Mientras corrige defectos y fortalece virtudes, Boca se potencia como equipo

Boca supo amalgamar elementos clave para su funcionamiento colectivo, que en un pasado no muy lejano parecía impensado. Entre el Xeneize que perdió con Corinthians a fines de abril y el de anoche, hay un abismo.

Durante la fase de grupos de esta edición de la Copa Libertadores, este Boca estaba a la búsqueda de una identidad, de un rumbo, de un equipo en el cual confiar.

Corinthians, su rival en esta serie de octavos de final que comenzó anoche en San Pablo, lo fue también en la ronda inicial y fue testigo del punto más bajo del equipo de Sebastián Battaglia en el torneo continental.
Entre aquella dura caída ante Timao por 2-0 el pasado 26 de abril en el Arena Corinthians y este empate sin goles en el mismo estadio, hay un abismo. A pesar de no haberse llevado los tres puntos, Boca nuevamente dio signos de crecimiento como formación colectiva.

El Xeneize tenía materias pendientes cuando comenzó su carrera por alzarse con la séptima copa de su historia y las fue aprobando a medida que la construcción del equipo fue superando etapas dentro de un ciclo que comenzó lleno de dudas.

Battaglia ya está en condiciones de pulir detalles porque tiene lo más importante: una estructura con nombres propios y un plan de lucha y acción que ya fue aprendido por sus jugadores. Hay continuidad y eso genera confianza. Aparecen las soluciones porque existe una planificación, y si algún nombre se cae por distintas situaciones, el que entra sabe a qué se juega.

De adelante hacia atrás, línea por línea, los nombres comienzan a grabarse en el inconsciente del hincha xeneize. Zeballos, Benedetto y Villa es ya un tridente indisoluble, lo mismo que Varela, Pol Fernández y Óscar Romero en la mitad de la cancha.

En la retaguardia, si bien anoche hubo solvencia salvo algunas excepciones, Boca debe trabajar para regresar a aquella zaga segura que ostentó en el último semestre con siete de los últimos ocho partidos con la valla invicta.

Además Boca tiene un hombre clave al que puede acudir en momentos urgentes, y se llama Agustín Rossi. El arquero xeneize le puso las manos al penal que ejecutó Roger Guedes cuando se moría el primer tiempo, después de un golpe innecesario de Marcos Rojo en la cara de Mantuan durante una disputa aérea.

Hubiera sido un mazazo difícil de sobrellevar para Boca, pero el Timao se topó con un especialista como Rossi, que de los últimos 11 penales que le patearon dentro de los 90’, atajó seis. Un cifra impresionante.

Anoche en San Pablo, Boca estuvo a la altura de un compromiso donde se necesita calma, oficio, táctica y estrategia para encararlo. Son series de 180 minutos y salir indemne del rodeo ajeno en los primeros 90’, si bien no aseguran nada, mantienen en alto el espíritu y fortalecen la idea de que si hay un plan, todo es posible.


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