el último y ¿definitivo? torniquete para frenar el drenaje de reservas internacionales y a su vez el pasaje a la Libertad y el final de un ciclo de decadencia de 50, 70 o 100 años, todo a gusto del consumidor.
*Docente de Historia. Secretario de Investigación Sede Alto Valle – Valle Medio de la Universidad Nacional de Río Negro

Este 24 de marzo se cumplen cuarenta y nueve años del inicio del Proceso de Reorganización Nacional, la última dictadura militar que tuvo nuestro país dentro de una saga de inestabilidad institucional comenzada en 1930. El elenco que se hizo del poder al expulsar de la Presidencia de la Nación a María Estela Martínez de Perón era una mezcla compleja de facciones dentro de las Fuerzas Armadas en donde pivotaban ideas liberales, desarrollistas autoritarias y conservadoras, en el Proceso había lugar para casi todos aquellos que quisieran abjurar de una maltratada democracia.
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