Colonia Rusa 1937: «Debe ser muy lindo amar, ¿no?»

Encantador testimonio sobre dos veinteañeras que en 1937 alimentaban su amistad por carta; la una desde una chacra en Colonia Rusa, la otra, desde Carlos Casares, Buenos Aires.

Por Eduardo Mutchinick

Se conocieron en 1935, en la Colonia Rusa, Catalina Mutchinick -mi tía Cata- y mi madre, Laura, que vivía en la Chacra 259, en la hoy «Casa museo María y Bernardo Riskin”.

Nació una amistad que se mantuvo a lo largo de sus vidas, fortalecida luego al transformarse en cuñadas, con el casamiento de Laura con mi padre Jacobo Mutchinick en 1940.

Cata Mutchinick de Kahan y Laura Riskin de Mutchinick (Colonia Rusa)


En 1937 el nazismo crecía en Alemania; la Guerra Civil envolvía a España; en Italia primaba el fascismo con Benito Mussolini; Stalin gobernaba la Unión Soviética; en Estados Unidos el presidente era Franklin D. Roosevelt. La Segunda Guerra mundial asomaba.

En la Región, en Argentina el presidente era Agustín Pedro Justo en la llamada “década infame”; en Paraguay a través de un golpe de estado gobernaba Rafael Franco; en Chile era presidente Arturo Alessandri Palma; en Uruguay gobernaba José Luis Terra; en Bolivia por un golpe de estado José David Toro; en Brasil el presidente constitucional era Getulio Vargas.

Con ese entorno, conocido o no, la vida continuaba con sus rutinas, esforzándose los que podían por hacerla cada día mejor.

Cata Mutchinick de Kahan y Laura Riskin de Mutchinick (Chacra Riskin, Colonia Rusa)


Un dos de marzo de 1937, Cata desde su natal Carlos Casares, en la Provincia de Buenos Aires, le escribe a Laura, a la Colonia Rusa, en el sobre pegada la estampilla de Mariano Moreno de 5 centavos, valor repetido durante años: “Tu cartita como todas las tuyas, la he leído con intensa alegría, porque cuando ya creo haberte perdido como amiga, te me revelas serlo aún más que antes, y debo reconocer soy un espíritu romántico y siento vivo placer en comprobar que los sentimientos bellos, uno de ellos: la amistad, no es un mito…”


Cata, entonces con 23 años, continúa en otros párrafos: “…desearía para ti un muchacho bueno como lo mereces, que te quiera mucho, como mi novio a mí, y a quien tu también a la vez quieras, admiras, comprendas. La vida de novia es muy linda cuando existen todos estos sentimientos y en forma recíproca, esto es todo lo que puedo decirte en contestación a tu pregunta: ¿debe ser muy lindo amar, no?”

El novio de Cata y con el cual se casa era Samuel Kahan, médico, que ejerció un tiempo en General Roca y luego durante años en Ingeniero Huergo.

Samuel Kahan y Cata Mutchinick de Kahan (Carlos Casares 1937)


La carta sigue: “…Hay muchas maneras de amar, existe el amor pasión, el que más que amor del alma, lo es de los sentidos; el amor suave, el que se basa en la mutua comprensión y que sabe que en quien depositamos nuestro cariño, es merecedor por sus buenas cualidades a él; el que siento por mi novio es como el último, por eso confío en que voy a ser feliz a su lado, él a mí me ama como sólo pueden hacerlo los que tienen nobles sentimientos y un gran corazón, como pueden amar los privilegiados con el alma y los sentidos, mi vida es su propia vida y por ella vive, lo soy todo para él, el presente, el porvenir, el objeto mismo de su vida…”.

No te fíes del amor a primera vista ni de las grandes pasiones que duran lo que las llamas de un papel encendido, es todo llama, pero no da calor…”.

Cata Mutchinick (a su amiga Laura)

Laura, con sus 22 años, recibe la correspondencia que continúa: “…Dime ¿no es bello sentirse adorada así por el hombre que se quiere y que va a ser su esposo; yo te aseguro que sí, por eso lo deseo para ti porque eres mi amiga querida; pero voy a confesarte algo, lo que hará quizás el amor es que no siempre los grandes cariños nacen en un día, a veces es necesario tratarse mucho tiempo, llegar a un grado de amistad tal, que sin querer, sin darse cuenta se ha metamorfoseado en eso que llamamos amor y son más duraderos, más firmes, porque se basan en el compañerismo, en la confianza, la sinceridad, las confesiones más íntimas, nuestros pequeños pecadillos, nuestros dolores, que si a cada uno parece el fin del mundo, compartido se reducen y hacen sonreír; y así nació el mío, la fe que deposité en él y el haberme dado valor cuando más lo necesitaba, cuando la vida perdía su encanto, él me demostró que aún no había vivido y me dejó entrever una nueva dicha…”

Cata Mutchinick de Kahan (15-6-1935)


…Por eso Laura no te aflijas si no has amado, déjate querer, si hay alguien que merece tener la dicha de quererte y ese cariño si es grandote, si el hombre que te lo ofrece es digno de él a su vez, te irá entrando lentamente en el alma, ganando tu voluntad, no te fíes del amor a primera vista ni de las grandes pasiones que duran lo que las llamas de un papel encendido, es todo llama, pero no da calor…”.

Se comunicaron por siempre, Cata falleció a los 95 años en Israel, Laura a los 97 en General Roca.


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