Femicidio en Neuquén: Delia quería poner a resguardo a sus hijos antes de hacer la denuncia

Tenía temor porque su esposo la amenazaba. "Yo quería arreglar las cosas bien con él", repetía la víctima de femicidio a sus amigas. La dominación era tal que la incomodaba cuando un hombre la saludaba en el público. "Después se me arma en casa", decía.

Cuando iba a misa, Delia Aguado se sentaba con las familias que hacían la catequesis con sus hijas, siempre y cuando no estuviera Diego Tolaba, su esposo. Si él entraba, ella se ubicaba atrás junto a él. Era tal la sujeción que ejercía el hombre que la joven mujer le llegó a pedir a una de sus amigas que su marido no la saludara cuando la viera. “Después se me arma en casa”, le dijo. En el último tiempo, buscaba una vivienda para mudarse con sus tres niños. Con el alquiler en una mano y los chicos en la otra, explicó, estaría dispuesta a denunciarlo.

Ayer comparecieron ante el jurado los últimos testigos de la fiscalía y la querella. Tolaba está acusado de homicidio doblemente agravado por el vínculo, y por haber mediado violencia de género. El cuerpo de Delia fue encontrado el 30 de noviembre de 2018 en el balneario Sandra Canale. Se trata del último femicidio cometido en Neuquén capital el año pasado.

Hace una semana que comenzó el juicio y está previsto que culmine el viernes. Los testigos revelaron que el imputado ejercía violencia psicológica y económica, además de sexual: desde relaciones forzadas hasta la interrupción de un embarazo.

Las amigas que declararon aseguraron que Tolaba “nunca la dejaba sola”. “Te soltaron”, le comentó en chiste una de ellas cuando fue a su casa el 23 de noviembre. Ese día se quedó a dormir allí con sus hijos. Delia había discutido muy fuerte con él. Ella le solicitó que hiciera la denuncia y le ofreció que se quedara unos días. “No tengo ni para un paquete de galletitas”, le respondió Delia. Tenía un empleo, pero él administraba su sueldo. “Volvió porque él había aceptado la separación y la iba a ayudar a buscar un departamento”, agregó.

Recordó que siempre caminaba. Sacó la licencia de conducir el 20 de noviembre. “Yo le mandé un mensajito para felicitarla”, precisó. Contó que rindió el examen dos veces. Según el relato de Tolaba nueve días después de obtener el carnet se fueron juntos en el auto a buscar un alquiler, pelearon, y ella se retiró sola en el vehículo.

“Era muy sumisa”, señaló otra de las amigas. Indicó que sólo podían verla en la iglesia, en la casa o en el club dónde sus hijos practicaban deportes. Esos eran los lugares de encuentro. Pese a que estaban separados y convivían, él insistía en que ella tenía “un macho”. Incluso Tolaba se lo comentó al jefe de Delia. “Ella tenía vergüenza de ir a trabajar”, remarcó la testigo. En el análisis que hicieron del celular del imputado apareció entre sus búsquedas el nombre de la nueva pareja (ver aparte).

Todas en algún momento de su relato se quebraron, pero aún así lo retomaron. Miraron fijo al imputado. Una de ellas manifestó: “Buena mujer, Delia era de esas personas que valen la pena conocer, que bueno haberla conocido”.

Uno de los testigos de la jornada fue un comisario al que la fiscalía le pidió analizar los teléfonos de Diego Tolaba y el de una de sus hijas. El celular de Delia nunca fue hallado.

El policía indicó que entre las búsquedas de Google del acusado figuraban “métodos de espionaje”, “cómo recuperar a tu pareja”, “cómo saber si tu pareja tuvo sexo recientemente”. También el nombre de una organización feminista a favor del aborto legal.

En los registros de Youtube del 29 de noviembre de 2018, entre las 21.28 y hasta la medianoche, aparecieron videos infantiles. La franja horaria coincide con la salida de Delia y Tolaba de la casa. Él regresó a la vivienda solo.


Cuando iba a misa, Delia Aguado se sentaba con las familias que hacían la catequesis con sus hijas, siempre y cuando no estuviera Diego Tolaba, su esposo. Si él entraba, ella se ubicaba atrás junto a él. Era tal la sujeción que ejercía el hombre que la joven mujer le llegó a pedir a una de sus amigas que su marido no la saludara cuando la viera. “Después se me arma en casa”, le dijo. En el último tiempo, buscaba una vivienda para mudarse con sus tres niños. Con el alquiler en una mano y los chicos en la otra, explicó, estaría dispuesta a denunciarlo.

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