“Debe cambiar el hombre, su naturaleza egoísta, también sus hábitos”

Del latín, “versus” (vs.) transmite la idea de “oposición” o “competencia”. Efectivamente, muchos de los conceptos con que se ha manejado (y maneja) económicamente el mundo actual se chocan con el objetivo básico del ecologismo: la preservación de la especie humana en el tiempo. Objetivo este de máxima, del humano, ya que procura su propia supervivencia en un mundo en el que ¡desaparecen especies todos los días!

Sobre este tema nos dice el varias veces premiado economista y autor chileno Manfred Max Neef, cuestionando el pensamiento económico tradicional: “La economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera, la que no permite un crecimiento continuo. Si imagináramos la Tierra como una empresa, lo que hacemos hoy es comernos el capital”.

Los economistas clásicos sostienen que el crecimiento mejora la calidad de vida de las sociedades. Es cierto, pero llega a un cierto punto en que comienza a deteriorarse, con la población creciente. Hoy somos 7.500 millones, aproximadamente. El proceso que se está dando es el agotamiento de los recursos y el aumento de la desigualdad social. En el 2015, en el mundo y pese a su crecimiento la concentración de la riqueza aumentó: 62 individuos tuvieron la riqueza equivalente a la mitad de la población.

Crecer significa aumentar la demanda, o sea más explotación de la naturaleza. En ocho meses del año pasado se consumió lo que la Tierra produce en un año. O sea que a futuro necesitaremos consumir ¡una Tierra y media por año! (dato de “Clarín”, 8/5/2016, suplemento “Empresas”).

El desarrollo tiene que ver con personas y no con mercaderías u objetos, y el “desarrollo continuo”, base de la euforia económica de las primeras décadas del siglo XX, fue una total utopía. Lo reconoce Max- Neef cuando dice: “El famoso mito del chorreo desafía la gravedad porque siempre se da para arriba”. Pese a todo, no cabe duda de que, desde la geopolítica, los Estados deben plantearse una estrategia de crecimiento económico. Pero esta “debe ser sustentable”, o sea preservando y/o reponiendo los recursos que necesitarán nuestros descendientes. Se entrevé entonces un único camino: debe cambiar el hombre, su naturaleza egoísta, también sus hábitos hiperconsumistas que, globalización cultural mediante, expandieran EE. UU. y sus economistas. ¿Se puede? ¡Sí! Los países escandinavos tienen su economía macro en muy buena relación con el medioambiente.

El ecologismo no es tremendista ni se opone al desarrollo. Sólo procura que este sea perdurable y que sus beneficios se repartan equitativamente y no con la enorme desigualdad de los regímenes neoliberales.

Carlos López

DNI 4.820.317

“El ecologismo no es tremendista ni se opone al desarrollo. Sólo procura que este sea perdurable y que sus beneficios se repartan equitativamente”.

Carlos López

DNI 4.820.317

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“El ecologismo no es tremendista ni se opone al desarrollo. Sólo procura que este sea perdurable y que sus beneficios se repartan equitativamente”.

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